Las cuatro lecciones de Lisboa
La Champions League 2020 nos ha dejado cuatro lecciones

Una: el juego es cada vez más vertiginoso. Sigue siendo preciso pero ha aumentado su velocidad por mil. Esto exige dos virtudes: gran preparación física y gran técnica individual. El Bayern de Múnich no solo es una máquina gélida y arrolladora en lo físico –marca identitaria del fútbol alemán- sino también cultiva la voracidad, la pasión y el sentimiento junto al buen trato de pelota, otrora idiosincrasia típica del fútbol sudamericano.
Dos: el juego es cada vez más táctico y sofisticado. Esto nos trae la tercera virtud: una gran disciplina táctica en lo colectivo e individual. Ergo, trabajar arduamente durante la semana el ataque a los espacios (y el repliegue y la salida constante con muchos efectivos) es una obligación. La presión alta, intensa y numerosa, es una de las características. La pelota parada y las segundas jugadas son herramientas estudiadas hasta la saciedad, como si fueran movimientos habituales en otros deportes como el basket o el fútbol americano. Las consignas tácticas se reducen obsesivamente a las tres “pes”: posesión, presión y posición.
Tres: el juego es cada vez más mental y/o psicológico. Los equipos triunfadores (Bayern en Champions y Sevilla en Europa League) han sido “teams” plenamente convencidos de su capacidad y éxito gracias a una gran mentalización. La fortaleza de cabeza se trabaja tanto o más que el propio juego, como si los futbolistas se vieran sujetos a la disciplina de deportes como el ajedrez.
Y cuatro: el juego es cada vez más colectivo y democrático. Pasó esa época donde un jugador o dos ganaban un partido y/o campeonato. El funcionamiento como bloque opaca a las “estrellas” y los petrodólares. Formar un grupo equilibrado, una “familia”, deja de ser una frase hueca. Lograr este fin en planteles con una gran diversidad de nacionalidades y orígenes es el principal logro de los directores deportivos, de los “managers”, figura necesaria y ausente en el fútbol boliviano. La dupla del campeón entre el director deportivo Hasan Salihamidzic y Kathleen Krüger (“team manager” y ex jugadora de su equipo femenino) es un modelo a copiar. El rol de las mujeres en los grandes equipos masculinos toma cada vez más relevancia. Algo está cambiando (para bien) y no solo es el juego.
Ricardo Bajo es periodista