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Sin mística no se puede ni entrar a la cancha

Brasil se perdió en el horizonte, Argentina ya se ve más chiquita. Uruguay va enrumbado, Colombia se enderezó y puso proa en igual dirección que ellos. Y Ecuador está entre que voy y me quedo, pero es la mejor de todas las embarcaciones restantes. Así está hoy el mar de la Eliminatoria. Que difícilmente cambie mucho de aquí a fin de marzo próximo, cuando quede definida la grilla sudamericana para Catar 2022. El 4 de octubre pasado, como previa al comienzo de la carrera mundialista, titulamos una columna “Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia y…” Sugeríamos como quinto a Ecuador. Era el panorama que pintaba en el fútbol continental de acuerdo a la potencialidad de los diez competidores, la cual se compone de calidad y cantidad de jugadores, categoría de su cuerpo técnico, tranquilidad y capacidad institucional de cada federación para acometer la empresa.

Un año después, muy poco ha cambiado. Los fuertes siguen siéndolo, acaso Argentina está mucho más sólida y en crecimiento, y Colombia ha recuperado la fortaleza futbolística y la confianza para ser nuevamente competitiva, como corresponde a los jugadores que posee. Y en lo individual, salvo Luis Díaz, no han aparecido nuevas estrellas en la región. Hubo, sí, un cambio radical: tras disputarse la cuarta fecha, Chile le ofreció a Colombia a Reinaldo Rueda. A como diera lugar quería sacarlo porque negociaba a sus espaldas la contratación de Matías Almeyda y, para no pagarle indemnización, le consiguió equipo (lo confirman los magníficos periodistas chilenos Danilo Díaz y Juan Cristóbal Guarello). Dado el pavoroso inicio de Carlos Queiroz, la Federación Colombiana aceptó. Finalmente, Almeyda desistió de ir a La Roja y Chile, urgido, desesperado casi, tomó al primero que vio, el uruguayo Martín Lasarte, que estaba en Santiago por razones personales. Fue un cambio decisivo en la clasificatoria. Chile era sexto con 4 puntos, 6 goles a favor y 6 en contra; Colombia séptimo también con 4 y un saldo goleador deficitario de 6 / 11. A partir de ahí se realizaron cinco jornadas: hoy Colombia es quinto con 13 puntos y en goles está 16 a 16; Chile es octavo con 7 unidades, 9 goles marcados y 13 recibidos. Un vuelco fundamental propiciado por la propia dirigencia del fútbol chileno. Ni a Bartomeu se le hubiera ocurrido. “Rueda nunca pidió permiso para negociar con su país, lo ofrecieron”, escribe Guarello.

Si ambas selecciones mantenían a sus entrenadores, hoy la tabla cantaría otra canción. Pero así se dio. Fuera de ello, asistimos a una maratónica y convulsionada triple jornada en ocho días, con viajes transcontinentales de ida y vuelta, enfrentamientos entre clubes y ligas con la FIFA por la cesión de futbolistas y el lamentable atropello de Brasil en su partido frente a Argentina. En el medio, los arbitrajes que solemos lamentar en Sudamérica. Hace tiempo no sentíamos la punzada de la injusticia como en el Uruguay 1 – Ecuador 0. El juez brasileño Daronco, ya tristemente célebre, ignoró dos patadas monumentales de Bentancur y Nández. Les mostró amarilla cuando eran para una noche de calabozo. ¿Y el VAR…? Bien, gracias. Uruguay (con la reciedumbre de sus grandes épocas) debió haber jugado un largo rato con nueve. Pero en el minuto 92 llegó al gol gracias a un fantástico desborde por derecha de Nández, quien ya debía estar duchado y mirando desde la platea. Y antes hubo un penal clarísimo de Giménez a Michael Estrada, pasado por alto también por el mencionado Daronco, quien lisamente decidió el resultado. Ecuador, el país entero, se sintió robado, impotente, con el pecho saliéndosele por la garganta. Estas perlas negras pertenecían al pasado, no deberían suceder más. Daronco las exhumó.

Hubo también páginas blancas. Una fue la estimulante victoria de Colombia 3 a 1 sobre Chile. Que se pareció mucho a aquellos inolvidables primeros tiempos de Pekerman. Volteó a un rival que “era” directo, lo hundió en la tabla, sigue invicto con Rueda y sumó de a tres. Pero lo relevante fue su fútbol penetrante, veloz, potente, hasta con lujos. Fue un equipo seguro de sí mismo, confiadísimo. La tarea de reconstrucción de Reinaldo Rueda en sólo tres meses es asombrosa. Los jugadores querían tocar, demostrar, hacer goles. Eso muestra el clima interno actual. Queda toda una rueda y es brava la carrera: le falta jugar dos partidos con Brasil, visitar a Uruguay y Argentina, pero ahora respira otra brisa y sopla viento de popa.

Otra página agradable es el presente de la Selección Argentina, que crece de a pasitos cortos, pero está, como Colombia, cada día mejor de la cabeza. Eso le permite mejorar su fútbol, desarrollarlo con mayor convicción. Ganó los dos partidos (3-1 a Venezuela y 3-0 a Bolivia) derramando situaciones de gol. Scaloni, al final, ha hecho un trabajo magnífico, tapando muchas bocas (la de este cronista incluido). Silenciosamente logró el recambio, armar un EQUIPO. Y rodear mejor a Messi, algo que todos proclamaban y ninguno gconseguía. Messi se siente feliz ahora con la celeste y blanca. Y, como dice Guardiola, “si Messi está feliz, hay paraíso”. Pese a jugar sólo 25 minutos en el PSG en el término de 60 días, fue el eje de los dos triunfos y marcó un triplete bellísimo a Bolivia con el que batió el récord de Pelé en materia de goles seleccionados. También se convirtió en el máximo artillero histórico de las Eliminatorias Sudamericanas. Pero, como siempre, lo más trascendente en él es la belleza de su juego, de sus goles elaborados, artísticos. Ya definitivamente en su rol de armador, mucho más retrasado en el campo, lleva 17 años en el mismo altísimo nivel de excelencia, algo que el fútbol jamás había visto. Cuida su cuerpo científicamente, llega dos horas antes al entrenamiento y, aunque está en la lista Forbes de los ultramillonarios, muestra un deseo irrefrenable de jugar todo, de no perderse un minuto ni en su club ni en la selección. Su gen competitivo es notable. Si fuera por él, quisiera que ya fuera octubre para acometer la siguiente triple fecha eliminatoria.

¿Y Bolivia…? Da la impresión de que participa por participar, porque lo obliga el reglamento. Hay que viajar, viaja; hay que presentarse a jugar, se presenta; hay que patear para aquel lado, patea… Se le advierte cero mística. Y la mística de un vestuario la crea el director técnico. Si el entrenador empieza con excusas entonces que no acepte. Fernando Costa asumió con la Eliminatoria empezada y el técnico puesto. Para la próxima es preciso revolucionar el proceso. No es un tema menor, la selección viste los colores del país, cuando sale a jugar tocan el himno nacional, si gana alegra a toda la nación, si pierde la deprime. Esta verde no representa a su gente.

El Brasil de Tite no deslumbra, pero en resultados es una apisonadora y aún con once bajas (los jugadores desafectados de la Premier League y de Rusia), consiguió puntaje perfecto ante Chile y Perú. Otro que aprovechó en grande fue Uruguay: obtuvo 7 puntos de 9 y desbancó del tercer puesto a su vencido Ecuador. En Paraguay estaba “casi echado” el DT Eduardo Berizzo, pero Venezuela, el gran salvador de todos, le tiró una soga y sigue en competencia: sexto a dos puntos de Colombia. Ambos se verán en noviembre en Barranquilla.

Queda por resolver el escándalo de Brasil-Argentina. Que un particular armado entre en un campo de juego mientras se disputa un partido de Eliminatoria de un Mundial que están viendo millones y empiece a arrear jugadores no se vio nunca, ni en la selva. FIFA habilitó a los jugadores en planilla, podían jugar. Y, como confirmó el presidente de Conmebol (también vice de la FIFA), “El protocolo firmado por los diez gobiernos del continente les permitía ingresar a Brasil, desde Inglaterra o desde cualquier país del mundo”. Alejandro Domínguez agregó: “De última, si los querían detener igual podían haberlo hecho antes o después del partido”.

Es una ley del fútbol que está en el reglamento de la FIFA: el local es el responsable del espectáculo. De su celebración y consecución. Quien debe dar las garantías para su normal disputa. No puede ser el que invada el campo de juego y aborte el encuentro. Sería el fin del fútbol si cualquiera puede entrar y suspender un partido por la causa que fuera. Sentaría un precedente nefasto. A partir de esto cualquiera presentaría una denuncia falsa en una fiscalía y sería suficiente para interrumpir y abortar un partido. El fútbol tiene garantías, se las da el mismo país anfitrión. No se puede entrar con un arma y suspender un partido llevándose preso a uno, dos o tres jugadores.

La FIFA está debilitada como nunca. De no ser así podría aplicar una sanción durísima a Brasil. En 1989 el arquero Rojas simuló ser impactado por una bengala en el Maracaná y se cortó él mismo. Chile se retiró del campo. La FIFA lo eliminó de dos Mundiales. Pero Infantino no es Havelange, que resolvía con el hacha. Este arregla con apretones de mano y palmadas en el hombro.