Icono del sitio La Razón

El calor hace estragos en ‘caminos olvidados’

La segunda etapa del Gran Premio Nacional de Automovilismo y Motociclismo, corrida ayer entre Sucre y Vallegrande, fue todo un suplicio para pilotos y navegantes: afuera, la temperatura estaba en unos 35 grados centígrados, pero adentro de los habitáculos la sensación térmica era de 45 o más y “ahogaba”. Hubo competidores descompuestos debido al intenso calor, por eso el último tramo tuvo que ser cancelado para los coches, en tanto que solo las motos lo completaron.

En lo deportivo, en autos no hubo cambio, manteniéndose el dominio de los Careaga; en motos, en cambio, hubo sorpresas con los Herboso.

Por primera vez en años, la carrera fue por La Higuera, una pequeña localidad cruceña de apenas decenas de habitantes, históricamente conocida por la muerte en ese lugar del guerrillero Ernesto Ché Guevara, en 1967.

Hasta ahí casi no hubo problemas, los que vinieron después, en el segundo tramo entre La Higuera y Pucará, y en el tercero, entre Pucará y Vallegrande. “El calor era insoportable y los caminos descuidados y olvidados”, narró Rolando Castrillo, uno de los hombres de punta en la categoría RC2, considerada la más potente.

“Nos ayudó mucho a los de las motos la determinación de los organizadores de largarnos antes que a los autos, porque en el desarrollo de la prueba enfrentamos en la ruta sectores en malas condiciones y con mucha piedra. Aparte de cuidar las llantas teníamos que evitar perder el equilibrio y caernos’’, declaró el piloto de motociclismo Hernán Paredes.

La Federación Boliviana de Automovilismo Deportivo (Febad) tomó sus recaudos. Día antes dispuso que las motos largaran primero. El tramo inicial era de pavimento y empedrado, pero en el segundo la tierra complicaba. Por eso los autos fueron después.

Aunque no contaban con el otro inconveniente: el intenso calor.

“Algunos pilotos se desvanecieron, otros tenían dificultades para respirar.  Fue una etapa ‘cernidor’, como le llamamos en el automovilismo”, dijo Castrillo, en alusión a que por las dificultades hubo muchos abandonos.

Cuando el coche cero, que es el que abre la ruta, llegó a Vallegrande, la Comisión Deportiva de la Febad hizo el anuncio. La carrera para los coches había terminado en Pucará, mientras que las motos ya habían partido rumbo a la meta final de la etapa.

“Todos piensan que en la moto no se siente mucho el calor, por el viento, pero no es tan así: en la parte baja la temperatura sube desde el piso y complica, encima sufre el motor”, agregó Paredes, quien puso en práctica su experiencia por haber corrido el Dakar en condiciones similares o peores.

“Fue una gran medida de parte de  los organizadores la de suspender el último tramo de los autos, pues muchos pilotos habían sufrido problemas, en mi caso ya estaba deshidratado, y eso que no estábamos en Pando o Beni, donde las temperaturas son más altas”, matizó Castrillo.

Tanto Paredes como Castrillo lamentaron las condiciones del camino: “Parecen sitios olvidados, rutas demasiado cortadas, con mucha piedra. Yo reventé dos llantas y hubo otros pilotos a los que les pasó lo mismo o peor. Felizmente se terminó”.

Encuentre la información completa en la edición impresa del suplemento Marcas de La Razón. (08/09/2019)