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Infantino y la FIFA, contra las cuerdas

El flemático anuncio que desató la tormenta: “La Premier League no cederá a los jugadores sudamericanos que compitan en sus equipos a los seleccionados para la triple jornada de la Eliminatoria”. La comadrona española, dos pasos atrás: “LaLiga apoyará en todos los ámbitos la decisión de los clubes españoles de no liberar a sus jugadores internacionales para la convocatoria de CONMEBOL y realizará acciones legales pertinentes contra esta medida que afecta la integridad de la competición”. El contragolpe: “La FIFA amenazó con aplicar sanciones a las federaciones u otras instituciones que no entreguen a sus futbolistas para los partidos de las Eliminatorias al Mundial”.

FIFA puso el revólver sobre la mesa, pero nadie se inmutó. Al contrario, después de su advertencia Italia y Portugal se sumaron a la rebelión. Al final de la pulseada, los futbolistas vendrán, no obstante es el mayor levantamiento contra la matriz del fútbol en sus 117 años de existencia. Se le atrevieron, desafiaron su autoridad y lo estipulado en su estatuto. En tiempos de Havelange, el brasileño de origen belga hubiese sacado el hacha y aplicado una sanción sangrienta, pero desde el FIFAgate hacia acá la entidad de Zurich perdió prestigio y poder. Y Gianni Infantino no concita la adhesión ni el respeto de sus antecesores. Ya Florentino Pérez anunció la Superliga Europea con un descaro inédito. No prosperó, pero quedó claro que a él y a otros presidentes de clubes les importaba un rábano el orden establecido.

Si efectivamente a los futbolistas sudamericanos que actúan en Inglaterra, España, Italia y Portugal les hubiesen impedido venir a defender a sus selecciones, sería no sólo un precedente nefasto, Infantino terminaría como Luis XVI, ejecutado. La FIFA pasaría a ser una entidad tilinga y significaría el fin de la organización del fútbol como la conocemos. Que, mejor o peor, funciona desde hace 117 años.

“Acciones legales pertinentes”… ¡Vaya petulancia…! La Liga Española, como la Premier o la Serie A italiana no tienen autoridad para contrariar a la FIFA. Como si la liga de Cochabamba se envarara contra la matriz del fútbol. Las ligas están por debajo de sus asociaciones, son órganos internos de estas. Las afiliadas a la FIFA son las asociaciones. Y éstas al momento de unirse declararon aceptar las reglas del fútbol asociado. Los británicos inventaron este juego y la Asociación Inglesa es la primera del mundo en su tipo -de 1863- pero en 1905 pidió su ingreso a la FIFA, que había sido creada por otros siete países. Porque, vale aclararlo, la FIFA no está afiliada a la asociación inglesa, es al revés. Lo mismo es con sus 210 congéneres de todo el mundo. El fútbol asociado es un principio piramidal cuya cabeza es la FIFA. Así es la estructura. Si alguien no está acuerdo puede salirse; y si quiere permanecer debe cumplir las reglas.

Éstas, aprobadas por el Congreso -máxima instancia de la FIFA- fijan un calendario internacional para las competiciones de clubes y de selecciones. Y determinan qué torneos son oficiales a nivel de selección. Los oficiales -Mundial, copas continentales y Copa Confederaciones- se deben respetar. Ahí deben entregar a sus jugadores. En cambio los clubes son libres de negar a sus efectivos, si así lo desean, para el Torneo Olímpico o los Mundiales con límite de edad (Sub-20, Sub-17). 

“Pero los jugadores pertenecen a los clubes, ellos les pagan”, se esgrime. Para competencias entre clubes sí; a nivel de selecciones pertenecen a su país. Neymar se debe al Paris Saint Germain mientras dure su contrato, a Brasil está unido para siempre. Ya no puede jugar por otra bandera. La FIFA incluso da un resarcimiento a los equipos por ceder sus profesionales en los Mundiales. La UEFA hace lo propio cuando disputan la Eurocopa. A su vez, las asociaciones pagan premios a los futbolistas cuando juegan por sus selecciones. Está todo pensado y acordado. La Premier League no puede decidir si libera a los jugadores sudamericanos o no. Estos son libres de ir. No pueden atajarlos en el aeropuerto. El arquero argentino Emiliano Martínez, del Aston Villa, fue contundente: “Yo voy seguro, me dejen o no”. No pueden penalizarlos por ello ni tomar ninguna acción coercitiva cuando regresen de jugar la Eliminatoria. Los ingleses, tan escrupulosamente reglamentosos, lo saben. Su anuncio fue una bravata, si pasaba, iban por más.

Infantino, en una posición de debilidad sorprendente, recurrió a la buena fe de Boris Johnson, primer ministro inglés. Le mandó una cartita: “Boris querido, te pido esta gauchada, liberame a los muchachos…” El tono era más que cortés, casi implorante.

Todo este embrollo -de real gravedad- es porque los clubes ingleses no podrían utilizar a dichos futbolistas hasta diez días después de haber vuelto al país debido a la cuarentena obligatoria que ha impuesto Inglaterra para quienes viajan al exterior. Si les exigen aislarse, los jugadores se perderían dos partidos del campeonato, una jornada de competencias UEFA y la tercera ronda de la Copa de la Liga.

La Premier League tiene una norma inflexible: no permite contratar jugadores extranjeros que no sean de selección. Esto es para mantener alta la vara de la calidad y para que el campeonato, un producto refinado y cuidado, no se vea profanado de mediocridad. ¿Y luego no quiere permitirles que jueguen por su selección…? Cuando un jugador defiende a su selección aumenta su cotización, o sea es beneficio para su club. Si un club vende a un futbolista campeón de liga tiene un precio, si vende a un campeón del mundo ese valor se multiplica.

El fútbol de clubes divide, el de selecciones une. Por eso apasiona tanto, porque está investido de la nacionalidad, de la identidad y las raíces. Representa en cierto modo el carácter y el talento del país. Aparte de ello, en el campo internacional nacieron mucho antes las competencias de selecciones que las de clubes. La Copa América empezó en 1916, la Libertadores en 1960. En Europa fue igual. Sin embargo, el eje del poder actual pasa por los quince o veinte clubes de élite europeos. Y estos se muestran díscolos con la UEFA y la FIFA.

Sudamérica, pobrecita, quedó empequeñecida como nunca, desvalida. La Conmebol ni abrió la boca. Europa maneja esta industria, de aquí les enviamos trabajadores (cada vez menos). Así está el panorama. Pero esos trabajadores salvarán la ropa: van a llegar hoy y la triple fecha se va a jugar. Porque los futbolistas tienen más poder (y más agallas…) que la Premier League y que la FIFA misma. Ya habían decidido que, con prohibición no, venían igual. Y nadie se atreverá a sancionarlos. Cuidado: salvan la situación, no la autoridad de Infantino.

Un grosero error de la Liga Española -recurrir al TAS para darle respaldo legal a su pretensión- posibilitó que automáticamente todos los futbolistas quedaran habilitados para venir. El TAS -órgano judicial que dirime todos los pleitos del fútbol- dictaminó que, en este caso, las ligas deben cederlos para que puedan jugar por sus selecciones pues se trata de una Eliminatoria mundialista. De tal modo, las cuatro ligas europeas incurrieron en un papelón monumental. Pero no tapa el irrespeto a la FIFA y el ninguneo a Infantino.