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La torre Eiffel, la Gioconda… Y Messi

“Aún no me lo creo, nos lo han regalado”, se pellizcaba un felicísimo hincha del Paris Saint Germain frente a un micrófono. Otro, ya entrecano, entrevistado en la larguísima cola para comprar la camiseta del 30 (ahora es El Pibe 30), confesó: “Nunca en mi vida compré una camiseta de fútbol, pero esta la quiero”. El francés en general y el parisino en particular no es fanático del fútbol como el inglés o el italiano, es más público de rugby, pero todos están experimentando el orgullo de tenerlo. Paris entera se ha prosternado ante la llegada de Lionel Messi como no había sucedido jamás con otro personaje futbolístico. O quizás de ningún tipo. A la patria de L’Equipe y France Football nunca le había tocado un Di Stéfano, un Pelé, un Cruyff, un Maradona. Ahora tiene a Messi.

La elegantísima Ciudad Luz sonrió, se emocionó, se iluminó como nunca para dar la bienvenida al gran crack de la pelota en lo que ya empieza a catalogarse como “el pase del siglo”. Por tratarse de quien se trata, por los clubes que involucra, por la sorpresa general. Y porque no costó un peso. Nadie, salvo Joan Laporta y sus perspicaces compañeros de directiva, podían soñar jamás que el FC Barcelona empujaría a Messi hasta la puerta de calle y se la cerraría en la cara. Nadie imaginó que se iría de Cataluña. Menos la familia. Por eso el enojo (Messi se las ingenió en la rueda de presentación para no pronunciar la palabra Barcelona). Porque cuentan que su esposa Antonella quedó partida cuando le dijeron “te tenés que ir”. Pero ahora comienzan otro capítulo de vida. Leo, segurísimo de seguir en su Camp Nou, lloró desconsoladamente. “Son lágrimas de cocodrilo”, rebuznaron en Cataluña. Entonces, además del Balón de Oro hay que darle el Oscar, es genial también actuando.

«El eje del fútbol tiene desde ahora su epicentro en París. Hay decisiones que marcan una temporada y otras que marcan la historia de un club. Dejar tirada a una leyenda, como hizo el Barcelona pertenece al segundo grupo», escribió Jorge Valdano. Las dos traiciones mayores de la historia de este juego tienen como protagonista al club azulgrana. La primera fue de Figo al Barça. El portugués, que era un ídolo azulgrana y tenía contrato vigente, entrenó una mañana en Cataluña, dijo a todo el mundo “hasta mañana” y al mediodía siguiente era presentado por Florentino Pérez como nueva estrella del Real Madrid frente a todos los canales de TV. Los hinchas culés, los ojos desorbitados, no entendían si era una broma o una equivocación. La segunda es esta del propio Barcelona a su máximo héroe deportivo: Messi. Es el portazo del siglo.

“Messi no puede ser la única víctima de la crisis”, protestó Lluis Mascaró, director del diario Sport, de Barcelona. Pero hoy debuta el once de Koeman frente a la Real Sociedad y están todos los demás. A nadie pudieron transferir, ninguno se quiso ir, nadie se rebajó el sueldo como pedía la directiva, a nadie regalaron el pase libre y todos fueron inscriptos. Siguen todos menos el 10. Los jugadores y sus representantes piensan “¿Ustedes haciendo pases extraños de a 150 millones y nosotros debemos bajarnos el sueldo…?”

Ayer se anunció pomposamente que Piqué (“en un gesto que lo honra”) se bajó el sueldo. Un eufemismo. No cedió un euro, sólo le redujeron el salario actual y le agregaron un año de contrato, que tal vez nunca cumpla. Está al borde los 35 años y se lo estiraron hasta 2025. Pero el tecnicismo contable permitió inscribir a Depay y Eric García. Cobrará todo, sólo que diferido. Ese fue su gesto.

En su arribo a Francia el martes y en la presentación oficial el miércoles, en cada acto protocolar, Messi lució feliz como tal vez nunca se lo vio en Barcelona. Se sintió amado. Pero, además, expresó un agradecimiento infinito porque sabe que el PSG le tiró un salvavidas: el jueves 5, cuando el Barça le comunicó que no tenía lugar para él, Leo se vio fuera del fútbol. Con las ligas empezadas o a punto de iniciarse, no había tiempo para negociar con ningún club del mundo, acaso volver un año gratis a Newell’s. Se cruzó este barco y lo subió a cubierta, le dio una frazada y un café caliente. Por eso enfatizó tanto que dará todo para prolongar los éxitos. Messi se quedaba sin jugar, así de simple. ¿Fue una jugada macabra o una estupidez más del Barcelona…? Imposible responderlo. Ernesto Cherquis Bialo, brillante maestro de El Gráfico, definió genialmente la situación: “Es como si La Gioconda buscara museo”. Tal cual. Como si el Louvre le dijera “haz las maletas, ya no tienes lugar aquí” a la enigmática dama del cuadro. “Pero si vienen para verme a mí…” “Lo siento, no tenemos presupuesto para darte seguridad, debes irte”.

En ese momento y con grandes reflejos, el brasileño Leonardo, aquel excelente lateral izquierdo del Mundial 1994, hoy director deportivo del PSG, apenas conoció la noticia levantó el teléfono, habló con Jorge Messi y le hizo la propuesta. Pidió hablar con Leo y le dijo claramente: “Acá vas a tener todo, especialmente cariño”. Su gran compadre futbolístico Neymar lo llamó también y, para convencerlo, le ofreció el número 10 de su dorsal, lo cual Messi rechazó: “No, es tuyo, te lo ganaste, yo juego con cualquier número”. La suya será la 30, con la que debutó en 2004. En verdad, no había demasiada necesidad de convencerlo: Messi no tenía más opciones.

El PSG puso el jueves a la venta en sus tiendas la casaca de Leo a 158 euros y las filas fueron interminables. Los expertos de marketing informaron que de Neymar se venden un millón de esas prendas al año y estimaron que de Messi serían un millón y medio, sin embargo, tras el segundo día la comercialización sobrepasó todas las previsiones, por eso, desde Nike piensan que se venderán 10 millones el primer año (unos 1.500 millones de euros). De cada una que se expende en el mundo, al PSG le corresponde el 15%, de las que se despachan en sus propias tiendas le queda el 33%. Una está frente al estadio Parque de los Príncipes y la otra en la exclusiva avenida de los Campos Elíseos. “También se concentró mucha gente en las galerías Lafayette, tradicional punto de venta de ropa”, nos dice Juan Pablo Palacios Casas, colega peruano radicado en París hace veinte años. “Y está la venta informal, que son imitaciones, pero muy bien hechas -agrega-. De esas van a salir toneladas en Asia, África, América… En la famosa feria Gamarra, de Lima, un comerciante mandó hacer 5.000 camisetas, pero con el número 10, je… Y culpó al jeque por la equivocación. Igual las va a vender”.

El jueves, mientras París veía colas interminables para comprar la 30, los 142.000 socios del Barça recibieron un correo de la tienda del club en el que se seguía ofreciendo la camiseta 10 de Leo. Inédito: vendía en dos clubes.

Además del terremoto mediático, la sensacional contratación supuso un golpe de popularidad para el cuadro de la torre Eiffel. En su cuenta de Instagram subió de 18,9 millones de seguidores a 46,7 (hasta ayer), confirmando que los ídolos tienen mayor poder que los clubes.

Messi rompe todo. Sólo con el mercadeo genera más ganancias que lo que cuesta su contrato. En contrapartida, el Barcelona, que admitió que ocho de cada diez camisetas expendidas eran de Messi, verá reducidos dramáticamente sus recursos. Ejecutivos de diversas consultoras creen que ya en el primer año perderá de ganar mucho más de lo que costaba retenerlo. Ello sin contar el factor turístico. “Messi es un ícono inseparable de Barcelona y del Barça, no debe irse nunca”, dijo hace un año Ada Colau, alcaldesa de la Ciudad Condal. No la escucharon. El 8% de los visitantes de la ciudad llegaba para ver un partido del Barça con Messi, comprar su camiseta y visitar el museo donde están sus trofeos. «Su ausencia tendrá un impacto muy fuerte para Barcelona como destino turístico y otras áreas de negocio relacionadas también sufrirán por este hecho. Messi es uno de los principales embajadores de la ciudad en el mundo. Mucha gente vincula la marca Barcelona con Messi», explicó Nicole Kalemba, doctora en Economía y Empresa y profesora de la UPF Barcelona School of Management especializada en turismo deportivo.

“El club y la ciudad perderán relevancia sin él, yo al menos no miraré los partidos del Barcelona”, dice Eduardo, abogado especializado en derecho deportivo. Algo en lo que coincide César Luis Menotti: “No me interesará este Barca sin Messi”. Decenas de millones de seguidores en todo el mundo se pasarán ahora al PSG. Países exóticos como Bangladesh, donde se asegura que 150 millones de habitantes son messiánicos, o en Japón, China, Corea, Malasia, Singapur donde tiene legiones de adeptos (o Brasil e Inglaterra, los dos países donde más lo adoran), trasladarán ahora la señal futbolera de la TV a la Ligue1.

El exvicepresidente Emili Rousaud publicó una carta abierta: “Las lágrimas de Messi eran la demostración de que él no quería irse. Se nos va el más grande de nuestra centenaria historia, en pleno agosto, con Barcelona medio vacía y el socio triste y en estado de shock». Y agregó: «Messi es un jugador franquicia, genera muchos ingresos adicionales a través de patrocinios, entradas o las propias audiencias televisivas. Es imprescindible anular los contratos de aquellos jugadores que no merecen lucir nuestro escudo, que no nos darán gloria alguna y sí, en cambio, preservar a nuestros símbolos, a las leyendas que han marcado no sólo una época sino una etapa de nuestras propias vidas. Adiós Leo y mil gracias por todo”. David Amador, periodista de La Xarxa y socio del FCB, fue más prosaico: “Perdonadme la expresión, pero somos el club más pelotudo del mundo”.

Ya comenzó una guerra entre Laporta y su antecesor Bartomeu. Ambos se culpan de no haber sabido retener al ídolo. Laporta habló de la herencia nefasta que le dejó Josep María, éste lo acusó de falta de capacidad. Ya se habla de que Laporta podría no llegar al final de su mandato. Como siempre, los resultados del equipo disimularán o hundirán.

En el mismo momento en que el rosarino llegaba a París y era aclamado por las calles, una cuadrilla de trabajadores quitaba sus imágenes del frente del Camp Nou. La pregunta: ¿era necesario hacerlo tan rápido…? La velocidad que imprimió el FCB en borrar todo rastro de Messi resulta llamativa. En contrapartida, París le rindió en 24 horas más cariño y emociones que Barcelona en veintiún años. Lo aclamó, le dio calor y una bienvenida maravillosa. Messi exudaba emoción y agradecimiento. Ahora, a demostrar.