En qué manos está el fútbol
Guabirá, Sport Boys y Aurora —los tres, no solo uno de ellos— ya no deberían ser parte del profesionalismo.
El fútbol boliviano está peligrosamente partido, no necesariamente por la mitad. Hay una oposición, una minoría conformada por un puñado de clubes —los mismos de siempre—, que hasta ahora no logra digerir su derrota, que no la reconoce y no lo hará nunca, entonces actúa llevada por la misma rabia de un equipo que en la cancha no sabe perder, por tanto, lo único que hace es poner zancadillas, una tras otra.
No importa si la gestión tiene cosas buenas, porque ante ello es ciega, es de ese tipo de oposición destructora, improductiva, desleal, incapaz de aportar sano juicio, de proponer, de ayudar. La única vía que utiliza es el ataque, incluso la discriminación: Guido Loayza, presidente de Bolívar, se jacta de que en ese grupo están casi todos los campeones de la historia del fútbol nacional, dice que reúnen un montón de títulos y logros, se ampara en ello, como si los que ganaron menos o no ganaron no tuvieran ningún valor.
Por si fuera poco, es un grupo que lejos de aportar soluciones genera problemas, vive alejado de las normas, las pisotea y solo quiere imponerse por la fuerza de sus caprichos. Encima, se victimiza.
Lo hizo Guabirá, que debió ser el primer desafiliado por no asistir a un partido, pero lo salvó ese "grupo de choque" que pretende hacer lo mismo ahora con Sport Boys, otro faltón que de paso fue el principal causante para que Destroyers acabara último y, por ahora, descendido. A ese puñado avalan Bolívar, Oriente, Wilstermann, Blooming —los campeones de los que habla Loayza— y Royal Pari. Creen que solo vale lo que piensan.
Hay que admitir algo en todo esto: Destroyers es víctima de sus propios aliados, pero también de una injusticia, la proveniente del "oficialista" Aurora que se hizo la burla al presentar ante Bolívar un equipo juvenil y retirarlo luego, provocando que ese partido no terminara.
El valluno debió ser castigado —los tribunales de justicia aún lo pueden hacer— porque de ocurrir ello quizás las cosas serían diferentes.
Guabirá, Sport Boys y Aurora —los tres, no solo uno de ellos— ya no deberían ser parte del profesionalismo.
El meollo de todo, de lo que pasó hasta hoy y de lo que seguramente vendrá, está en esa carencia de una oposición productiva, pero también en la ausencia de conciliación de parte de un oficialismo que ha caído en las mieles de su mayoría. En esas manos está el fútbol boliviano.