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Maradona regresa a México como obrador de milagros

"Queremos buscar el Ascenso", dijo el presidente del equipo, Jorge Hank, al referirse al fichaje de Maradona, a quien el directivo verá como un salvador capaz de multiplicar los números del 'Gran Pez' como le llaman a los Dorados del fútbol mexicano.

/ 7 de septiembre de 2018 / 20:29

Como hace 32 años, cuando llevó a su país a ganar la Copa Mundial, el argentino Diego Armando Maradona llegará en las próximas horas a México confiado en obrar un milagro mayor, ascender a los Dorados de Culiacán a la Primera división.

«Queremos buscar el Ascenso», dijo el presidente del equipo, Jorge Hank, al referirse al fichaje de Maradona, a quien el directivo verá como un salvador capaz de multiplicar los números del ‘Gran Pez’ como le llaman a los Dorados del fútbol mexicano.

Aunque el revuelo por la contratación del «Pelusa» tiene que ver más con la trascendencia mediática del que es considerado uno de los mejores futbolistas de la historia, en Culiacán lo recibirán como un Mesías capaz de resucitar a un equipo venido a menos en el torneo Apertura 2018.

Maradona, que sabe de goles hermosos como los que hizo con la selección argentina, con el Nápoles italiano y el Barcelona español, llegará a Culiacán con la primera tarea de sacar al equipo de la sequía goleadora, algo complicado porque no tendrá entre sus delanteros a alguno con un talento parecido al suyo.

El ecuatoriano Vinicio Angulo y el argentino Facundo Juárez lideran la línea de ataque de los Dorados que en sus primeras seis presentaciones solo anotaron dos goles y con siete recibidos aparecen en el decimotercer lugar de la clasificación con tres empates y tres derrotas.

Con una escasa trayectoria como entrenador, a pesar de que dirigió a la selección argentina en el Mundial de Sudáfrica 2010, Maradona regresa a trabajar como técnico luego de haberlo hecho en un par de equipos en los Emiratos Árabes.

Ahora lo hará en el humilde Dorados que si bien es el equipo con más finales en el Ascenso del fútbol mexicano, ocho, de las cuales ganó cuatro, no cuenta con grandes jugadores.

El argentino Jorge Córdoba, el colombiano Juan Guillermo Galindez y el mexicano Jorge García serán las otras figuras de la delantera a las que Maradona le dará clases de cómo hacer goles.

Los Dorados fueron noticia mundial en el 2006 cuando contrataron al centrocampista español Josep Guardiola, quien se retiró como futbolista en el equipo bajo el mando del entrenador Juan Manuel Lillo, con quien ‘Pep’ tomó un cursillo acelerado de liderazgo en el banquillo.

Por el equipo han pasado otros importantes jugadores como el mexicano Cuauhtémoc Blanco y el uruguayo Sebastián Abreu, y ahora está por ver si Maradona hace milagros con el limitado plantel que le van a entregar.

Muchos años después de haber hecho un gol ilegal ante los ingleses y de haber explicado que quien lo anotó fue ‘la mano de Dios, Maradona necesitará mucho trabajo y quizás ayuda divina para salir adelante en Culiacán, tierra de amantes de los corridos y del béisbol.

Los hinchas del Dorados esperan de él que como un Mesías en tiempos de mercadotecnia resucite a un equipo medio muerto.

La directiva también apuesta a ese milagro, pero si no ocurre, se conformará con un premio de consolación menos romántico, que un Maradona polémico y mediático llene el estadio de hinchas y éstos compren camisetas y consuman productos. (07/09/2018)

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Secretos de un preciosista

Ignacio Padilla no descansa, acaba de publicar otro libro de cuentos

/ 1 de marzo de 2015 / 04:00

Aunque posee talento y oficio para las historias cortas, el escritor mexicano Ignacio Padilla tiene claro que jamás podrá escribir un cuento de una sentada porque su tendencia al preciosismo se lo impedirá.

“Siento que Raymond Carver y Ernest Hemingway revisaban poco y el chileno Roberto Bolaño tenía la capacidad para hacer un cuento perfecto de una vez. Yo no soy de esos; tengo un problema de escrúpulos”, confiesa el narrador en una entrevista con EFE.

Padilla, de 46 años, es del tipo de autores que aman el vértigo a la hora de escribir; en vez de trazar un mapa y seguir un camino, se guía por la inspiración y eso lo obliga a estar siempre listo para saltar al vacío sin red de protección.

Sin embargo, ese mismo hombre arriesgado es el típico obsesivo, capaz de revisar decenas de veces un párrafo, cambiar los sustantivos hasta encontrar el exacto y someter sus cuentos a un proceso de depuración durante meses.

 Sentado en un banco con un cigarro en la mano, Padilla acepta contar algunos de los secretos del proceso de creación de su obra, que empieza cada día en su casa de Querétaro (centro de México), donde a las cinco de la mañana empieza a escribir a mano.

“Soy sumamente disciplinado, necesito recibir el sol escribiendo y me toma mucho tiempo terminar uno solo de mis cuentos”, asevera.

Si bien desde 2011 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Padilla no es un erudito acartonado y no siente vergüenza por alejarse de los cánones. “No tengo empacho en reconocerlo, me influyeron el cómic bueno y el malo y algunas series de televisión malas están en mi obra y en mi ritmo narrativo», afirma.

Sin embargo, desde joven supo que en su oficio a los maestros se les sigue como a un gurú y rinde culto como modelos del cuento a Édgar Allan Poe, Anton Chejov y Guy de Maupassant.

“Son los indiscutibles, también me impactó desde temprano Gabriel García Márquez y siempre he defendido su capacidad cuentística, poco reconocida porque siempre se habla de sus grandes novelas”, comenta.

Padilla presentó su libro de cuentos Las fauces del abismo. Es un bestiario de nueve piezas que el escritor hizo luego de tomar como ejemplo el bestiario medieval, lo cual le permitió crear una obra limpia, la mejor de su carrera, según el escritor Ángel Palou.

Padilla es un escritor versátil, reconocido como ensayista, creador de historias para niños, traductor, crítico, dramaturgo y maestro universitario, pero por encima de todo se considera un escritor de cuentos.

 Y es que hasta cuando escribe novelas, a Padilla se le sale la veta de escritor de relatos y los capítulos de sus obras son como pequeños cuentos bien hilvanados, lo cual responde a una vocación o quizás a una manera de no pasar por el aro en una época en la que las editoriales repiten que solo las novelas venden.

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/ 1 de marzo de 2015 / 04:00

Aunque posee talento y oficio para las historias cortas, el escritor mexicano Ignacio Padilla tiene claro que jamás podrá escribir un cuento de una sentada porque su tendencia al preciosismo se lo impedirá.

“Siento que Raymond Carver y Ernest Hemingway revisaban poco y el chileno Roberto Bolaño tenía la capacidad para hacer un cuento perfecto de una vez. Yo no soy de esos; tengo un problema de escrúpulos”, confiesa el narrador en una entrevista con EFE.

Padilla, de 46 años, es del tipo de autores que aman el vértigo a la hora de escribir; en vez de trazar un mapa y seguir un camino, se guía por la inspiración y eso lo obliga a estar siempre listo para saltar al vacío sin red de protección.

Sin embargo, ese mismo hombre arriesgado es el típico obsesivo, capaz de revisar decenas de veces un párrafo, cambiar los sustantivos hasta encontrar el exacto y someter sus cuentos a un proceso de depuración durante meses.

 Sentado en un banco con un cigarro en la mano, Padilla acepta contar algunos de los secretos del proceso de creación de su obra, que empieza cada día en su casa de Querétaro (centro de México), donde a las cinco de la mañana empieza a escribir a mano.

“Soy sumamente disciplinado, necesito recibir el sol escribiendo y me toma mucho tiempo terminar uno solo de mis cuentos”, asevera.

Si bien desde 2011 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Padilla no es un erudito acartonado y no siente vergüenza por alejarse de los cánones. “No tengo empacho en reconocerlo, me influyeron el cómic bueno y el malo y algunas series de televisión malas están en mi obra y en mi ritmo narrativo», afirma.

Sin embargo, desde joven supo que en su oficio a los maestros se les sigue como a un gurú y rinde culto como modelos del cuento a Édgar Allan Poe, Anton Chejov y Guy de Maupassant.

“Son los indiscutibles, también me impactó desde temprano Gabriel García Márquez y siempre he defendido su capacidad cuentística, poco reconocida porque siempre se habla de sus grandes novelas”, comenta.

Padilla presentó su libro de cuentos Las fauces del abismo. Es un bestiario de nueve piezas que el escritor hizo luego de tomar como ejemplo el bestiario medieval, lo cual le permitió crear una obra limpia, la mejor de su carrera, según el escritor Ángel Palou.

Padilla es un escritor versátil, reconocido como ensayista, creador de historias para niños, traductor, crítico, dramaturgo y maestro universitario, pero por encima de todo se considera un escritor de cuentos.

 Y es que hasta cuando escribe novelas, a Padilla se le sale la veta de escritor de relatos y los capítulos de sus obras son como pequeños cuentos bien hilvanados, lo cual responde a una vocación o quizás a una manera de no pasar por el aro en una época en la que las editoriales repiten que solo las novelas venden.

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El traductor de ‘Bajo el volcán’

Hace 50 años, el mexicano Raúl Ortiz tradujo la novela de Malcolm Lowry

/ 24 de agosto de 2014 / 04:00

Hace 50 años, cuando tradujo el libro Bajo el volcán del inglés Malcolm Lowry, al políglota Raúl Ortiz le pagaron poco, pero eso no impidió que lograra en opinión de algunos críticos mejorar el resultado final de esta obra, para muchos la gran novela acerca de México.

“Era candoroso y no tenía el concepto de que no había nada de deshonra en cobrar. Los de la editorial Era me pagaron mal, y nunca recibí regalías cuando vendieron el manuscrito y lo modificaron. No recuerdo cuánto me pagaron, pero fue poco”, cuenta.

La obra de Lowry es una tragedia contemporánea de una belleza y una emoción de altos vuelos, en la cual el autor liga de manera magistral el mito y la poesía con gran musicalidad.

 “Nunca imaginé lo terriblemente arduo que iba a ser mantener la armonía y el ritmo de las frases de Lowry, pero el idioma español se prestaba para eso”, confiesa Ortiz.

La historia empieza en Quauhnáhuac (Cuernavaca, en lengua náhuatl) donde el día de muertos del año 1939 dos hombres hablan de Geoffrey Firmin, cónsul británico alcohólico que muere asesinado.

“Tuve la suerte de ser llamado para traducir la mejor novela sobre México al español”, dice Ortiz al referirse al acto mágico que lo llevó a meterse dentro de la obra de Lowry, como si fuera uno de sus personajes.

Muchos años después, a los 83 años, Raúl muestra alegría al contar la gran aventura de su vida, haber traducido Bajo el volcán. Aquel juego con las palabras comenzaba los fines de semana en un monasterio en Cuernavaca, en el centro de México, donde se refugió para escribir en su máquina marca Olivetti desde las cinco de la tarde de los viernes hasta el amanecer de los lunes; luego, entre semana, lo hacía de cuatro a ocho de la noche.

Ortiz empezó a estudiar inglés en la escuela primaria y a los 30 años hablaba el idioma con la fluidez de un nativo. Por aquel tiempo le buscó la editorial Era y le propuso traducir la novela que Malcolm Lowry empezó a escribir en el año 1934 y publicó en 1947. Raúl Ortiz recibió la ayuda de una hermana mecanógrafa, demoró ocho meses para concluir la primera versión y entonces pidió una prórroga a Era. Minucioso como es, cuidó hasta el último detalle y cuentan que, si la versión en español se publicó en 1964, fue porque la editorial casi le arrebata de las manos los originales.

Aunque hay cansancio en su voz, el mexicano mantiene los sueños intactos y por momentos habla más como un adolescente que recién ha descubierto los libros. “Es la única novela que he traducido; la otra que me gustaría traducir es Viaje al fin de la noche, de (Ferdinand) Celine, pero no hay manera de hacerlo”, lamenta.

Cree que El poder y la gloria, de Graham Greene, es otra novela capaz de reflejar un periodo crítico de México, el de la persecución religiosa, pero opina que Lowry fue más allá. “Fui un elegido al poder traducirlo”, repite en forma de agradecimiento.

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Hace 50 años, cuando tradujo el libro Bajo el volcán del inglés Malcolm Lowry, al políglota Raúl Ortiz le pagaron poco, pero eso no impidió que lograra en opinión de algunos críticos mejorar el resultado final de esta obra, para muchos la gran novela acerca de México.

“Era candoroso y no tenía el concepto de que no había nada de deshonra en cobrar. Los de la editorial Era me pagaron mal, y nunca recibí regalías cuando vendieron el manuscrito y lo modificaron. No recuerdo cuánto me pagaron, pero fue poco”, cuenta.

La obra de Lowry es una tragedia contemporánea de una belleza y una emoción de altos vuelos, en la cual el autor liga de manera magistral el mito y la poesía con gran musicalidad.

 “Nunca imaginé lo terriblemente arduo que iba a ser mantener la armonía y el ritmo de las frases de Lowry, pero el idioma español se prestaba para eso”, confiesa Ortiz.

La historia empieza en Quauhnáhuac (Cuernavaca, en lengua náhuatl) donde el día de muertos del año 1939 dos hombres hablan de Geoffrey Firmin, cónsul británico alcohólico que muere asesinado.

“Tuve la suerte de ser llamado para traducir la mejor novela sobre México al español”, dice Ortiz al referirse al acto mágico que lo llevó a meterse dentro de la obra de Lowry, como si fuera uno de sus personajes.

Muchos años después, a los 83 años, Raúl muestra alegría al contar la gran aventura de su vida, haber traducido Bajo el volcán. Aquel juego con las palabras comenzaba los fines de semana en un monasterio en Cuernavaca, en el centro de México, donde se refugió para escribir en su máquina marca Olivetti desde las cinco de la tarde de los viernes hasta el amanecer de los lunes; luego, entre semana, lo hacía de cuatro a ocho de la noche.

Ortiz empezó a estudiar inglés en la escuela primaria y a los 30 años hablaba el idioma con la fluidez de un nativo. Por aquel tiempo le buscó la editorial Era y le propuso traducir la novela que Malcolm Lowry empezó a escribir en el año 1934 y publicó en 1947. Raúl Ortiz recibió la ayuda de una hermana mecanógrafa, demoró ocho meses para concluir la primera versión y entonces pidió una prórroga a Era. Minucioso como es, cuidó hasta el último detalle y cuentan que, si la versión en español se publicó en 1964, fue porque la editorial casi le arrebata de las manos los originales.

Aunque hay cansancio en su voz, el mexicano mantiene los sueños intactos y por momentos habla más como un adolescente que recién ha descubierto los libros. “Es la única novela que he traducido; la otra que me gustaría traducir es Viaje al fin de la noche, de (Ferdinand) Celine, pero no hay manera de hacerlo”, lamenta.

Cree que El poder y la gloria, de Graham Greene, es otra novela capaz de reflejar un periodo crítico de México, el de la persecución religiosa, pero opina que Lowry fue más allá. “Fui un elegido al poder traducirlo”, repite en forma de agradecimiento.

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