Loayza: ‘Fuimos al Mundial del 94 porque creímos en nuestro proyecto’
Imagen: Oswaldo Aguirre
Guido Loayza en plena entrevista con Claudia Benavente, directora de La Razón
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Loayza, dirigente de gran experiencia al servicio de Bolívar y artífice de la clasificación de Bolivia al Mundial de 1994, visitó a La Razón.
El exdirigente deportivo y emblema de Bolívar, Guido Loayza, considera que la relación con The Strongest tiene que ser siempre cordial fuera de la cancha. Ambos clubes simbolizan a La Paz y al fútbol boliviano.
Loayza, dirigente de gran experiencia al servicio de Bolívar y artífice de la clasificación de Bolivia al Mundial de 1994, visitó a La Razón y concedió una entrevista con la directora Claudia Benavente, en el programa Piedra, papel y tinta.
Hace unos días, Loayza fue homenajeado por el actual timonel académico, Marcelo Claure, quien puso el nombre del exdirigente al moderno Centro de Alto Rendimiento que se inauguró en Ananta.
—Viva mi patria Bolivia no era una canción bandera, sino hasta el título de 1963 gracias al fútbol que es cuando se convierte en un himno y se consolida en 1993.
—Lamentablemente no tengo vivencias del título que Bolivia ganó en 1963 porque yo estaba estudiando en La Plata. Antes del Sudamericano me tuve que ir para comenzar mis estudios, entonces lo vivimos desde la Argentina, que era como estar en Japón en esas épocas.
Recibíamos un periódico de Bolivia luego de tres semanas, totalmente desactualizado y no teníamos posibilidad seguida de hablar por teléfono porque era muy caro. Entonces no pude vivir esa euforia del 63, pese a tener ídolos como Ugarte, Blacut y otros que eran jugadores de Bolívar. Sin embargo, nos alegramos tantísimo desde la distancia.
—¿De qué colegio salió bachiller Guido?
—Estudié en el Instituto Americano, era un colegio absolutamente novedoso, interesante, tuvo un nacimiento difícil, forzado, porque los liberales quisieron abrir la educación que estaba restringida a los colegios católicos y éste era un colegio metodista, protestante. Entonces cuando llegó, trajo una transformación trascendental para la educación y la pudimos vivir en casa porque mis padres eran tremendamente católicos.
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—¿Guido fue siempre un bolivarista de cepa?
—Yo me he criado en una familia grande en la que toda la gente mayor, la más respetable, era stronguista, desde mi abuelo; entonces mi tío que era pintor y mi madre eran bolivaristas, pero hemos tenido siempre un profundo respeto por The Strongest.
Dos somos bolivaristas y mi hermano menor es stronguista, somos muy unidos. Claro que nunca vamos al clásico juntos.
De hecho, me gustó mucho que Javier Hinojosa esté en la inauguración del CAR Guido Loayza.
—Una pena que no estuviera el presidente atigrado.
—Sí, pero que esté el vicepresidente ya era una gran cosa, porque así era antes. Cuando llegué como presidente, teníamos una relación excelente. Sea con Jorge Pacheco, Sergio Asbún, Kurt Reintsch, al extremo de almorzar juntos antes de los clásicos.
Bromeábamos y teníamos una excelente relación, como tiene que ser, porque esto no es una guerra ya que cada uno tiene sus preferencias y son totalmente respetables.
Además, Bolívar y The Strongest están juntos porque son La Paz. Bolívar y también The Strongest.
LA FAMILIA
—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi padre era militar, edecán del presidente Gualberto Villarroel, desterrado, y también estuvo en la Guerra del Chaco. Era una persona hecha en la trinchera y no le gustaba nada del fútbol. Nos dejó una cantidad de principios patrióticos que siempre nos inculcó. Cuando fuimos a Ecuador, él era agregado militar y nos decía que representemos bien al país. Siempre nos inculcó eso y lo mismo cuando fui a la Argentina, un país que quiero mucho, pero jamás me contagié del acento o hablar como argentino. Yo quería que me reconozcan como boliviano.
—¿Su mami, de dónde es?
—De La Paz, mi madre era paceña y mi padre de Sucre, entonces muy capitalinos nosotros.
—¿Por qué a la Argentina?
—Tenía otras posibilidades de estudio, incluso algún país de la Europa del este, pero yo tenía la idea fija, quería vivir en la Argentina, país que quiero. Mi tío Antonio Mariaca, que era un pintor conocido, iba a Buenos Aires y traía revistas, mucho tango y nos metimos en el fútbol. Él nos metió en el fútbol y las alineaciones.
—¿Cuándo se hace futbolero?
—Muy chico. Mi padre estaba desterrado y la familia de mi madre, que era muy grande, nos tratan como si fuéramos huérfanos y nos llevan al fútbol, a las corridas de toro, carreras de caballos y otras actividades de La Paz y nosotros con mis hermanos Armando y Rolando crecimos así y los tres íbamos al fútbol y nos hicimos fanáticos. Y aquí en La Paz invitamos a (Víctor Agustín) Ugarte a la casa a tomar el té y él aceptó.
—¿Algo que no le cayó bien a su mamá?
—No le cayó nada bien, pero mucho más no le cayó porque no vino, cuando ella había preparado las masitas. Entonces vio nuestro desconsuelo.
—¿Años después le recordó esa situación a Ugarte?
—Sí, y él decía ‘cómo pude ser tan imbécil de hacerle eso a unos niños’ y nosotros nunca guardamos rencores. Yo tuve el acierto de nombrarlo capitán honorario de la selección que fue al Mundial (de Estados Unidos 1994) y entonces fue un honor.
—¿Qué recuerda de la paliza a Argentina en 2009?
—Me alegré mucho, pero con sentimientos encontrados porque me dio mucha pena por Maradona, porque fue el único que defendió la altura y le metimos seis.
LA CLASIFICACIÓN
—Altura tuvimos cuando clasificamos al Mundial.
—El momento de escuchar nuestro himno en el estadio Soldier Field, partido inaugural, fue una cosa inolvidable, algo histórico para nosotros.
—¿Cómo fue contratar al entrenador Xabier Azkargorta?
—Cuando se llevaban a Etcheverry a España, el empresario nos dijo que había un técnico vasco que nos caería de perillas, un enamorado de América Latina y que era una persona de otro nivel.
Cuando llegué a la Federación tenía en mente a otros candidatos como Jorge Habegger y Carlos Pachamé.
Al final fuimos por Xabier, pero su último contrato con Real Valladolid era de 200.000 dólares; trabajamos un proyecto y se lo mandamos a Xabier y nos dijo que él no hablaba de contratos si no era mirándonos a los ojos.
Vino, le encantó el proyecto y se quedó. Lo trajimos en un vuelo larguísimo por Madrid, Manaos, Santa Cruz y La Paz, además en galera, no era en clase ejecutiva.
—¿Lo aceptaban a Xabier?
—Al comienzo no, la gente no lo quería, hasta recibimos cartas de amenaza de muerte y tuvimos que chuparnos todo eso. Cuando perdimos con Chile acá en el Siles antes de la Copa América de Ecuador, la prensa fue cruel con críticas duras.
Nosotros lo respaldamos hasta el final y lo acompañamos en todo momento.
La prensa me rodeó luego de ese partido con Chile y me preguntaron ¿cuándo se va Azkargorta? Yo les dije ‘guárdense su saliva, su tinta, porque Azkargorta se va a quedar hasta el último día de su contrato’. Y lo respaldamos con todas las de la ley.
—Cuáles fueron las claves para llegar al Mundial?
—Tener las ideas claras, convencimiento e ir tras esa ideas, más allá de cualquier problema que se pueda presentar como la huelga de jugadores o las dificultades económicas, pero sorteamos todas esas adversidades.
Nos fuimos a Barcelona para que la selección se prepare gracias a una gestión de Xabier, era más barato que hospedarnos en Cochabamba y otro problema era convencer a los jugadores que ganen un viático de 20 dólares.
No estábamos por la plata, ni nosotros ni Azkargorta, que ganaba cuatro veces menos que en España. Vendimos un proyecto, creímos en el proyecto y al final nos fuimos al Mundial gracias al empeño de todos.
Nosotros, la dirigencia, no veíamos un peso, todo lo hicimos en base a la realidad que teníamos entonces.
—Guido, le propongo ver un abanico de fotografías y qué recuerda al verlas.
—Esa es de un encuentro futbolero con Pep Guardiola en el que hablamos del partido Bolivia-España en el Mundial de 1994 y le dije que ese penal que pateó no era tal, más aún con el VAR de hoy. Y hablamos mucho en este encuentro, como con Jorge (Barraza).
—Agradecemos a Jorge Barraza por el contacto.
—Conozco a Jorge de muchos, muchos años que en el bajo de Buenos Aires estaban las oficinas de El Gráfico, no sé por qué nos encontramos pero ya nos hicimos amigos. Fuimos a las oficinas, conocimos a los monstruos del periodismo que admiramos y Jorge era muy joven y con él hablamos tantas horas y horas de fútbol, junto a otros amigos ligados a este vicio y enfermedad que se llama fútbol y que nos mantiene en contacto.
EL CAR GUIDO LOAYZA
—¿Qué sentimiento tiene el hecho de que el CAR lleve su nombre?
—Agradezco, porque muchas veces no hay gratitud, y la gratitud es la primera virtud que debe haber, pero es tan escasa, que a la gente le cuesta mucho decir gracias. Cuando era presidente de Bolívar teníamos cada año una ceremonia de homenaje a nuestras figuras en el Club de La Paz.
Hace 30 años, cuando clasificamos al Mundial, nadie del fútbol ni de instituciones me ha hecho llegar nada, pero la gente de a pie no se olvida.
Y lo que hizo Marcelo de hacerme ese reconocimiento por haber ganado tanto en Bolívar, con 15 vueltas olímpicas, es una maravilla.
—¿Cómo fue traer a Claure?
—Haberlo traído a él es importantísimo, porque nos salvó de desaparecer, como le pasó a San José; teníamos que conseguir mucho dinero y lo único que podía hacer era traerlo a Marcelo y convencerlo, por suerte aceptó y pudimos hacer algo.
—¿Y Mario Mercado?
—Mario era una excelente persona, era Bolívar, una de esas personas que daban la vida por el fútbol y así murió en el 95 cuando se trasladaba a Sucre, pero antes paró en Oruro para recoger al presidente de San José, entonces el avión giró, explotó y se fue en un viaje en pro del fútbol boliviano.
—¿Cuál el rol de su esposa?
—Fue vital, porque conocía la trastienda del dirigente de fútbol, ella manejaba toda la plata de mi casa, nunca me hacía ningún problema y yo he intentado nunca fallarle.
—¿Ella pesó en el dirigente?
—Tenía el talento para decirte las cosas sin quitarte lo que querías hacer, con ella llegaba a un punto de reflexión y análisis. Lo que tengo que agradecerle es que nunca me quitó la iniciativa ni con la Federación ni con el Bolívar y se sentía orgullosa.
—¿Y usted como compañero de Gilda?
—Pude haber sido mejor, pero creo que formamos un muy lindo hogar.
—¿Tiene un nieto?
—Sí, el hijo de Álvaro, que ya es bolivarista; en Ananta me dijo que cuando sea grande quiere ser presidente de Bolívar.
—¿Y sus hijos?
—Álvaro estudió Filosofía en Madrid y Diego, Sociología en Bélgica. Los dos se llevan muy bien, trabajan juntos, escriben novelas a cuatro manos, son personas orientadas a las letras y futboleros a muerte.
—¿Qué le dio la vida?
—Mucho, soy un agradecido por ser boliviano, paceño, gran bolivarista, un buen ingeniero y un buen dirigente de fútbol.
(16/03/2023)