Muchachos, la ‘Albiceleste’ es una religión
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
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Introducción: Francia y Argentina chocan en la final en búsqueda del paraíso, de la gloria eterna. Argentina y Francia se diferencian en algo: la primera necesita, como el comer, su tercera Copa del Mundo, la necesita Messi y toda la Argentina.
La “Albiceleste” está totalmente comprometida para regalarle al diez su ansiado/merecido título mundial, para que coma en la misma mesa que Maradona.
Nudo: la “Scaloneta” sale a ganar el partido desde el vestuario, es pura convicción. Es el conjuro de todo un pueblo (el argentino -dividido/polarizado por la política, unido/cosido por la pelota).
Argentina se para en el centro del ring, ha salido a mandar. Francia espera, no puede salir. Ni Griezmann ni Mbappé aparecen, es otro mérito de Scaloni, del misterioso señor Scaloni que convierte a los galos -campeones del mundo- en un equipo vulgar/miserable.
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Francia vive/sufre un infierno ante un colosal recital argentino. Di María es una constante pesadilla, es un “wing” zurdo de los de antaño. Koundé no lo olvidará en toda su vida. El dos a cero del descanso hace justicia a un equipo/país que juega la final como se debe, con el cuchillo del gaucho entre los dientes.
Desenlace: Francia no puede ni sabe responder en la segunda parte. Los soldados de Messi están dispuestos a sufrir por él; Enzo Fernández, Alexis Mac Allister y Rodrigo Javier De Paul impiden que los galos vuelvan al partido.
Mbappé hace una falta a De Paul, es la imagen de la impotencia europea. La “Albiceleste” perdona el tercero, una y otra vez. A falta de diez minutos, Francia empata de manera milagrosa; es una injusticia gigantesca como el estadio Lusail. El fútbol también puede ser cruel.
Mbappé -en dos minutos portentosos- resucita a toda Francia; arranca otro partido. Mi vecino “pitita” grita el segundo. En el alargue, los de Scaloni saben sufrir; en el alargue se hace justicia, por fin se hace justicia.
Con bravura llega el merecido tercero (en el minuto 108) en el arco del triunfo y llega también el tercero de Francia. Es el mejor guion para una final de película, dramática/épica. La tapada del “Dibu” es la mejor atajada de la historia en la mejor final de la historia. Gracias, argentinos/franceses, por este regalo. Se define en los penales y el “Dibu” la vuelve a hacer.
Post-scriptum: la “albiceleste” es una religión, muchachos. Es una religión que ha vuelto a ilusionar. Tiene a “El Diego”, su “dios” en el cielo; tiene a su “Messías” en la cancha, ungido por los deidades para pasar a la eternidad; tiene a un endiablado “ángel” (Di María) tatuado en el corazón del pueblo; y tiene al “Dibu”, su profeta. La final ha sido un milagro. Los goles -gritos sagrados- ha sido festejados como en los potreros, todos juntos unidos, confundidos en una piña divina, en un abrazo eterno. La “Albiceleste” nunca dejó de creer; Argentina está hoy más cerca de “dios”.
(18/12/2022)