Las otras reglas del fútbol
Para quienes no jugamos fútbol hay cositas que se nos escapan. Reglas que todos dan por sentado, y que de seguro son muy importantes, pero que desconocerlas no impide al espectador o espectadora desentendida disfrutar del partido. Incluso, el desconocimiento de ciertas reglas confiere al espectáculo cierto misterio. A veces, la pelota sale de la cancha y misteriosamente todos saben a quién le toca sacar, y de dónde, y una no sabe cómo saben, y solo desea que de una vez se reanude el partido. A veces, la pelota sale y es tiro de esquina, a veces sale y le toca al portero darle una patada que la mande al otro lado de la cancha. El por qué es un misterio. Y, sin embargo, repito, el desconocimiento de los pormenores no le quita disfrute al espectáculo. Incluso, de tanto ver fútbol, una desentendida como yo puede empezar a armar su propia lista de reglas, reglas no dichas que los jugadores cumplen. Por ejemplo, estas dos que comparto con ustedes:
Regla número uno: discute con el árbitro. Todo jugador que se respete responde a las decisiones del árbitro increpándolo con histriónicas gesticulaciones, palabras alzadas de tono, gestos de incredulidad, de consternación ante la flagrante injusticia que el juez acaba de cometer. Rara será la decisión del árbitro que no genere una pequeña turba de jugadores encarándolo con distintos grados de indignación. Acápite uno: Algunos árbitros no se toman bien el ejercicio de esta regla, y pueden llegar a sacar una tarjeta amarilla en represalia. Acápite dos: el cumplimiento de esta regla es total y absolutamente simbólico, diseñado para conferir al partido elementos dramáticos, emoción e incertidumbre (como espectadores estamos al borde del asiento, leyendo los labios de los jugadores para saber si están diciendo alguna mala palabra, observando el rostro del juez para saber si aguantará estoicamente el exabrupto o si sacará la amarilla). Es todo simbólico, pues los árbitros no son susceptibles de cambiar su decisión por los berrinches de los jugadores.
Regla número dos: tírate al suelo. Si estás en medio de una jugada y sientes el roce del pie del contrincante, tírate al suelo. Es mejor si lo haces emitiendo alaridos de dolor. Si de hecho te hacen falta y caes al suelo sin querer, rueda, rueda lo más lejos que puedas, sosteniéndote el lugar afectado con las manos, emitiendo igualmente los alaridos de dolor. Nunca se sabe, y una falta bien cobrada podría tener consecuencias favorables para tu equipo, como un tiro libre o incluso un penal, o desfavorable para los adversarios, como una tarjeta amarilla o (Dios mediante) roja. Si, pese a tu caída estrepitosa, tus ruedos y gritos de dolor, el árbitro no cobra falta y el partido sigue como si nada, tomate tu tiempo antes de levantarte. Si te levantas como resorte, pones en evidencia el truco.
Sin embargo, como todo buen espectáculo, las reglas no son solo para los jugadores, sino también para los espectadores. Las reglas tácitas que cumple el público son tan importantes como las que cumplen los que están sobre el escenario o, en este caso, la cancha. No dejar sonar el celular, no invadir el escenario, no gritar “Yo soy Godot” en medio de la obra “Esperando a Godot”… en fin. Aquí un par de reglas no escritas para espectadoras de fútbol.
Regla número uno: piropos. No comentes los atributos físicos de los jugadores si estás viendo el partido con otros hombres. Los hombres tienen egos muy frágiles, y podrían sentirse disminuidos. Además, por lo general los hombres tienen la extraña noción de que el fútbol es un deporte de machos muy machos, en el que el atractivo físico de los jugadores es irrelevante. Acápite uno: A no ser, por supuesto, que te divierta de sobremanera poner de mal humor a los hombres con los que ves el partido. En ese caso, no dudes en comentar sin restricciones, silbar, mandar piropos a la pantalla y suspirar a gusto.
Regla número dos: malas palabras. Hay quien diría que las damas no dicen malas palabras, que las malas palabras y las groserías no le sientan bien a una mujer. Yo te digo, si hay un momento y un lugar para proferir palabrotas, es mientras ves un buen partido de fútbol. Dilas. Grítalas. Profiere una tras otra cuando tu equipo casi, casi mete gol, o cuando el contrincante está a punto de patear un penal. Parte del atractivo de los deportes competitivos es ese permiso que puedes darte de que te valgan por un rato los modales y lo que piensen los demás.