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Sabella, Un personaje muy querido

«Siempre podemos aprender y enseñar, todo lo tenemos que hacer con el otro, solos no podemos hacer nada», había dicho en una conferencia al ser distinguido por la Universidad pública de La Plata, a 60 km al sur de Buenos Aires.

Sabella fue un personaje muy apreciado y querido del fútbol. Afirmaba que a este popular deporte lo trajo desde la cuna. «A la pasión no la perdemos nunca, pero mi prioridad es terminar de consolidar mi mejoría», dijo en momentos que luchaba contra el cáncer.

Sabella llevó a la selección argentina liderada por Lionel Messi a la final del Mundial de Brasil-2014 que perdió en el alargue ante Alemania por 1-0.

‘Pachorra’, no holgazán

 Un periodista le puso el apodo de ‘Pachorra’ (tranquilo, cansino) porque decía que Sabella dormía mucho la siesta. «Pero no era porque no corría en la cancha, ojo!», aclaró.

Al analizar a la Albiceleste señaló una vez: «Fuimos potencia, tenemos dos títulos del mundo (Argentina-1978 y México-1986) y tres finales (Uruguay-1930, Italia-1990 y Brasil-2014) pero los mejores, ni de cerca».

«Tenemos que darnos un baño de humildad al margen de sentirnos buenos y que eso sea positivo», subrayó.

Como futbolista, tenía un estilo muy técnico y poseía un gran don de conducción.

En 2009, después de ganar la Libertadores, Estudiantes jugó la final del Mundial de Clubes ante el Barcelona de Messi, Ibrahimovic, Henry y Xavi, y Pep Guardiola como técnico, un enfrentamiento que los argentinos jugaron de igual a igual hasta que un bonito gol del ahora capitán argentino en la prórroga selló el resultado 2-1.

En el banquillo, fue también asistente técnico de Daniel Passarella en la Albiceleste, en la selección uruguaya, en el Parma de Italia, en el Corinthians y en el Monterrey de México.

Aficionado a las cábalas

Era un amante de las cábalas, obsesivo planificador del juego, hombre cerebral, sin alharacas y de tan bajo perfil que nadie creía en él antes de llevar a Argentina a la final en Brasil-2014.

Así como llegó, en silencio, se fue. Era tan puntilloso en montar sus sortilegios para ganar partidos como empeñado en evitar la exposición pública. No estaba cómodo en las conferencias de prensa, pero aprendió a usarlas.

«Soy una persona equilibrada y me gustan los equipos equilibrados», dijo una vez para autodefinirse y a la vez pregonar su manera de ver y sentir el fútbol.

Fue un discípulo de Carlos Bilardo, DT ganador de un Mundial, el de México-1986, y subcampeón en Italia-1990.

«Tenemos que tener siempre los pies sobre la tierra», afirmaba. Hombre sereno, se tomaba su tiempo. Pero también era verlo impaciente tras la raya de cal. Era de aquellos a los cuales «la procesión les va por dentro»

(08/12/2020)