Golpeó en lo clave y supo no subordinarse a Messi
Argentina no deslumbró (corresponde dejarlo bien establecido) pero colectivamente sentó superioridad. Y también convencimiento de lo que exigía la circunstancia. Venezuela, en cambio, recién despertó cuando no le quedaba más que remontar. Luchó contra el rival. Contra sus inconexiones. Y contra el transcurrir del tiempo, convertido en obstáculo adicional.
Jugó su mejor partido. Dominó y anotó. Cerró el pleito en el pasaje superior del adversario. Y no hizo falta la gravitación de Messi —esa que se espera de modo natural—para abrochar el paso a la semifinal.
Argentina no deslumbró (corresponde dejarlo bien establecido) pero colectivamente sentó superioridad. Y también convencimiento de lo que exigía la circunstancia. Venezuela, en cambio, recién despertó cuando no le quedaba más que remontar. Luchó contra el rival. Contra sus inconexiones. Y contra el transcurrir del tiempo, convertido en obstáculo adicional.
Si a todo lo indicado se agrega un gol relativamente tempranero queda configurado un cuadro de situación que en buen grado explica lo sucedido en el Maracaná.
Lionel Scaloni dispuso el esquema seguramente ideal en el presente de su plantel. Messi por detrás de Agüero y Martínez, además de Foyth marcando la punta derecha de la defensa. El resto, lo ya conocido en lo que va del torneo.
De entrada, el delantero del Manchester City obligó a que el portero Wuilker Fariñez despejara con el pie. Y no transcurrieron demasiados minutos para que Messi se encargara de un lanzamiento de esquina que Agüero capturó y su zapatazo lo desvió acertadamente Martínez con el taco.
El tanto afianzó su dinámica. Era ostensible que se exigía menos en la recuperación del balón y prescindía del toque corto para apelar a asistencias extensas y directas, sin aduanas de medio campo.
El equipo dirigido por Rafael Dudamel exponía una presencia incómoda en la cancha. Herrera, Moreno y Rincón no conseguían empalmar hacia la zona donde Murillo, Rondón y Machís veían el balón de lejos y obviamente trascendían poco y nada.
Cuando más necesitaba volumen colectivo la “vinotinto” otorgaba una ventaja imposible de equiparar en el uno a uno. Y vaya si le afectó. Durante la fracción inicial a Argentina solo le faltó estirar el marcador: Pezzella y Martínez merodearon en el afán del segundo, destinado a llegar más tarde.
El ex Racing Club y hoy integrante del Inter de Milán arrancó el complemento firmando otra posibilidad perdida y paulatinamente Venezuela recuperó la memoria colectiva. No cabe duda, además, de la importancia que representó el ingreso de Yeferson Soteldo, atrevido a la hora de tener la redonda, picante en el papel de encarar y reparador de todo aquello antes aislado.
Paralelamente, el ganador retrocedió en demasía y esperó a pasos del área propia, riesgo que no tardó en hacerse patente. No por nada Franco Armani conjuró dos llegadas muy claras (contuvo un remate cercano de Ronald Hernández y otro de Salomón Rondón). Germán Pezzella consolidó, asimismo, el más destacado de sus rendimientos.
El gasto era venezolano, que concedía al juego un matiz muy físico y no exento de apresuramiento.
Dentro de ese panorama, Lionel Messi procuraba desmarcarse, pero no influía. Sus compañero