A 10 años de la partida de Eugenio Aduviri
Eugenio Aduviri durante un reconocimiento
Homenaje al destacado periodista de La Razón cuya ausencia aún es muy sentida, fue un hombre que se forjó a sí mismo
Han transcurrido 10 años desde la muerte de Eugenio Aduviri, periodista de vocación y convicción, cuya entrega y compromiso con el oficio queda fuera de toda discusión. Durante 17 años —gran parte en La Razón— se especializó en la cobertura de diferentes disciplinas deportivas, cuyas reglas y características técnicas llegó a conocerlas al dedillo.
Dirigentes y cultores de disciplinas atléticas poco difundidas encontraban en él a un periodista que reflejaba sus actividades con la pasión y el altruismo de un fervoroso fiel. No solo ello. Tenían en él a un amigo y a un confidente.
Hace algunos días, Jorge Quispe, colega que compartió con Eugenio la mesa de redacción de Marcas en interminables jornadas laborales, le rindió un más que merecido homenaje y nos trajo a la memoria anécdotas, coberturas, intercambios de ideas, bromas y hasta algunas discusiones… La rutina de aquellas jornadas, hoy son solo nostalgia en las profundidades del alma, desbordada de evocaciones de cariño y hermandad.
El 12 de mayo de 2012, manos criminales y desgraciadamente hasta hoy impunes acabaron con un ser humano digno y leal con su destino. Le robaron una cámara fotográfica, dinero… Y su derecho a la vida.
Nacido en la comunidad Villa La Merced, del cantón Berenguela, provincia José Manuel Pando en el departamento de La Paz, cerca del hito fronterizo tripartito entre Bolivia, Perú y Chile, recordaba orgulloso su infancia en la que repartía su tiempo entre sus estudios escolares y las labores propias de los niños en las regiones rurales del país.
Allí encontró su vocación. Mientras cuidaba los ejemplares del ganado familiar, escuchaba los programas radiales deportivos en un receptor de onda corta, de esos que funcionaban con seis baterías de aquellas de tamaño D y siendo un joven bachiller, tras licenciarse del Servicio Militar, se inscribió en la aún naciente carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la UMSA, de la que egresó, y comenzó a trabajar en La Razón.
Corría 1992. Pronto se hizo imprescindible, tanto como su aporte a las páginas de la revista Marcas, que en aquel tiempo se publicaba los viernes en formato medio tabloide.
Se alejó un corto tiempo de esta casa periodística; luego retornó.
Una noche debía cumplir un compromiso personal en El Alto e infortunadamente abordó un minibús ocupado por delincuentes. Lo asesinaron y botaron su cuerpo en la autopista.
Eugenio fue un hombre que se forjó a sí mismo. Enfrentó las contrariedades de la vida con un notable tesón.
Desde este espacio, que fue también el suyo, va para él un abrazo hasta donde se encuentre. Que su espíritu de servicio nos siga acompañando como una noble inspiración para sus colegas-amigos-hermanos.