Un inglés da una mano a Chile (otra vez)
Introducción: Farías se arrepiente de su planteamiento ultraconservador ante Paraguay y prueba otra cosa. El venezolano devuelve el arco a Lampe y pone sobre la cancha al “Conejo” y al debutante Chura para atacar por los costados. Tres de cal y una de arena: incomprensiblemente Ramiro Vaca aparece de volante mixto de contención junto a Leonel Justiniano, muy lejos del “box” contrario. Arriba, va a esperar Gilbert mientras se extraña al “rebelde” Martins, castigado por ejercer su derecho a la libertad de expresión ante la “dictablanda” de la Conmebol. ¿No hay en toda Bolivia un tercer centro delantero? La “roja” del uruguayo Lasarte vuelve a la línea de cuatro con tres delanteros para desbordar por afuera. Arbitra, por primera vez en Copa América, un “referee” español, Jesús Gil Manzano, el hombre que se atrevió a expulsar a Messi con el Barsa.
Nudo: cuatro atajadas de Lampe impiden una goleada en contra. ¿Llegará la autocrítica de Farías? La selección boliviana enfrenta el “match” de otra forma: trata de tener más la pelota (nuestra gran tarea pendiente fuera de La Paz), trata de asociarse, trata de llegar al arco de Claudio Bravo. Trata, intenta y esa ya es una gran “noticia”. Cuando juega en cancha rival, no finaliza jugada y queda expuesto en las transiciones veloces. En una de esas, llega el solitario gol gracias a un inglés (de madre chilena) llamado Ben Brereton (que ni siquiera habla castellano). Esto no es un capítulo de la mal llamada “Guerra del Pacífico” (léase –mejor- “invasión”), esto es simplemente fútbol. El tridente ofensivo boliviano va a tener tres ocasiones claras de gol: Fernández, Saavedra y Vaca.
Desenlace: la “verde” sigue el mismo libreto y encajona -sin profundidad- a la “roja” en su arco. Ver para creer. Con Ramallo en cancha (por Chura), la buena noticia es la posesión en campo rival. Así se fabrican chances de media distancia gracias a un eléctrico Saavedra, el mejor hombre (junto a Arce). La mala noticia es la falta de gol: sin Marcelo Martins, no hay festejo.
Post-scriptum: Bolivia sufre el síndrome de la frazada corta. Cuando intenta estirar la cobija para hacer daño, la zaga queda al desnudo; cuando se repliega hasta las orejas, renuncia al partido. Se puede perder pero se puede caer de otra manera. Quedan dos partidos de Copa América (frente a Argentina y Uruguay) y Farías no tiene otra que redoblar su apuesta valiente y olvidar de una vez por todas el miedo.