Si no sufre y hace sufrir no es el Tigre
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
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Introducción: estamos en la semana aniversario de la Cañada Strongest (1934-2023). La memoria del goleador José Rosendo Bullaín, que se quedó en la cañada, se hace presente.
Fluminense llega con plantel alterno y deja en Río de Janeiro a sus grandes figuras (como lo hizo Palmeiras cuando jugó contra Bolívar). No juegan ni Marcelo, ni Felipe Melo, ni Lima, ni Ganso ni Cano.
Hay casi 20.000 hinchas del Tigre en el Siles; van a sufrir de lo lindo, como manda el Viejo y el Nuevo Testamento gualdinegro.
Biaggio coloca un tridente (Chura-Ortega-Sotomayor) por delante del “doble cinco” (Quiroga-Ursino) para tratar de abastecer a Triverio, que volverá a firmar un partidazo. En la recta veo un “trapo” que dice así: “la altura no mata; el Tigre, sí”.
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Nudo: la primera que tiene el Tigre -a los tres minutos- la manda a guardar. Es un “corner” del “Mago” Ortega que remata a bocajarro Triverio. Luego, una jugada “maradoniana” del colombiano que lleva la diez acaba en un regalo de Ursino.
Es la primera de muchas ocasiones clarísimas de gol que fallará el equipo del “Pampa”. El “Derribador de campeones” hará presión alta toda la noche ante la insistencia de “Flu” de salir desde atrás con pelota dominada.
La idea es robar cerca del área de Fabio; el objetivo es que el “tricolor” salte líneas. El plan de Biaggio funcionará a la perfección. El partido de Álvaro Quiroga (el mejor “cinco” de Bolivia) será de antología.
Desenlace: la segunda parte será de dos colores, negro y amarillo, los colores del coraje. El Tigre llega más y mejor. No le da la gana de meter el segundo (palo incluído); si no sufre (y hace sufrir) no es el Tigre.
Chura se va lesionado y deja su lugar al yungueño Arrascaita. Los cambios de “Flu” (más juveniles a la cancha) no darán resultado.
Cuando el gualdinegro se mete peligrosamente atrás a falta de quince minutos, el triunvirato del cuerpo técnico (Biaggio-Mur-Cabanillas), reunidos en magna asamblea a un costado del terreno de juego, da con la tecla.
Saca a un cansado Ortega y mete al uruguayo correoso, Junior Arias. Entonces vuelve el “pressing” alto; entonces volverán -como las oscuras golondrinas- las ocasiones de gol, erradas para mantener en lo más alto la consigna stronguista del sumo padecimiento. El final feliz con la hinchada respirando/suspirando también es un clásico.
Post-scriptum: el Tigre está más vivo que nunca en la Libertadores. Toca gana a Cristal en La Paz el siete de junio y soñar con el pase a octavos. Pelear, sufrir, vencer: son los verbos hechos carne que nos legaron los soldados/jugadores de la Cañada Strongest. Honrarlos es nuestro deber.
(25/05/2023)