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El pobre fútbol boliviano

En el libro Padre Rico, Padre Pobre, Robert Kiyosaki dice que no es lo mismo ser pobre que estar en quiebra, y que la diferencia está principalmente en la cabeza y que no tiene realmente que ver con el dinero que tengas en tu cuenta. El pobre tiene mentalidad de pobre. Aun cuando el pobre tiene dinero, un “buen trabajo”, ingresos fijos, el pobre encuentra la manera de no llegar jamás a fin de mes. El pobre, o mejor, el que tiene mentalidad de pobre, corre detrás de la abundancia sin poder jamás asirla. En contraste, aquel que tiene la mente alineada con la abundancia puede estar en la quiebra, arruinado, pero se repondrá porque, para él, la quiebra es solo un estado pasajero.

Todo esto para decir, clarito, que el fútbol boliviano está en la quiebra y por la mentalidad de carencia que nos rige no parece ser una situación pasajera, y no estamos en camino de salir del hoyo. El fútbol boliviano no llega nunca a fin de mes.

No se trata de que Bolivia no tenga talento. A lo largo de su historia, Bolivia ha tenido grandes jugadores como El Diablo Etcheverry y Platiní Sánchez. Hemos tenido buenos técnicos de distintas partes del mundo. Somos un país “en vías de desarrollo”, pero países con niveles parecidos de desarrollo han obtenido y obtienen resultados mejores. Somos pocos, pero en Uruguay son menos. Qatar tiene no más de dos millones de habitantes, por ejemplo, y el progreso que ha hecho su selección en los últimos nueve años es histórico. No creo tampoco que sea falta de infraestructura; Bolivia no es precisamente un país que carezca de canchas de futbol de césped artificial.

Ni siquiera tiene que ver con ganar ni perder, en realidad no. Por ejemplo, antes de ganar la Copa América 2011, la selección de Uruguay no había ganado un torneo desde 1995. Han pasado nueve años desde el mundial en África, donde logró llegar a estar entre los cuatro mejores del mundo. Pero Uruguay no es un país pobre de fútbol, y cuando los goles no llegan y cuando se sobreviene una tras otra la derrota se entiende que estamos en quiebra, que el fútbol uruguayo se sobrepondrá. Y lo hará porque cuenta con un liderazgo sostenido e indiscutible, cuenta con un capital humano y con políticas claras que permiten al hincha soñar, una y otra vez, con la victoria de su equipo. Y si esta no llega, el hincha uruguayo perdona porque sabe que los jugadores que visten la celeste lo dejan todo siempre en la cancha.

Hay muchos y sobre todo muchas que argumentan que lo que hay que hacer es lograr que nos valga un comino el fútbol boliviano masculino, empezar a “apoyar” el fútbol femenino, el voley de playa, el bicicross, el ajedrez y cualquier deporte en que, de hecho, los deportistas bolivianos estén sobresaliendo sin el apoyo del estado ni de los hinchas ni de los medios de comunicación. Y todo bien con apoyar otros deportes, pero otros deportes son eso, otros. Igual de válidos, obvio, pero no son fútbol, no son ese deporte que une a miles de millones de personas, que crea vínculos y tejidos por generaciones entre familias, entre regiones y continentes.

Tener una selección de fútbol masculino de la que podamos estar orgullosos es importante. Tal vez no sea el tema de estado más urgente, tal vez no sea como tener más hospitales o mejor acceso a la justicia, pero es importante. Lo es, porque el potencial educativo e inspiracional del fútbol es enorme. Si lográramos establecer las políticas que permitieran formar desde pequeños a los futbolistas bolivianos con valores, integridad, perseverancia, disciplina y una sana autoestima, si lográramos establecer las políticas que hicieran del fútbol boliviano una institución íntegra, transparente y con visión a largo plazo; la repercusión en nuestros jóvenes y en la autoestima nacional sería transcendental.

No creo que requiera de demasiado dinero, no creo que sea imposible. Creo que sería suficiente la voluntad de las autoridades de establecer políticas a largo plazo, mirar a futuro e invertir en los más pequeños. 

* Escritora. Invitada por Marcas de La Razón durante la Copa América Brasil 2019.