El temor a perder
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El periodista Oscar Dorado Vega
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Dos palos y nada más. Eso es lo que dejó Uruguay – Corea. De veras, poco.
Es cierto que las maderas impidieron los festejos de Godín (cabezazo en el primer tiempo, tras un corner) y Valverde (derechazo en la media distancia, cuando el desarrollo se iba), pero era dable esperar más. De unos y otros.
La sensación es que —cada cual con sus atributos y estilos— no asumieron riesgos.
El equipo asiático, movedizo, pródigo en agilidad, se desplegó generalmente bien hasta el área contraria. Ahí, en la zona decisiva, reveló pólvora mojada. Son (enmascarado a raíz de la lesión en el rostro con la que llegó al certamen), su máximo referente, apareció en diferentes sectores, intervino generalmente con acierto pero no gravitó.
Los celestes apostaron de entrada por esperar, dejaron que la pelota la manejara el rival y pisaron fugazmente campo contrario, a la espera de algún ocasional contragolpe, enhebrado vía pelotazo largo a la búsqueda de Suárez, que terminó reemplazado luego de estacionarse vanamente entre los centrales coreanos. Sin protagonismo, porque no fue asistido.
No dejó de ser llamativa la postura de Núñez. El muy buen jugador del Liverpool estaba llamado a ser más productivo en ataque; sin embargo, se retrasó en el flanco zurdo, acaso más preocupado de impedir la subida del lateral Kim Moon – Hwan. Por el otro lado Pellistri (sorpresiva decisión del DT Diego Alonso) tampoco funcionó pegado a la raya.
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No obstante, el cuestionamiento mayor tiene que ver con la carencia de generación y, esencialmente, por la falta de cambios de ritmo, consecuencia directa de la ausencia de sorpresa, un obsequio para los de uniforme rojo, siempre atentos, concentrados en grado máximo.
Transcurrió el encuentro en el estadio Education City dotado de disciplina táctica, pero sin un ápice de inventiva. La cuestión era no escapar de lo planificado y bajo esa premisa lo previsible emergió como constante mutua, dando lugar a un espectáculo tedioso, sin chispa.
Durante la fracción inicial Hwang, sin marca, elevó desde inmejorable posición. Ahí estuvo la oportunidad más nítida y única de los conducidos por el portugués Paulo Bento.
Otro dato no menor es que Rochet y Gyu Kim, los arqueros, virtualmente no trabajaron en circunstancias de peligro real.
Corea abrió espacios para variantes desde el banco sólo cuando el agotamiento colectivo mermó su rendimiento. Las modificaciones charrúas resultaron tardías —Cavani y De La Cruz debieron ingresar mucho antes— y ello terminó de confirmar que la consigna innegociable era aferrarse al empate.
Es verdad que uno es mejor que cero, pero ambos quedaron en deuda y abrieron un acentuado signo de interrogación sobre sus posibilidades. Amarrados y sin audacia hicieron del cero un ajedrez futbolístico con matiz opaco in extremis.
(24/11/2022)