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Salgan a matar

El empate heroico de la Verde en Asunción trajo una brisa de aire fresco a la selección. La arenga del presidente Fernando Costa en el hotel antes de salir a jugar el partido en el “Defensores del Chaco” pesó sobre el ánimo de los jugadores. “Salgan a matar, regalen una victoria a Bolivia”.

Los malpensados dicen que la clave fue los 50.000 dólares ofrecidos por la victoria. Los amanuenses de Farías apostillan que el técnico venezolano también ofreció una platita. Da igual que da lo mismo. El resultado fue otra Bolivia.

El fútbol se juega con la cabeza, el fútbol es un estado mental. Durante los tres primeros partidos de la selección, tuvimos dos presidentes de la Federación, detenciones, fiscales y policías dando vueltas por todo lado. Padecimos una guerra de baja intensidad entre grupos de poder. En esas circunstancias concentrarse en la pelota fue difícil para todos. También tuvimos groseras equivocaciones a la hora de convocar jugadores (¿Henry Vaca fue llamado y jugó para buscarle equipo?), preferencias inexplicables del técnico y un largo etcétera que nos han sumido en un pozo del cual saldremos cuando dejemos de cavar.

La primera parte y especialmente el último tercio de la misma fue un mensaje para todos, para el propio equipo, para la Federación, para la hinchada. Se puede presionar arriba y robar, se puede hacer daño al rival en su casa, se puede ser efectivo (dos llegadas, dos goles), se puede recuperar la fe y la ilusión perdida. Para eso hay que construir una identidad de juego, una manera de plantarse en el “field” de visitante.

Durante los primeros años del CholoSimeone en el Atlético de Madrid, el “colchonero” jugaba siempre a lo mismo: sabedor de su inferioridad técnica ante los grandes, el rojiblanco se metía atrás con el puñal entre los dientes, mordía en el medio y contragolpeaba con instinto asesino. Para jugar así, el Choloarmó una dupla central impasable y unos jugadores que creían a muerte en su idea.

Para llegar a Qatar, necesitamos sacar puntos fuera de casa y para eso es urgente armar un equipo que sepa jugar sin improvisaciones. ¿Tenemos dos centrales fijos de garantía y dos carrileros de ida y vuelta constante? ¿Tenemos un cinco que arañe? ¿Tenemos delanteros con capacidad de sacrificio? Quizás todavía no. Quizás solo tenemos una arenga y una ilusión. Ya es algo, ayer no teníamos ni eso.

(*) Ricardo Bajo es periodista