Un trago de ‘fútbol champagne’
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
Imagen: Archivo La Razón
Francia se ha quedado a última hora sin el Balón de Oro de 2022. Todos los jugadores del Mundial se cuidaron de meter la pierna, todos tenían el pánico de perderse la Copa del Mundo.
La maldición le tocó, entre otros, a Benzema, un jugador marginado hasta el año pasado de la selección francesa por la extorsión, video sexual mediante, contra su compañero de selección Mathieu Valbuena y resucitado en el Real Madrid tras asumir los galones en la era post-Cristiano.
Los “bleus” ganaron su primer Mundial en 2018 sin sus goles. Pero con el nueve de la “Casa Blanca” en Qatar, la vigente campeona sumaba más favoritismo aún. Sin su presencia, una isla en su propio equipo, Francia puede respirar incluso mejores aires.
Es una paradoja: un equipo es más cuando el grupo está unido y recupera fuerza colectiva; cuando está perturbado por una estrella con sentencia judicial firme es menos.
Lea también:
Ecuador, la utopía (im)posible
Para ilusionar de nuevo al país de la “la igualdad, la libertad y la fraternidad”, Didier Deschamps apuesta por la solidez y por juventud, como la Inglaterra de Gareth Southgate. Y por un viejo gladiador apellidado Giroud, el goleador que “siempre cree” (el título de su autobiografía). Giroud —embajador en la lucha contra la ELA— tiene una frase de “Madiba” Mandela como cabecera: “No me juzguen por mis éxitos, sino por las veces que me he caído y me he levantado”. Lo pensó cuando hizo el segundo gol en la remontada ante Australia que se había adelantado, como queriendo duplicar la debacle argentina a primera hora. Y lo volvió a imaginar cuando intentó esa “tijera” a pase del lateral zurdo Theo. Cuando hizo el segundo de su cuenta particular (el cuarto del “match”), simplemente cumplió su sueño: pasar a la historia (como máximo goleador de su selección).
La ausencia de Benzema no es la única. Deschamps tampoco tiene a Kanté, Pogba, Kimpembe y Nkunku. Pero cuenta con dos puñales por banda: con la velocidad supersónica de Dembelé (recuperado por Xavi en el Barsa); con los pases precisos de Griezmann (la pieza clave de Simeone en el Atlético de Madrid).
Los “aussies” apenas desnudaron el mayor problema galo: su mitad de cancha no da confianza. Los Tchouaméni, el propio Antoine y el “fútbol champagne” de Rabiot no retroceden como deben y dejan en bolas a la zaga central Konaté y Upamecano. Por eso, Pavard no sube tanto como en el Bayern. De momento, esto importa un carajo.
Australia quiso ser física y vertical. Y pretendió jugar con la ansiedad francesa y explotar otra maldición: cuatro de las cinco últimas campeonas cayeron en la fase de grupos. No le alcanzó. Los que sacaron a Perú del Mundial apenas llegaron a presenciar en primera fila ese show llamado “fútbol de las burbujas”.
(22/11/2022)