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El éxito está premiando a los que juegan bien

Somos garimpeiros del fútbol, escarbamos en la montaña de partidos diarios con la persistente obsesión de encontrar una pepita de oro de esas que justifiquen tantos afanes, tantos cientos de horas frente al televisor o el peregrinaje al estadio (que lleva décadas). El miércoles la hallamos; era más que una pepa, un filón: fue el Manchester City 4 – Tottenham 3, que ya está en la antología de los grandes partidos de la historia por todo: belleza, emoción, goles, vaivenes, dramatismo, velocidad, entrega… Un volcán de fútbol en plenitud de erupción arrojando jugadas, salvadas, situaciones diversas y sorprendentes que determinaron la clasificación del Tottenham por gol de visitante (había ganado 1-0 la ida). Pero al cabo de los 98 minutos el resultado era una anécdota menor dada la excitación a que nos sometió el fenomenal espectáculo.

También encontramos otras joyas: el Barcelona 3 – Manchester United 0 con un Messi estratosférico una vez más, y el Juventus 1 – Ajax 2, con otra exhibición del joven cuadro holandés basada en una sucesión celestial de toques, ridiculizando casi al multicampeón del país del catenaccio.

Alabada y fustigada, la globalización nos permite a los futboleros, igual que si viviésemos en Europa, ver todos los partidos de Champions League, el gran plato actual de ese bendito alimento que es la pelota. Solo no estamos en el estadio; ¿qué importa…? Nuestra platea es el living de casa y cuando faltan 15 minutos para el inicio de los partidos ya nos frotamos las manos. ¿Por qué tanta expectativa…? porque estamos viendo un fútbol de 24 kilates, precioso. Los espectaculares cuartos de final de esta Copa de Europa dejaron mucho más que cuatro semifinalistas: sensaciones agradables, emociones intensas y datos reveladores.

 En primer lugar, EL JUEGO. De los ocho animadores de esta instancia, cinco están enrolados en el buen fútbol: Ajax, Barcelona, Liverpool, Tottenham y Manchester City. Con matices, los cinco intentan algo similar: máxima tenencia y circulación de pelota, toque seguro al pie, al ras, llegada mediante elaboración, asociación de maniobra, defender a través de presión alta para recuperar rápido la herramienta y volver a intentar; búsqueda ofensiva constante, toque y paciencia para encontrar los huecos que permitan desequilibrar. O sea, los que siempre fueron definidos como equipos “que juegan al fútbol”. Los enemigos de la estética aún pretenden endilgarles el rótulo de “líricos” o “tontos”. Y agregan: “Prefiero jugar mal y ganar”.

Error. Estos son los que ganan ahora. El éxito está premiando a quienes quieren jugar, a quienes tienen un plan y usan la técnica y la creatividad para conseguir el objetivo. No es casualidad, los técnicos de esos equipos son los más cotizados del momento: Klopp, Guardiola, Pochettino, la notable revelación que es Erik ten Hag, un Rinus Michels modelo 2019. A Valverde, de momento, se lo tiene apenas por un inteligente gestor de vestuario. Pero el año pasado ganó Liga y Copa y este va por el triplete sin apartarse del célebre ADN Barsa.

También se equivocan al catalogarlos como equipos románticos, indolentes o blandos. Hacen un generoso despliegue, meten pierna, pueden ser feroces en la presión. Y lo aderezan con velocidad y dinámica. Son completos. Ya viene el fútbol rumbeado en esa línea desde que el Barcelona de Guardiola impactó al mundo a partir de 2009, pero tal vez sea esta Champions la que esté marcando un cambio de época.

El Manchester United pareció salido de un almanaque amarillento, un grupo de marineros rudos sin directivas de cómo hacerlo. Perdió los dos partidos con el Barcelona, no marcó goles y se llevó un KO de Cataluña, donde Messi les hizo ver que tienen que revisar todo su ideario. Peor es el caso de la Juventus, encerrado en esa prisión intelectual que es el Calcio, en el que el cero es el símbolo de la eficiencia. Siempre nos costó entender cómo un país de tal sensibilidad artística, de vena tan creativa, puede ser tan rácano en fútbol. Fiel a la ultratáctica, al defensivismo y la aspereza, fórmula que le dio enormes dividendos, ahora se encuentra perdido ante la nueva ola de fútbol técnico y ofensivo.

“Italia es la prehistoria del fútbol”, dijo el jueves Aurelio de Laurentiis, afamado productor de cine y presidente del Napoli. “Un mundo se abrió para mí al ver Manchester City-Tottenham. Eso es el fútbol. Parece que en Italia no nos divertimos jugando. El show que dieron los ingleses es irrepetible acá, donde nos escondemos detrás de una táctica”. Acaso menos lacónico, pero en el mismo sentido se expresó Massimo Giletti, presentador de Tv y fanático juventino: “Mi impresión es que una época ha terminado, hubo un choque cultural en la forma de interpretar el fútbol. Me impresionó la velocidad con que los jugadores holandeses tocaron la pelota, me parecieron dos mundos diferentes”. Lo describió bien: fue el virtuosismo frente a la tosquedad. El 1-1 de Amsterdam y el 1-2 en Turín son dos grandes impostores: el Ajax fue muchos goles más que eso en juego. En baile fue similar al que le dio al Real Madrid. Lastimosamente, se desarmará. Pese a ser un club rico, el Ajax es de tradición vendedora; descubren y forman talentos con la filosofía Michels-Cruyff y, cuando explota el crack, lo transfieren. La liga holandesa no parece el marco para mantener un equipo de estrellas.

Para los adoradores del “todo tiempo pasado fue mejor” fueron un golpe duro estos cuartos de final: se convirtieron 24 goles en los 8 partidos (3 por juego), con el agregado de que son instancias decisivas, donde usualmente el cuidado, la prudencia, incluso el temor, prevalecen sobre el deseo de arriesgar. En los cuartos de 1959, en el reinado de Di Stéfano, se marcaron 22 tantos; en 1969 fueron 17; en 1979 se llegó a 23; en 1989 apenas 16; en 1999 también poco, 19 y en 2009 hubo récord: 28. El fútbol no solo es más emocionante, veloz y dinámico, también se anotan más goles.

Asimismo es una mala noticia para los defensores del ganar como sea, de aquellos que postulan como única verdad el ganar, ganar, ganar. Para lograrlo, ahora más que nunca, habrá que tener una táctica, un estilo y una forma de búsqueda basada en la técnica. Es una entronización del juego como argumento.

 Por último, está el VAR, ese nuevo y revolucionario condimento que, aplicado cuando corresponde, promete mutar el escenario del fútbol en favor de quienes promueven el buen juego y no la trampa.

Le quedan cinco partidos a esta Champions; por los cuatro pretendientes, deberían ser cinco festivales de tiqui taca. No hay favoritos, aunque el menos potente parece ser el Tottenham, dado su plantel corto (direccionó todo el dinero hacia la construcción de su fantástico estadio y no fichó ningún jugador), a lo que suma varias lesiones, sobre todo la de su estrella Harry Kane. Igual dará batalla.

Afortunadamente, en la semana no hubo partidos de Libertadores; después de haber visto aquello hubiese sido duro.