El nombre del mundo es Fútbol
¿Qué tal si la Copa se la lleva Bélgica, o si se la lleva Croacia? ¡Sería un golazo! ¡Vamos Croacia!
Ahora que nos aproximamos al final del Mundial y nos encontramos con dos equipos no tan favoritos entre los que siguen de pie, es hora de hablar de aquello que el mundo necesita: un nuevo campeón cuyo nombre hayamos pronunciado poco.
¿Por qué?
El fútbol es más que un simple deporte, es una pasión y una nueva forma de probar la superioridad de unos sobre otros (veredicto necesario para complacer nuestras necesidades animales). Gestado en diferentes culturas que no tenían ningún tipo de contacto (aztecas, chinos, romanos, etc.), este deporte siempre ha significado mucho más que un juego entre dos equipos con barras. A lo largo de su historia podemos ver las repercusiones que ha tenido, no solamente sobre el ser humano como individuo, sino sobre las relaciones entre los hombres. Los aztecas, por ejemplo, jugaban un deporte similar al fútbol en el que el equipo perdedor era sacrificado. Sí… ¡Sacrificado! En el fútbol de carnaval, practicado en las Islas Británicas, todo se valía para llevar la pelota a la meta contraria, todo menos el asesinato (y si lo prohibieron debió ser porque en alguna época alguien no tuvo remedio en asesinar para ganar el juego); los equipos de éste eran conformados, a veces, por pueblos enteros.
En la actualidad, cuando se pone en juego la camiseta de un país es casi lo mismo (si no lo mismo) que poner en juego la bandera. No juega una selección a sueldo, juega un país entero que pone todas sus esperanzas en ser el mejor y muchas veces juega un continente entero que quiere demostrar que puede; por eso los bolivianos, después del 94, apoyamos a Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia y, este año, a Perú en los mundiales.
Dos repercusiones fuertes son las que ha tenido siempre el fútbol en el mundo: una, el sentimiento de pertenencia que ha creado en sus participantes e hinchas, y otra, las consecuencias de su resultado en el mundo real.
El fútbol se sale de la cancha y se va hasta las venas de la humanidad. Por algo existen las hinchadas y por algo los hooligans realizan peleas organizadas en las que cada bando defiende a los golpes a su equipo. La selección que tiene cada país es la cara física que le muestra al mundo, sobre todo en tiempos de copas, y sus goleadores son héroes nacionales que se ganan el reconocimiento de todos. Paolo Guerrero es el nuevo guerrero peruano, ejemplo de ello son los memes e imágenes que hicieron en Perú después de las inundaciones, en las que pusieron al jugador como salvador de la patria; Messi es el héroe que en este Mundial no luchó a la altura y que por eso se le reprocha; Didier Drogba fue EL HÉROE, no en vano ha sido nombrado como “Embajador de Buena Voluntad”… ¿se acuerdan de Drogba, aquel jugador de Los Elefantes que ha donado una considerable cantidad de dinero a la caridad?, ¿quién no se acuerda de ese grande? ¡He ahí el poder del fútbol! En medio de una guerra civil, Drogba llevó a su país (Costa de Marfil) por primera vez al Mundial. Después de la victoria habló para su gente ante las cámaras pidiéndole que se uniera y dejara la guerra; gracias a él se detuvieron las peleas y un año después se declaró la paz.
¡El fútbol hace al mundo!
Por otro lado, cuando un país que suena poco llega al Mundial es un motivo de celebración y festejo, porque una nación ha subvertido el orden de las cosas en el mundo para posicionarse entre “los grandes”, convirtiéndose así en uno más de ellos. Y, aunque el resto de patrias que no pertenecen al jet set futbolero estén todavía mirando desde afuera, la hazaña se celebra igual, porque en ella está ese susurro que dice “la siguiente nosotros la podemos lograr, nosotros también podemos ser parte de los más capos del mundo y tener nuestro propio goleador/gladiador”.
El mundo necesita a un nuevo campeón porque, hasta ahora, la Copa se la han llevado a casa ocho países que se han ido pasando la pelota entre ellos. Alemania y Argentina, dos de los ganadores de Copas, ya quedaron fuera; Brasil, Uruguay y España también se fueron; Italia ni siquiera se clasificó. Ahora quedan Inglaterra y Francia, dos poderosos equipos. Pero… ¿qué tal si la Copa se la lleva Bélgica, o si se la lleva Croacia? ¡Sería un golazo! Y es que el mundo necesita refrescarse de vez en cuando, encontrar la posibilidad de igualdad, hallar nuevos nombres en el mapa que den certeza de que “todos podemos” y tenemos el mismo derecho a existir y triunfar que aquellos países cuyos nombres, capitales, jugadores de fútbol, etc. conocemos de memoria.
¡Este Mundial, quisiera gritar el nombre de Croacia! Porque es un país que ha jugado bien, con un equipo sólido y cuyo arquero, a pesar de lesionarse en el último partido, ha impresionado. Además, porque los croatas no han podido jugar un Mundial como Croacia hasta Francia 98, cuando ganaron el tercer lugar; antes de eso, varios de los jugadores se tuvieron que poner la camiseta de Yugoslavia, hasta que el 91 lograron ser una república independiente. Merecen reconocimiento por ser un equipo joven. Otro motivo por el que “Croacia” sería un buen campeón es la frescura del equipo. Croacia es un nombre que no se ha gastado en el fútbol y que nos devolvería la fe a aquellos que nos resignamos a mirar la Copa como un sueño lejano.
¡Qué se subvierta el orden del mundo con el fútbol! ¡Vamos Croacia!