Pedro Guiberguis: ‘Tengo un salón de fiestas, un quiosco y ya soy abuelo’
Llegó en 2000 al país, lo trajo Jorge Habegger a Wilstermann, de allí saltó a Bolívar donde tuvo mayor trascendencia. Un talentoso que formó parte del equipo subcampeón de la Sudamericana en 2004.
Pedro Guiberguis fue uno de los últimos “10” clásicos que llegó al fútbol boliviano. De esos que casi ya no existen. Era un jugador talentoso, organizador, de gran visión, de toque preciso para los pases-gol y de pausa inteligente.
Aterrizó en el país en Wilstermann traído por el técnico Jorge Habegger hace 20 años, allí estuvo dos temporadas, y luego saltó a Bolívar, donde jugó de 2002 a 2005.
Hoy trabaja de manera particular en su ciudad natal General José de San Martín, en Argentina, más conocida como Ledezma por la empresa azucarera que lleva ese nombre en la provincia de Jujuy.
– ¿A qué te dedicas, Pedro?
– Tengo un salón de fiestas infantiles y en una escuela soy concesionario del quiosco que ofrece servicios a los alumnos. También ya soy abuelo, pues estoy esperando la llegada de mi segunda nieta y, en este tiempo de cuarentena, aprovecho para compartir en casa con toda mi familia.
– ¿El fútbol pasó a la historia?
– Desde que volví de Bolivia no dirigí más (formó parte del equipo de Mauricio Soria). Aquí hice un trabajo en divisiones inferiores por muy poco tiempo, era para darle un empujón a gente conocida, entonces he debido estar unos seis meses apoyando a Sergio Castillo (quien también jugó en el fútbol boliviano y en la selección). Luego nada, solo voy a jugar en la Mutual los sábados.
– Me imagino que tu talento debe seguir…
– Todavía me defiendo, la cabeza piensa pero el físico ya no reacciona tan rápido.
– ¿Qué recuerdas más del tiempo que estuviste en el fútbol boliviano?
– Fueron lindos años de muy buena relación con la gente. Me tocó ir a una edad en la que para el fútbol se puede decir que era grande y Jorge Habegger me dio esa oportunidad en Wilstermann, logramos el campeonato y pude cumplir mi sueño de jugar una Copa internacional.
Me di el gusto de jugar la Libertadores y ese deseo se multiplicó una vez que pasé a Bolívar. Allí nos faltó el último escalón (perdió la final de la Sudamericana de 2004), pero queda la satisfacción de que pusimos todo en la cancha.
Mi paso fue muy bueno porque más que haber coincidido en ambos clubes con una camada de buenos jugadores, formamos una camada de amigos con los que seguimos en contacto.
Después formé con Mauricio Soria un equipo técnico y si tengo la posibilidad de volver a dirigir tendré que pedirle permiso, porque mi palabra está comprometida con él. Me invitó a seguir trabajando, pero la famila también pesa al momento de decidir.
– ¿Coincides con que el “10” de antes ya no hay en el fútbol?
– Queda aún, pero mucho menos. A los chicos que tienen esa cualidad hay que buscarles técnicos que prefieran seguir jugando con ese estilo. El fútbol moderno es hacer presión alta y atacar sin transiciones, en ese rol se utiliza poco el enganche, ese que te da la pausa y maneja los tiempos del partido. Para mi gusto aún es necesario y se lo debe mantener.
– ¿En Bolivia eres hincha de Wilstermann o de Bolívar?
– Hincha de mi equipo, de mi pueblo. En Bolivia a los dos los llevo en el corazón, aunque en Bolívar tuve más trascendencia en el plano internacional por el tiempo en que estuve allí.
– Estabas en una época difícil …
– Fueron muy buenas en el plano futbolístico porque el equipo dio de qué hablar a nivel internacional, pero la situación económica en el club no era buena igual que en otros clubes. Luego uno lo compensa con viajes y con jugar en canchas importantes que son experiencias lindas.
Para ganar mucha plata son poquitos los elegidos, el resto estamos para acompañar y dejar la vida en cada partido.
– ¿Te deben dinero aún?
– Ni me acuerdo. Dejé todo en manos de un empresario y nunca más tuve novedades. Ya pasó y me quedo con el cariño de la gente que no se olvida de uno, además siento el afecto de compañeros que pasaron a ser amigos.
Soy un agradecido del fútbol boliviano. Tengo una hija de 18 años a la que prometí llevarla para que conozca la ciudad donde nació (La Paz). Y otra promesa es la de devolver dos piedras a la Virgen (Urkupiña).
Allí no volví.
Llegué a la parte sur como Tarija y Villamontes, pasa que soy amigo del cantante Chaqueño Palavecino y me pide que lo acompañe cuando va a ciudades cerca de donde estoy.
– ¿Qué sabes de tus excompañeros?
– Mantengo contacto, por ejemplo con Mauricio Soria, los hermanos Galindo (Gonzalo y Roberto), ellos son familia para mí.
Trabajar con Botero, Sánchez, Ribeiro, Ferreira, Colque, Sandy y otros era extraordinario. Ojalá que surjan jugadores de esa talla y que conquisten sus sueños.
Tenemos un grupo de WhatsApp con los jugadores de esa época. También están Omar Rocha (fisioterapeuta), Oscar Montes (utilería) y otros como Daner Pachi, Mauro Machado y Róger Suárez. El que más comenta es el señor alcalde (de Cobija, Luis Gatty Ribeiro).
Una mención especial para Marco Etcheverry porque fue un honor haber jugado con él (el Diablo estuvo unos meses en 2004). Un tipo bárbaro, sencillo y es imborrable haber coincidido con él en Bolívar.
– Con el Chaqueño Palavecino, ¿incursionaste en la música?
– No. Con mi señora vamos a divertirnos, a bailar un poco, siempre nos gustó el folklore. Retirado del fútbol vamos siguiendo los festivales de música de Argentina y las ciudades del sur de Bolivia.
Con el país estoy muy relacionado. Como estoy a 200 kilómetros de allí incluso recibo en mi casa señal de canales bolivianos, entonces estoy al tanto de lo que pasa en el fútbol.