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Bolívar se cansa

Introducción: ha vuelto el fútbol, ha vuelto la Copa Libertadores, ha vuelto Bolívar. Han pasado seis meses, parecen seis siglos. La “Academia” necesita ganar sus tres partidos de local. Antes tiene que ganar en el viejo Siles al “verdao”, entrenado por un ex técnico del Real Madrid, Vanderley Luxemburgo. Palmeiras lleva tres días en La Paz a contrarruta de la moda de los últimos tiempos. La ventaja de los brasileños se llama quince partidos oficiales en plena pandemia. El fútbol volvió en junio en el país de Bolsonaro, el presidente que llamó “gripezinha” al virus que ya ha matado a 130.000 personas en el planeta Brasil. La consigna de Vivas es apretar arriba con un 4-4-2 (con Ábrego y Rey en la banca): es la presión alta que está de moda en el fútbol mundial. ¿Aguantará la gasolina celeste para los 90 minutos? ¿Quién se cansará antes? Un “trapo” en la curva norte recuerda al entrañable Abdul Aramayo.

Nudo: en los primeros quince minutos Palmeiras llega tres veces. Bolívar se muestra falto de ritmo, lento, previsible e impreciso; abusa del pelotazo frontal y comete errores de bulto, algunos insólitos en el nivel profesional como un corner ridículo de Saavedra o un penal absurdo de Jusino a la media hora. Luxemburgo se refugia bien atrás con un sólido 4-1-4-1. Cuando la tiene, pelotea, descansa gracias a la calidad de sus “players” con pasado “europeo”. El anunciado “pressing” es solo una idea en la cabeza de Vivas. La salida de la pelota en manos del paraguayo Oviedo, tosco en el manejo, es uno de los tantos problemas de Bolívar. El volumen ofensivo también es monoteísta: rezos a San Riquelme y su testa.

Desenlace: en la segunda parte, Vivas vuelve al plan ensayado (el 4-3-3- con Ábrego ya en cancha). Pone toda la carne en el asador pero falta la idea. A falta de fútbol, Bolívar acelera las pulsaciones de su corazón. Arce baja a la posición de cinco para armar. Es la imagen de la confusión. Un zapatazo a la escuadra de Menino pone el 0-2. ¿Por qué se regaló la primera parte? ¿Por qué no disparó Bolívar de lejos y se obsesionó con el pelotazo? El 1-2 (de cabezazo de Riquelme) solo alcanza para el maquillaje. La pandemia ha venido a ratificar una cosa que ya sabíamos: la diferencia abismal entre nuestro pobre fútbol y el resto. Eso sí, a quilombos de  “dirigentes” no nos gana nadie.