No solo se vive de títulos
Bolívar y su afición celebran un nuevo título del fútbol boliviano. Bien merecido lo tienen. Es un justo campeón del torneo Apertura. El mejor según lo demostró en la cancha.
Fiel a su historia, la Academia engrandece su firmamento con otra estrella y confirma su tradición como el equipo más campeón, rótulo indiscutible que jamás descuida.
Además, está por terminar su década más gloriosa. Entre 2010 y 2019 van siete cetros nacionales alcanzados, un decenio que supera a los anteriores en los que, como máximo, obtuvo cinco. Estos años, entonces, ha tenido un salto tanto cualitativo como cuantitativo en ese rubro.
Pero hay un tema que está pendiente y quizás sea hora de atender. Sus éxitos deportivos no van con su situación institucional. En ese aspecto, el club ha crecido muy poco en este tiempo, casi nada, o incluso ha retrocedido.
Los verdaderos clubes no solo deben alimentarse de éxitos deportivos, que son un acápite importante, aunque no el único. También es necesario que atiendan su crecimiento institucional, cuidar su patrimonio, procurar que sea cada vez más sólido y grande. Se trata de una responsabilidad aparte que no se puede eludir.
En el caso de Bolívar han sido 10 años de retroceso: perdió el Gran Centro Mario Mercado, su estadio se ha reducido a un campo de entrenamiento, dejó de tener terrenos que apuntalaban proyectos para divisiones menores y ni siquiera tiene una secretaría propia. Nada de eso condice con un club de tantas glorias deportivas.
Entonces es el momento para que las cosas cambien. Las promesas incumplidas de sus actuales directores tienen que desaparecer. Los maquillajes hechos ya no sirven. Es tiempo de que se ocupen de verdad para hacer de Bolívar no solo un club grande por sus logros en el terreno de juego, sino también fuera de él.