The Strongest en inglés significa «los más fuertes». Sin embargo, en aquella tarde del viernes 26 de septiembre de 1969 se sintieron los más débiles, los más impotentes. Los motores del avión Boeing DC 6 del Lloyd Aéreo Boliviano tosían como tuberculosos; el fuselaje temblaba y hacía temblar a sus 74 ocupantes.
Strongest volvía a casa después de disputar un cuadrangular amistoso con motivo de las festividades de Santa Cruz y halló en la sorda y muda inmensidad cordillerana la derrota más dolorosa de su larga existencia. Entre los hierros retorcidos y asientos calcinados quedó deshecho el equipo entero del Tigre paceño. Un minero que dio la pista para encontrar los restos de máquina y de hombres, relató haber visto el avión a baja altura, haciendo zig-zag para esquivar los cerros, con los motores humeando. Lo vio meterse en la garganta de un nido montañoso y desaparecer. Inmediatamente después oyó el estrépito del metal contra la roca. Según el mismo testimonio, el piloto de la nave (capitán T. Scott), habría querido dar un “panzazo” para amortiguar la caída. No lo logró. El aparato fue a dar contra una cañadera llamada La Cancha. Ironías…
Hace 55 años, en una de esas tragedias aéreas que conmueven y movilizan tal vez más que otras por estar de por medio la pasión que despierta un club de fútbol, se agigantó la leyenda del The Strongest, cuyos colores oro y negro resultaron entonces tan premonitorios: oro del brillo y la grandeza, negro del luto y de la muerte.
No hubo sobrevivientes. Se la dio en llamar “La tragedia de Viloco”, porque así se llamaba esa zona, a unos 100 kilómetros de La Paz, que fue la tumba de todo un equipo de fútbol.
Miguel Velarde Tapia, periodista de raza, era en 1969 editor de Deportes del paceño diario Hoy. Mostró reflejos, Miguel. Apenas se supo que el avión estaba en emergencia dispuso que dos enviados, periodista y fotógrafo, acudieran de inmediato al lugar del siniestro. Pero faltaba el lugar…
-Ese viernes Bolivia desayunó con un noticia impactante: hubo un golpe de Estado. El general Alfredo Ovando Candia derrocó al presidente civil Luis Alfredo Siles Salinas, quien había sustituido a René Barrientos, muerto al caer el helicóptero en que viajaba, mientras ejercía la primera magistratura. Pero la noticia del avión de The Strongest tapó todo, convirtió al golpe militar casi en una anécdota-, cuenta Velarde.
Fiel a su costumbre, Miguel Velarde había ordenado al corresponsal que cubriera las alternativas del partido por el tercer puesto en Santa Cruz, aún cuando careciera de toda trascendencia. Y que llevara un fotógrafo. Este tomó la última foto del equipo, la cual ganó la posteridad.
-De los clubes profesionales The Strongest era el más antiguo, de 1908, y el más popular. Por eso la pérdida del equipo golpeó muy hondo, no sólo a los stronguistas, al fútbol en general y a la sociedad toda. Hay que pensar que Bolivia es un país chico, todo el mundo conocía a los jugadores y las noticias no se diluyen como sucede en la enormidad de naciones como Brasil o Argentina-, agrega Velarde.
Fue el quinto accidente de aviación que envolvió a una escuadra futbolística. El primero, en 1949, tuvo como víctima al célebre Torino italiano, que había ganado cuatro scudettos consecutivos y estaba a cuatro fechas de conquistar el quinto. A punto de aterrizar, el piloto calculó mal debido a las malas condiciones climáticas, bajó demasiado, embistió primero el campanario de la Basílica de Superga, y se estrelló luego contra una colina del monte homónimo. Murieron todos. Es considerado el mejor equipo italiano del siglo 20. La Nazionale Azzurra era, prácticamente, todo el conjunto granate, diez jugadores componían la selección, que para el Mundial del año siguiente en Brasil debió armar un conjunto casi de emergencia. Ante un estadio colmado, que en lugar de celebrar, lloraba, los juveniles torineses jugaron los partidos que restaban y conquistaron el quinto campeonato. Pero esa tragedia sumió al Toro en la intrascendencia. En los siguientes 67 años apenas sumó un título, el de 1976. El capitán y estrella de aquel Grande Torino era Valentino Mazzola, que dejó huérfanos dos niños pequeños, Sandro y Ferruccio, ambos fueron futbolistas más tarde. La sugestión sembrada por el accidente del Torino hizo que Italia fuera la única selección que llegó al Mundial de Brasil en barco. Viajó de Nápoles a Santos en el buque Sises.
En 1958 fue el Manchester United, hoy en la cima de su popularidad. Volvía de jugar en Belgrado y, tras una escala técnica en Munich, la aeronave no pudo levantar vuelo y se precipitó sobre una autopista. Ocho futbolistas y varios periodistas perecieron. Entre los pocos sobrevivientes se contaban el famoso entrenador Matt Busby y un juvenil ciertamente con estrella: Bobby Charlton. Bobby quedó tirado en la pista mientras la aeronave se incendiaba, pero solo estaba desmayado. “Había aguanieve sobre la pista, el avión intentó despegar tres veces y no lo consiguió. Al final dijeron que podíamos salir, pero el intento falló, la pista quedó corta, el avión siguió de largo y se estrelló”, explicó después quien llevaría a Inglaterra al título Mundial de 1966. Cincuenta y ocho años después, Charlton luce impecable.
Ocho jugadores de la Selección de Dinamarca murieron en 1960 en un accidente de avión ocurrido al despegar en el aeropuerto de Kastrup, en Copenhague.
En 1961, se desplomó un avión de LAN que transportaba nueve futbolistas del Green Cross chileno, quienes regresaban de un partido en Osorno. Entre ellos estaba el querido Eliseo Mouriño, ex gran capitán de Boca Juniors y la Selección Argentina. Eliseo, conocido como el Caballero de las Canchas, había llegado a Santiago tres días antes para incorporarse a su nuevo equipo. No estaba en forma física y por ello no integraría el equipo, pero lo convencieron de viajar igual “aunque sea para ver a sus compañeros”. Luego vendrían las catástrofes de Alianza Lima (1987) y la Selección de Zambia (1993). Las dos tuvieron igual destino: el fondo del mar. Y por último, en 2016, esta reciente fatalidad del avión que transportaba al Chapecoense de Brasil para jugar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional. Una cadena de errores humanos provocó la desgracia: 71 muertos, 22 futbolistas, 18 miembros del cuerpo técnico, 7 dirigentes y 20 periodistas que acompañaban al modesto equipo hacia su gloria perdieron la vida, en lo que constituye la mayor siniestro sufrido por un club de fútbol en toda la historia. Dos tripulantes, cuatro jugadores y un periodista fueron rescatados con vida al pie del cerro contra el que chocó el aparato, a 17 kilómetros del aeropuerto de destino. De ellos, el arquero Danilo, héroe del Chapecoense en su ruta hasta la final, falleció apenas ingresó a un hospital. Los otros tres futbolistas quedaron muy maltrechos, con heridas y fracturas, y al guardameta suplente Follmann debieron amputarle una pierna. El avión iba con el combustible justo para llegar, le pidieron desde la torre de control que aguardara un momento porque primero aterrizaría otra nave que estaba en emergencia, se quedó sin gasolina y se vino abajo…
Destino fue el de Óscar Guzmán, un simple hincha stronguista que jamás se perdía un partido de su equipo del alma. Su fidelidad lo llevó también a aquel insípido amistoso en Santa Cruz. Guzmán, dueño de una joyería en el centro de La Paz, no tenía cupo para regresar ese viernes y le pidió, le imploró, le rogó, le suplicó al general Alberto Alarcón, presidente de la delegación aurinegra, que le diera su lugar.
-Por favor, don Alberto… no puedo faltar mañana a mi trabajo… cámbiemelo… usted viaja en otro vuelo…
Tanto insistió que le cedió su puesto. Alarcón fue un inesperado sobreviviente.
Destino el del joven mediocampista chuquisaqueño Óscar Flores, que ese mismo viernes 26 por la mañana fue al correo y le envió un cablegrama a su padre, en Cochabamba, para recordarle que al día siguiente se casaría en La Paz con Mirtha Huarín. Decía el aviso: “Enlace matrimonial con Mirtha día 27 de septiembre. Te espero La Paz sábado en la mañana. Óscar”. La boda tendría lugar en la iglesia de La Merced el sábado en la noche. Don Pablo Flores viajó en bus por la noche. Al bajar en La Paz se enteró de que su hijo no había llegado pues el avión en que viajaba The Strongest estaba desaparecido. Una enorme congoja invadía la ciudad.
-Personas que ni se conocían caminaban por las calles llorando abrazadas. La mayoría se dirigía a las oficinas de LAB para saber alguna noticia del avión. Era una angustia generalizada. Hasta hoy la tragedia de The Strongest es la mayor conmoción que haya experimentado Bolivia como nación en toda su historia-, memora el periodista Velarde.
Óscar Flores, de 24 años, dejó viuda antes de tiempo a su novia Mirtha, de 19. El volante stronguista era un avanzado alumno de ingeniería en la Universidad Mayor de San Andrés. Su padre, haciendo vigilia en la puerta de las oficinas del Lloyd Aéreo, lloraba desconsoladamente.
-Muchas veces le pedí que abandonara el fútbol y que con sacrificio se dedicara a estudiar-, confiaba don Pablo. -No quiso. Prefirió costear sus estudios con el dinero que le daba el fútbol pues entendía que yo ya había hecho demasiado. Era un modelo de muchacho.
A su lado, la infortunada Mirtha sufría una crisis nerviosa:
-Todo parece un sueño-, balbuceaba.
Destino el de Armando Angelacio, el guardameta paraguayo. Ese mismo viernes 26 nació su hijita en La Paz. Nunca se conocieron.
Fatalidad la de Antonio Arenas, empresario futbolístico paraguayo y al mismo tiempo directivo de Cerro Porteño, organizador del cuadrangular. Había llevado a Cerro a jugar a Santa Cruz, ganaron la final (2-0 a Oriente) y fueron campeones, cosechó en lo económico… Estaba satisfecho. Mientras la delegación azulgrana se volvía a Asunción, Arenas se iba a La Paz a arreglar los contratos de otros jugadores guaraníes. También cayó en La Cancha. Sus restos fueron repatriados a Paraguay . Llegaron el 1º de octubre, aniversario de Cerro Porteño, y fueron velados en la sala de trofeos del club.
The Strongest había viajado el lunes 22 a Santa Cruz a disputar un cuadrangular que también animaron Cerro Porteño de Paraguay, Oriente Petrolero y un combinado compuesto por elementos de Blooming, Destroyers y Guabirá. El equipo andaba mal. Tanto que los diarios calificaron de “desastrosa” su actuación. Perdió los dos partidos. El segundo, ante el combinado por 4 a 0. La mala estrella en el campo se convirtió en tragedia al día siguiente, en el retorno a La Paz. Los veinte miembros de la delegación eran José Ayllón (delegado), Eustaquio Ortuño (entrenador), Felipe Aguilar (masajista) y los futbolistas Armando Angelacio, Orlando Cáceres (arqueros y paraguayos ambos), Juan Iriondo, Jorge Tapia, Ernesto Villegas, Fernando Durán, Germán Alcázar, Diógenes Torrico, Óscar Flores, Óscar Guzmán, todos bolivianos, y siete argentinos: Hernán Andretta, Miguel Ángel Porta, Héctor Marchetti, Julio Alberto Díaz, Osvaldo Franco, Raúl Oscar Farfán y Eduardo Arrigó.
El vuelo de Strongest despegó del viejo aeropuerto El Trompillo, de Santa Cruz de la Sierra, a las 14:10 de aquel infausto 26. Debía arribar a La Paz a las 16. Nunca lo hizo. A las 15:15, mientras sobrevolaba Cochabamba, mantuvo el último contacto con los controladores aéreos. A partir de allí su radio quedó muda y los operadores sospecharon que algo no estaba bien. Comenzaron a pasar las horas y ya se pensaba lo peor, pero al no tener certidumbres se lo declaró en emergencia, lo que informaron los diarios del sábado 27. Se dijo que el avión podía haber aterrizado en Arica, en las inmediaciones de Cochabamba, incluso que había sido desviado a Cuzco, mas nadie lo había visto. Con esos rumores se fue el viernes y con ellos llegaron los matutinos del 27. Ese sábado la carátula cambió: el avión estaba desaparecido. Los presentimientos eran los peores. Más de diez comisiones con casi 600 hombres salieron hacia las montañas a la búsqueda de la máquina. La Fuerza Aérea Boliviana y todas las empresas que disponían de aviones, como Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, Transportes Aéreos Militares, Gulf Oil, el Club Adino, la Cruz Roja, la USAF estadounidense y otras se unieron en la búsqueda. Se centraron en una zona cercana a la mina “Argentina”, en las cercanías del Monte Blanco, pues el empresario minero Ramiro Sarmiento dijo haber escuchado en ese sector ruido de motores de un avión en claras dificultades.
El temido hallazgo se produjo el domingo 28. Un cuadro espeluznante. En un área de 500 a 1.000 metros estaban esparcidos, despedazados, asientos, maletas, ropas, restos humanos, hierros, hélices… Ciento cincuenta mineros de la localidad de Viloco fueron enviados en calidad de rescatistas de las víctimas. Terrible tarea… Narraban que había pequeños pedazos de los infortunados viajeros, no cuerpos. Por eso, en algunos féretros ponían piedras para aparentar que había un difunto adentro.
A esa altura ya se presumía el desenlace, pero la confirmación de lo peor sumió al país en una tristeza rayana en la desolación. No hubo indiferentes. Con los años, las portadas de los periódicos del lunes 29 se convirtieron en piezas de colección. “CONSTERNACIÓN UNÁNIME, NO PODÍA SER, NO DEBÍA SER”, tituló El Diario. Hoy, el único matutino a color, dio también toda su tapa al suceso: “NO HAY SOBREVIVIENTES EN EL ACCIDENTE DE AVICIÓN”, rezaba una placa, arriba. En el medio: “EL GLORIOSO PENDÓN ATIGRADO DE DUELO”. Más abajo: “LA TRAGEDIA ALCANZA A THE STRONGEST CON UN RIGOR INCREÍBLE”.
-La caída del avión en Viloco generó el mayor suceso de la historia del periodismo boliviano. Se alcanzaron tirajes nunca vistos-, afirma Miguel Velarde. -Hoy tiraba entre 15.000 y 20.000 ejemplares por día, pero con la cobertura del accidente pasó los 300.000. La gente también se mantenía pegada a las radios, pero el diario agrega la imagen. Hay que pensar que la televisión casi no existía, el diario era todo. Con el ejemplar del lunes 29, donde se confirmaba la muerte de los jugadores, la rotativa estuvo dos días imprimiendo. Salió la edición del día siguiente, pero igual se seguía imprimiendo el anterior, porque la gente lo pedía y lo pedía, sobre todo en el resto del país. En esa edición pusimos la foto de los 17 jugadores fallecidos. Además, Mario Cucho Vargas, que era el director, tuvo un acierto grande: todavía no había fotos del avión accidentado, pero publicó en portada una gran foto de archivo de una rueda con el tren de aterrizaje destrozado. Eran de un DC 6 de un accidente anterior. Eso daba la idea de la tragedia. Fue impactante. Igual, no se trató de engañar a los lectores sino de ilustrar la noticia. En el pie de foto no se puso que fuera del avión de Strongest. Cuando ya se supo él lugar del siniestro, enviamos periodistas y fotógrafos.
Los funerales fueron multitudinarios. Todas las gentes de luto, como lo atestiguan las fotos. Decenas de miles de personas escoltaron la marcha a pie, primero desde la sede de The Strongest a la Catedral Metropolitana, donde fueron velados, y luego hasta el cementerio paceño.
-Hasta ahora hay hinchas del Tigre que van al cementerio de La Paz a rezar a los pocos nichos que hay de esos jugadores que murieron, y ya pasaron 47 años. El técnico Ortuño, Torrico, Flores están en nichos a perpetuidad, y allí va la gente cada 26 de septiembre-, dice Rafael Sempértegui, redactor del diario La Razón.
Entre quienes lloraban a los Mártires de Viloco estaban tres compañeros que lograron gambetear a la muerte: Marco Antonio Velasco, un muchacho cruceño que estaba enyesado; el zaguero paraguayo Luis Gini, que tampoco viajó por un problema muscular, y el capitán y figura del equipo, Ronaldo Vargas. El Perro Vargas había pedido no ir, tenía mucho trabajo y se quedó.
-Era otra época, no vivíamos sólo del fútbol, yo siempre trabajé-, dice el caudillo hoy, a los 77 años. –Fíjese que The Strongest le compró mi pase al Bolívar en 1962 por 27 millones de bolivianos, que fue durante mucho tiempo el pase récord en Bolivia; sin embargo yo no recibí ni un centavo. Aún no existían las reglamentaciones actuales. Nosotros teníamos una empresa familiar, mi padre era despachante de aduana. Eso me daba facilidad de acomodar los tiempos para entrenar.
-¿Cómo es que siendo usted una figura, el Bolívar lo transfirió al Strongest…? Es raro, como si un crack de Boca pasara a River…
-Mi padre era muy stronguista y me había hecho socio desde chico. Una vez la dirigencia de Bolívar se había atrasado con los premios y yo, como broma, dije: “A ver si aparece la plata, que tengo que ir a pagar la cuota en Strongest”. Eso cayó mal y decidieron venderme. Pero dije por decir.
-¿Por qué pidió no ir con el equipo a Santa Cruz?
-Mi padre murió en el ’67 y yo tuve que asumir la responsabilidad de la agencia de aduana. Jamás me había perdido un partido, pero para septiembre estábamos con temporada alta en la oficina. A mí me habían expulsado el domingo anterior y como me iban a dar una o dos fechas de suspensión, le pedí al técnico no viajar, así podía probar en mi puesto a otro muchacho, que jugaría en las fechas siguientes. Aprovechando esa circunstancia, me quedé trabajando, sino me perdía toda una semana. Nunca daba permiso Strongest, esa vez me lo dieron.
-¿Cómo se enteró del accidente?
-Estaba en la oficina y sentía que sonaba el teléfono con insistencia. Atendí; era una tía mía. Le pregunté qué pasaba y me dijo que había escuchado por radio, a eso de las cinco de la tarde, que el avión que traía a The Strongest había sido declarado perdido. Sentí una gran angustia y salí de inmediato con mi esposa hacia las oficinas de LAB. Llegamos y ya había allí mucha gente desesperada. Nos dijeron que el avión no había pasado el Illimani (nevado próximo a La Paz) y se pensaba lo peor. No daban probabilidades de vida. Los familiares lloraban.
Rolando habla aplomado y sigue firme en su oficina, rodeado de cuadros y recuerdos de su paso por el fútbol. Aquel viernes negro, sin embargo, tembló.
-Pasan los años y lo recuerdo como si fuera ayer. Sentí una depresión tremenda. Al día siguiente aún no se sabía qué había sucedido. Le agradecí a Dios y me abracé a mi familia, a mi mujer y a mis tres hijos, que entonces eran pequeños. Ya una semana antes habíamos pasado un susto grande al retornar de Sucre. El avión tuvo problemas con el tren de aterrizaje y padecimos mucho. Tanto que un muchacho paraguayo que recién se había incorporado se asustó mucho y dijo: “Si así van a ser los viajes mejor me voy”. Abrió el bolso donde había guardado el dinero que le habían dado de adelanto y lo devolvió. Se fue.
Desde las primeras horas en que se declaró al avión en emergencia, Vargas fue de los tantos que acudían a cada momento al local de LAB para recibir noticias del vuelo trágico.
-Aquello causó una conmoción muy grande en todo el país. En el velatorio, los jugadores de otros clubes lloraban como niños frente a los cajones. Para mí fue un golpe terrible. Todos mis compañeros muertos de un día para el otro. Me afectó profundamente y tuve que recibir ayuda médica. Durante un tiempo, cuando jugábamos en Cochabamba, por ejemplo, yo iba en auto, no en avión. No me podía subir a un avión. Me llevó tiempo, pero logré salir adelante.
Rolando cuenta que, al no poder seguir compitiendo, The Strongest fue liberado de participar hasta el año siguiente, para darle tiempo a rearmarse.
-Hubo tanta solidaridad, tanta ayuda, sobre todo de Boca Juniors, que nos mandó dos grandes jugadores: Bastida y Romero, que anduvieron muy bien. También llegaron otros excelentes valores y se armó prácticamente una selección. Ganamos el campeonato de 1970 y volvimos a la Libertadores. Y enseguida sumamos el título en el ’71.
También llegaron el notable arquero paraguayo Luis Galarza, el cochabambino Mario Pariente, otro argentino que fue figura incluso en la selección verde, el Tanque Juan Américo Díaz.
Lucho Galarza no había cumplido 20 años, firmó para Strongest recomendado por su hermano Arturo, arquero del clásico rival, Bolívar. Se quedaría con el arco atigrado por 18 años. Fue el primer futbolista contratado para rearmar el equipo. Al principio vivió una extraña circunstancia.
-Llegué a La Paz el 6 de noviembre de 1969. Al día siguiente comencé a entrenar. Era muy raro, éramos tres jugadores nomás en las prácticas, Luis Gini y Rolando Vargas, que se habían salvado del accidente por no viajar, y yo, y el técnico Freddy Valda.
Aquel infausto viaje a la eternidad le proporcionó a The Strongest una aureola mítica. Su popularidad incluso aumentó por esa sensibilidad natural hacia lo trágico. El equipo, renovado, arrasó en los años siguientes. Y el club no sólo se recompuso, creció. El envión de entusiasmo alcanzó incluso para concretar el sueño de un gran complejo deportivo, que no tenía. Así nació Achumani, orgullo gualdinegro que hoy lleva el nombre de su inspirador y factótum, don Rafael Mendoza.
La fatalidad motivó entonces grandes gestos solidarios. En esos momentos de dolor y desesperanza, tomó el timón stronguista Don Rafael Mendoza, exquisita persona a quien tuvimos la fortuna de conocer. Figura cumbre del club, presidente honorario, logró reconstruir desde las cenizas la pasión oro y negro y levantó el complejo deportivo de Achumani, orgullo atigrado. Don Rafo, al que muchos describían en Bolivia como «el único millonario bueno», nos contó un par de anécdotas deliciosas. Las muestras de pesar y los ofrecimientos de ayuda eran incontables. Uno de los más conmovidos fue Alberto J. Armando, excepcional presidente de Boca Juniors durante 25 años.
-Tanto llamó Armando, tanto se ofreció que fui a verlo a Buenos Aires -recordaba Don Rafo-. Le comenté que nuestra principal preocupación era armar un equipo nuevo. Me pidió que fuera a La Candela, el centro de entrenamiento de Boca, y me dijo textualmente: “Allí hay una selección con los 20 mejores juveniles del club. De esos, elija los tres que más le gusten; de los otros, lleve todos los que quiera”. Fue un gesto extraordinario.
Mendoza se sirvió cuatro. Y eligió bien. Dos de ellos, Luis Fernando Bastida y Víctor Hugo Romero Romerito, llegaron a ser ídolos del Tigre. Endiablado puntero el primero, cerebral volante ofensivo el segundo. Bastida llegó incluso a jugar en la Selección Boliviana. Por ello, se decidió que el nuevo Strongest jugara su primer partido en La Bombonera, contra Boca. Un avión de la Fuerza Aérea Argentina los fue a buscar a La Paz y los regresó. Y la taquilla, de 11.000 dólares, fue íntegra a las arcas del club en desgracia. También Botafogo y River Plate prestaron colaboración, el primero jugando en la capital boliviana.
En momentos tan crueles y amargos, se registran ciertos actos de desprendimiento que enaltecen la condición humana, lo sabe bien la gente de Alianza Lima, otro club que experimentó el infortunio de perder un equipo entero cuando el Fokker que los regresaba de un juego se hundió en el mar. Contaba Don Rafo Mendoza:
-Debido a las terribles circunstancias, los miembros de la comisión directiva nos habíamos constituido en sesión permanente. Pasábamos casi todo el tiempo en el club; sólo nos íbamos para comer y dormir. Recibíamos llamadas de todas partes del mundo solidarizándose y ofreciendo ayuda. En esos días de tanta amargura llegó a la sede una carta desde Europa que nos conmovió tanto que nos hizo llorar de emoción a todos los directivos. La leíamos y llorábamos. Era de un ciudadano boliviano que oficiaba de cocinero en un barco griego o alemán, no recuerdo. Stronguista de corazón, acompañaba el sentimiento en esos momentos de luto y dolor, y adjuntaba un cheque por 150 dólares con una escueta misiva: “No es una suma importante- decía-, equivale a mi sueldo de un mes, pero espero que sirva como un granito de arena para recuperar al querido The Strongest”.