Resilencia pura
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El periodista Oscar Dorado Vega
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Croacia provocó un cataclismo en Qatar.
Eliminó a uno de los grandes candidatos, llevando el partido hasta donde pretendió desde antes de comenzarlo. Y cuando en margen de prórroga quedó en desventaja – golazo de Neymar – supo nivelar, mostró entereza, reencauzó la trama y liquidó de la mano de su mayúscula figura, Dominik Livakovic, y de los impecables ejecutantes desde los doce pasos.
Brasil murió de penal.
No es la primera vez. Ya en México ’86 lo sufrió agudamente en cuartos de final ante la Francia de Platini y compañía.
Zlatko Dalic, director técnico balcánico, es el otro artífice de este batacazo. Planificó para atar al rival. Lo llevó, sobre todo en la fracción inicial del trámite regular, a una incomodidad máxima y no a través del repliegue, sino presionando alto, donde más duele.
Desarrolló, paralelamente, una marca en zona super efectiva, batalló cada pelota –al grado de tenerla más que el adversario, logro tan valioso como inusitado- y ganó en muchas de las segundas jugadas sin mezquinar en nada, por supuesto, el trajinar físico que la ocasión exigía.
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La combinación del éxito contuvo, en consecuencia, dos ingredientes esenciales: desperdigó sus mejores atributos ( la conducción de Modric, la solvencia de Lovren y Gvariol, los centrales; la fantástica actuación del portero, que seguramente a corto plazo dejará el Dínamo Zagreb para defender un pórtico con otras pretensiones competitivas ) y restringió las armas del rival, al punto de empequeñecer rendimientos como los de Rafinha y Vinicus.
Acaso la Canarinha presumió que el desequilibrio era cuestión de tiempo y del desgaste croata. Así pareció cuando Rodrygo y Neymar, ya en el suplementario, fabricaron uno de los mejores tantos del campeonato.
Sin embargo, el equipo de Tite no supo o no pudo resguardar la ventaja y cuando el epílogo asomaba en el estadio Ciudad de la Educación Bruno Petkovic anotó y trasladó la clasificación a la etapa extrema. Recompensa al que no se rindió jamás, al luchador por excelencia.
La atajada de Livakovic a Rodrygo – el antecedente de los tres aciertos frente a Japón estaba muy fresco – representó el principio del fin. Vlasic enseñó una secuencia de eficacia que luego avanzó imperturbable.
“Tchau felicidade”. No más baile. Hexa postergado vaya a saber hasta cuando…
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