2030: Bolivia va al banco
Jorge Barraza
Ya está, es oficial: Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile oficializaron el martes último su candidatura conjunta para hospedar la Copa Mundial 2030. Un hecho inédito, nunca hubo cuatro países reunidos en una misma organización.
Corea del Sur y Japón, no por deseo de compartir sino por un salvataje político, fueron los primeros países en dividirse el torneo en cincuenta y cincuenta. Y en 2026 serán tres naciones —Estados Unidos, Canadá y México— las responsables de montar la fiesta.
Ahora lo pretenden cuatro. Parece demasiado, pero es la tónica imperante: unirse. Las exigencias de la FIFA —y del mundo actual— son cada vez más altas y, a no ser por países con muchísimo dinero —Qatar, Arabia Saudita— o con sobrada infraestructura —Estados Unidos, Japón, Inglaterra, Alemania, Francia, España, Italia— es cada vez más difícil para uno solo asumir el reto.
Y aparte porque FIFA entiende que, de lo contrario, habrá muchos lugares adonde la Copa del Mundo nunca podrá llegar. El Mundial cobró una magnitud colosal. Mundiales caseritos como Uruguay 1930 o Chile ’62 ya no podrán repetirse.
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El hecho de que el anuncio haya estado a cargo del presidente argentino Alberto Fernández habla de la firmeza con que va el tema. Porque esta aspiración empezó con su antecesor, Mauricio Macri, y aunque son de signos políticos antagónicos, ambas fuerzas políticas la apoyan.
A efectos históricos, la iniciativa nació por una idea magnífica, redonda: que al cumplirse cien años del primer Mundial, la Copa volviera al sitio donde todo empezó: Uruguay. Como el país de Obdulio Varela no puede sólo con tamaño desafío, sumó a Argentina, quien fue su rival en la final del ’30.
Era una postulación inmejorable con un pretexto perfecto: el centenario de la Copa. Y el Río de la Plata como epicentro, aunque lógicamente Uruguay pondría una sede —Montevideo—, quizás dos —Punta del Este— y el resto en ocho ciudades argentinas.
Pero luego se agregó a Paraguay y más tarde a Chile en la fórmula, lo cual, a ojos internacionales destiñe un poco el encanto inicial, pero también descarga obligaciones económicas: más gobiernos compartirán los gastos.
El martes, mientras se lanzaba la propuesta de Uruguay, Argentina, Paraguay, Chile 2030, Alberto Fernández señaló que sería ideal que se sumara Bolivia. Un apoyo irrestricto y generoso, aunque en Bolivia nadie abrió la boca. “Así podamos recibir un solo partido mundialista, ya sería una fiesta», manifestaron algunos periodistas bolivianos.
Sin embargo, el aumento de 32 equipos a 48 desde la próxima edición 2026, hará que los 64 encuentros que se disputaron hasta Qatar 2022 deban aumentarse considerablemente.
Aunque aún no se decidió cuál será el sistema de disputa en Canadá-Estados Unidos-México, se presume que podrían llegar a 112 cotejos. Por ello, no sería problema darle 10 ó 12 partidos a Bolivia, todavía quedarían 100 para los otros cuatro. Una mayoría de ellos, en Argentina.
Muy bonito, pero, queda solventar un pequeño detalle: hay que ganar la candidatura, porque son cuatro. La elección tendrá lugar el año próximo y la decidirá el Consejo de la FIFA después de estudiar gruesos informes de factibilidad.
El Consejo está compuesto por 38 miembros, cinco de ellos de Sudamérica: Alejandro Domínguez (Paraguay, presidente de la Conmebol), Fernando Sarney (Brasil), Ramón Jesurún (Colombia), Ignacio Alonso (Uruguay) y María Sol Muñoz (Ecuador). Deberán convencer, entre otros, a 10 miembros de Europa, 8 de África, 7 de Asia…. No será sencillo.
Los rivales, hasta ahora, porque aún podría sumarse alguno más, son España, Portugal y Ucrania por Europa, Marruecos por África y Arabia Saudita, Egipto y Grecia en una inédita reunión de tres continentes.
Está última tiene mínimas chances porque, por el principio de rotación, quedaría invalidada pues Asia viene de ser anfitrión a través de Qatar.
Marruecos es reincidente, se presenta por sexta vez, ahora respaldado por su auspiciosa actuación en el reciente Mundial, donde además de buen juego mostró la euforia de su gente por el fútbol. Tiene una ubicación estratégica en el Mediterráneo, desde España sólo hay que dar un salto y ya está.
Es un país económicamente en crecimiento y dado que la última y la única vez de África fue en 2010, podría ser… El adversario a vencer, el más difícil, es España y Portugal, que lo tienen todo: cantidad de ciudades, magnífico sistema de transporte, grandes estadios, hotelería, historia futbolística, el apoyo europeo… En solidaridad con Ucrania, ambos países decidieron sumar a Ucrania en su papeleta. Parece más una intención de congraciarse con los electores, porque para el 2030 faltan siete años, pero ahí está.
La contra de la postulación ibérica es que el último Mundial en Europa está muy fresco: Rusia 2018.
¿Por qué se dividieron el Mundial Japón y Corea…? João Havelange aún era presidente te la FIFA hacia 1996. Le había prometido el torneo a Japón, igual que su secretario general Joseph Blatter, pero antes de llegarse a la votación —el 31 de mayo de 1996— sondearon a los miembros del Comité Ejecutivo —así se llamaba entonces— y, con estupor, advirtieron que estaba ganando claramente Corea del Sur, por lo cual se anticiparon y le ofrecieron al doctor Chung Mong-joon, presidente de la Asociación Coreana y dueño de la Hyundai Motors, compartir la sede y evitar el riesgo de los votos.
Mong-joon aceptó y el Mundial fue perfecto, aunque nunca hubo un deseo real de unidad en el emprendimiento. Corea y Japón querían la Copa en solitario.
Los primeros comentarios a la pretensión sudamericana fueron “Cuatro países, ¿no es demasiado…?”. No es poco, sin embargo, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile suman 4.120.317 km cuadrados frente a los 21.096.638 de Estados Unidos, México y Canadá. No llega a ser un quinto de territorio. Y en la Copa de 2026 habrá dieciséis sedes. En Sudamérica serán alrededor de diez. De modo que no puede ser esgrimido como obstáculo.
El concepto de “Mundial compacto”, que vendió la FIFA para Qatar 2022, o sea todo en una ciudad con cientos de miles de turistas-hinchas confraternizando, resultó excelente, pero se desvirtuó completamente para 2026, que será un torneo desperdigado. Un día se juega en Ciudad de México, al siguiente en Vancouver, al otro en Nueva York, luego Los Ángeles… En Europa sería como ir de Lisboa a Moscú, de Moscú a Roma, de Roma a Oslo…
El mejor argumento sudamericano para convencer a los miembros del Consejo de la FIFA debe ser LA PASIÓN. No hay ninguna otra región del planeta donde el fútbol se viva con igual intensidad que acá. Sobre todo, en Argentina.
Decir que quienes vengan de otras latitudes vivirán una atmósfera jamás imaginada de euforia. Activar la pasión en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, no requiere de tecnología ni de presupuestos, sólo hay que llevar el Mundial y ya. El hincha, solo, hace el resto.
El sueño mundialista está. Por ahora, Bolivia va al banco de suplentes; a ver si se anima a entrar…
(12/02/2023)