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Lo siento y no lo entiendo

La semana pasada me encontré en la calle Cañada Strongest con un gualdinegro de corazón, con un campeón del 77, con don Úber Acosta. Llevaba doble barbijo y en uno de ellos se podía leer: “Si no lo sientes, no lo entiendes”. Me contó de Carlitos Salas, viejo compañero de batallas atigradas en los sesenta con paso en “Chaquito” Petrolero y Always Ready. Acosta llegó a La Paz desde su Chaco natal y nunca más se fue de la hoyada. Carlitos calcó itinerario: arribó desde Yacuiba y jamás se fue. “El otro día fui a verlo, está con coronavirus y apenas tiene para los remedios y el oxígeno”, me cuenta Úber. Otra vez la misma historia: leyendas de nuestro fútbol olvidadas, abandonadas, sin un peso, sin una ayuda. Caminé de bajada para mi casa y comencé a pensar en Fabol, el sindicato de jugadores. Esa misma mañana había leído en el periódico la “vendetta” de Royal Pari contra el “Caballo” Saucedo. El delantero centro desobedeció a su club y se quedó en la selección. Ahora está sin equipo y sin un perro que lo ladre. Otra vez la misma historia: el sindicato defiende a unos jugadores sí y a otros no. Soy un creyente total de la sindicalización del pueblo trabajador. Solo unida la clase obrera podrá hacer frente a una mayor capacidad de fuego de la patronal. Así fue, es y será.

Fabol ha tenido en la única gestión sempiterna que recuerdo aciertos y errores. En todos los sindicatos del mundo, los cargos son rotatorios y democráticos; las bases mandan. ¿Hace cuánto y por qué Paniagua y Melgar están eternizados en sus cargos? ¿Acaso no entienden que esa perpetuidad es ahora la mayor excusa que tienen los enemigos de la sindicalización para atacar a Fabol? ¿En serio no existen ex jugadores que puedan rejuvenecer con ideas nuevas esta institución necesaria? Conozco casos donde Fabol, en silencio, ha ayudado a jugadores modestos y exfutbolistas. Pero, ¿por qué conocemos un día sí y otro también episodios como el de Carlitos Salas? ¿Por qué se abandonaron las sedes de los ex jugadores y sus mutuales? ¿Por qué tanta ingratitud con estas leyendas que tantas alegrías nos dieron? En nuestro fútbol hay sueldos de 50.000 dólares al mes pero seguimos sin poner un peso en lo básico: preparar a los changos del mañana, velar por los veteranos del ayer. Fracasamos como fútbol y como sociedad al no cuidar a nuestros mayores. Lo siento y no lo entiendo.

(*) Ricardo Bajo es periodista