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Creer en la selección

La mayoría de la gente ya no cree en la selección nacional de fútbol. Una parte es tremendamente pesimista, otra es susceptible sobre su futuro y también hay un fuerte puñado que es indiferente. Hacer que se recupere la confianza en ella supone un trabajo muy duro.

La clasificación de Bolivia al Mundial de Estados Unidos de 1994 dejó una vara muy alta. La afición piensa que a partir de ahí hay una obligación de asistir a todos los mundiales, lo exige, cuando la realidad es otra. Aquello fue un hito y esa clase de acontecimientos puntuales no son de cada momento, menos en un fútbol como el nuestro.

Entre 1992 y 1994 se juntaron muchas cosas: la camada de futbolistas, el tipo de eliminatoria por grupos y en apenas meses de desarrollo, y sobre todo la dedicación plena a la selección porque en 1993 el resto del fútbol boliviano estaba parado. Nunca más se dio algo igual.

Hoy es mucho más difícil llegar a un Mundial. Excepto la boliviana, no hay selección que no haya crecido. Antes, Bolivia estaba muy por encima de Venezuela y hoy está por debajo. Lo peor de todo es que no se hace nada por cambiar esa realidad.

Hay algo que no varía nunca: los jugadores que van a las selecciones provienen de los clubes, son éstos los que tienen que formarlos y capacitarlos, los que deben hacerlos crecer para que de ahí salten a la Verde. No es al revés, no hay que pedirle procesos a la selección sino resultados, que no van a llegar si no tiene con qué salir a buscarlos.

Lo que sí hay que intentar es hacer lo mejor posible con lo que hay, potenciar eso y sacarle tajada.

Hace unos días Bolivia jugó un amistoso ante Ecuador, hace rato no se veía a una selección con esa actitud y ese juego frontal, de tú a tú, diferente al miedoso y defensivo de los años precedentes; pero el resultado fue el mismo, otra goleada, y la gente empezó de nuevo a guiarse por eso.

Sin embargo, hay que rescatar lo positivo. No fue más de lo mismo, algo cambió y ojalá siga cambiando.