Un cuento de hadas en Dinamarca
La noche danesa se cubrió de luces, las estrellas brillaron como nunca y las bengalas y fuegos de artificio surcaban el aire. Todo adquirió un tono festivo. Jóvenes, niños, abuelos, hasta circunspectos matrimonios, tal vez él ingeniero y ella profesora, salieron a las plazas a sumarse a ese inopinado pero maravilloso festejo nacional. La bandera de Dinamarca había flameado en lo alto del estadio Ullevi, en Gotemburgo, en señal de triunfo. Para dimensionarlo: Dinamarca es un pañuelo, entra cuatro veces en Uruguay, pero el pequeño país con un hijo grandote -Groenlandia- acababa de dar un golpe monumental en la Eurocopa de 1992 y la euforia desbordaba a los cinco millones de daneses. La selección color tomate había vencido 2-0 en la final a la Alemania campeona del mundo y levantaba la copa. Una conquista única, por la forma increíble en que se dio y porque Dinamarca no ganó otro torneo así, ni antes ni después. Su historia futbolera es muy modesta.
Ahora que vuelve la Eurocopa vale exhumar una de las historias más bonitas que el fútbol haya entregado. Y ha dado muchas…
Tras una excelente eliminatoria en un grupo complicado con Yugoslavia, Austria, Irlanda del Norte, Dinamarca quedó fuera de la Eurocopa por un punto: 13 frente a 14 de los balcánicos, que reunían a una generación dorada con Davor Suker, Robert Prosinecki, Srecko Katanec, Alan Boksic, Darko Pancev. Parecía injusto, ningún otro segundo había logrado tal puntaje y se iba eliminado a casa. Sin embargo, duendes inesperados meterían la mano… En el interín, Croacia, Eslovenia y otras repúblicas yugoslavas habían declarado su independencia y estalló la guerra en los Balcanes, con exterminio y atrocidades insólitas. Serbia y Montenegro continuaron bajo el rótulo de Yugoslavia, pero la ONU les aplicó severas sanciones por sus acciones de guerra. Era un momento de convulsión política en el Viejo Mundo. Unión Soviética, también desintegrada, participó como CEI, Comunidad de Estados Independientes, y Alemania acudió al torneo unificada, ya no Alemania Occidental u Oriental.
En los meses subsiguientes a la Eliminatoria empezó a tomar fuerza una versión de que Yugoslavia sería excluida de la Eurocopa, lo cual se confirmó once días antes de iniciarse el torneo. La UEFA se oponía, pero, presionada por la ONU, tomó la indeseada medida. ¿Solución…? Llamar al segundo de su grupo y que juegue. Era Dinamarca. Muy democrático, pero… ¡Sus jugadores estaban de vacaciones…! El técnico Richard Moller-Nielsen debió llamarlos de urgencia. “Hay que regresar, nos vamos a la Euro en Suecia”. Varias figuras como el fenomenal arquero Peter Schmeichel, Henrik Larsen, Flemming Povlsen o Brian Laudrup se presentaron; en contraposición, la superestrella Michael Laudrup, que brillaba en el FC Barcelona, se negó a participar, enfrentado con el entrenador por su estilo hiperdefensivo. Michael (quizpas el futbolista más elegante que este cronista haya visto) adoraba el fútbol de ataque.
Dinamarca llegó feliz de participar, aunque sin preparación. Llevaba siete meses sin competir, desde que terminara la clasificatoria. Y encima le tocó un camino durísimo: el local Suecia, Inglaterra y Francia en su zona. Para empeorar el panorama, empató el primer partido (0-0 vs. Inglaterra) y perdió el segundo (0-1 ante Suecia). Llegó al último encuentro como colista, necesitaba una victoria propia y que Inglaterra no ganase a los suecos. Contra todo pronóstico, logró un insospechado 2-1 sobre Francia y, gracias a la combinación de resultados, pasó a la segunda fase. Allí lo esperaba el campeón vigente, la Holanda de Van Basten, Ronald Koeman, Ruud Gullit, Frank Rijkaard, Dennis Bergkamp, Frank de Boer… Una maquinaria. Dos veces se puso arriba la selección danesa, dos veces igualó la Naranja Mecánica. L…