Friday 22 Sep 2023 | Actualizado a 07:29 AM

Campeón a los 12 segundos

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 4 de junio de 2023 / 23:53

Es una foto maravillosa que engalana todo un muro en la sede del Manchester City. En medio del viejo Wembley, el rey Jorge V, de Inglaterra, saludando uno a uno a los futbolistas del City antes de la final de la Copa Inglesa (FA Cup) de 1934, acompañado de Sam Cowan, capitán ciudadano, quien va diciéndole los nombres de sus compañeros.

Por ser la competencia de mayor raigambre popular, una auténtica joya de la corona, era hábito que el monarca británico asistiera a la final en La Catedral y entregara el trofeo al vencedor.

La definición de la Copa Inglesa no es apenas un partido de fútbol, también una tradición de un siglo y medio. La clausura de una competencia en la que intervienen 732 equipos de Inglaterra y Gales, muchos de ellos amateurs, y que suele enfrentar a colosos como el Liverpool o el Arsenal con modestos cuadritos de 5ª. División.

Tiene un carácter integrador y la épica juguetea en cada fase. Los de abajo dejan la piel. Voltear a un tótem puede ser un hito en la vida de estos proletarios de la pelota. Incluso de un pequeño pueblo.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Gloria y drama en la Bundesliga

La victoria de un gurrumín colapsa los pubs y se vacían toneles de cerveza. Y más de una vez han logrado el laurel equipos de la Segunda, como en el ’76, cuando el Southampton dobló la muñeca del Manchester United: 1-0 en Wembley ante 100.000 sorprendidos.
Siempre es edificante disfrutar del fútbol inglés, la generosidad futbolística de ir en busca de la victoria -todos-, pero en especial su valor estético y su limpieza moral.

Nadie corre con el caballo del comisario, todos son iguales. Para los jueces es lo mismo el Charlton Athletic que el Chelsea, el Hereford que el Tottenham. Y si aparte hablamos de la final de la Cup, el torneo más antiguo de este deporte en el mundo (iniciado en 1871), la cita es imperdible para los consumidores universales de fútbol.

Nadie es indiferente al encanto de la Premier League. Y en esta ocasión, menos: primera vez que chocaban los dos guapos de Mánchester en la instancia definitoria.
Sólo iban 12 segundos (doce) cuando el balón traspasó la línea y se convirtió en gol del Manchester City. Si alguien estaba aún acomodándose en el asiento o limpiando sus lentes, se lo perdió. Impresionante comienzo para la final de la Copa Inglesa, esa maravilla que el fútbol inglés nos regala cada año a los feligreses de la número cinco.

Faltaban aún 102 minutos, una vida, pero allí comenzó a establecer superioridad el cuadro celeste y a sentirse campeón. Es casi imposible darle vuelta un resultado a un equipo de Guardiola. Fue un pelotazo largo del arquero Ortega, la bajó Haaland de cabeza, rechazó alto Lindelof y así como venía, de aire, Gundogan la empalmó al ángulo. Los delanteros del United aún se estaban ajustando las medias.
A los 31’, del modo más inopinado, empataron los Diablos Rojos. Un cabezazo no muy prometedor rozó apenas un dedo de la mano izquierda de Grealish que, detectado con el microscopio por el VAR, derivó en penal. Una mano irresponsablemente alta, inoportuna y desubicada.

Grealish podría decir “no fui yo, fue mi mano”. Que ni mano fue, uña cobró el árbitro. Remató Bruno Fernandes y 1-1. Sin embargo, en el minuto 51’ el turco-alemán Gundogan, el hombre de los goles decisivos, puso la casa en orden: le llegó otra bola alta y, nuevamente de primera, le pegó de zurda y se metió despacito, como pidiendo permiso, ante la estirada en cámara lenta de De Gea: 2 a 1 y ahí quedó la sensación de que los colorados no lo levantaban más. Todavía está cayendo De Gea…

Erik ten Hag, que ha hecho una primera temporada notable en el United (récord para el club con 67% de eficacia), se demoró en sacar a Sancho, una vez más desaparecido, y tardó un siglo en poner a Garnacho, un ají picante que en pocos minutos complicó a todo el City con su agresividad, sus arranques y su velocidad. Fue superior el City, ganó bien, aunque esta vez no le sobraron cartas. Ten Hag sabe cómo jugarle a Guardiola, lo conoce perfectamente porque coincidieron en el Bayern Munich: el holandés dirigía a los juveniles y Pep a la Primera.

Apenas se vieron gotitas de Haaland, apagado, bien tomado por los zagueros rivales. El gigante tuvo una temporada excepcional (52 goles en 52 partidos), pero en el último mes parece estar de novio. No con el gol. El sobresaliente, por el doblete, resultó Gundogan, aunque también descolló Stones, el último experimento de Guardiola. Fue zaguero doce años hasta que hace un par de meses el catalán lo adelantó al centro del campo y se le aclaró todo el juego, como el ciego que recupera la vista. Anticipa y sale jugando con clase y seguridad.

No fue el partido de todos los tiempos, pero dio la categoría de un duelo que congrega 90.000 espectadores. A propósito: ¿cuán pacífico habrá sido el retorno de esos noventa mil…? Cuarenta y cinco mil de cada bando desandando los 200 kilómetros hasta Mánchester, compartiendo carretera, tren, avión…
Los saltos alocados de Guardiola en la celebración de los goles, sus lágrimas en la premiación revelan su ilusión por ganar el triplete. Sólo le falta la Champions el sábado para completar.

Este fue el título número 34 de Pep en apenas 14 años de entrenar. Y 13 ganados con el cuadro ciudadano. Los hinchas del City son, sin duda, los más afortunados de la tierra. De haber casi vegetado durante un siglo, con algunas esporádicas alegrías y muchos descensos y desencantos, viendo cómo sus vecinos del United conquistaban trofeos a mansalva, un día tocaron timbre en la sede y eran unos señores con turbante. Somos de Emiratos Árabes… ¿a cuánto está el kilo de City…? Quisiéramos comprar el club. Cómo no, tomen asiento… Los ingleses se guiñaban el ojo.

Los visitantes llevaban un baúl de millones para fichar jugadores; luego acercaron a Pep Guardiola. Con él la dicha es completa, les han brotado títulos como hongos. Las palabras y el saludo extenso y admirativo del príncipe William a Pep en la ceremonia inaugural y luego en la entrega de medallas, reflejan lo que despierta este ajedrecista de la redonda.
La contra -un ejército multitudinario- dirá una vez más que Pep y el City ganan por los petrodólares y por las estrellas que contrata y que los otros, indigentes, no pueden hacer nada. Pero sucede que el City gastó a inicios de temporada 150 millones de euros en jugadores y vendió por 186, en tanto el United invirtió 238 y transfirió por 9,4. Diferencia abismal en favor del United.

Lo mismo acontece con la creencia de City rico y United, Bayern, Madrid, Liverpool, Juventus pobres. Manchester United es propiedad de la familia norteamericana Glazer, un imperio diversificado en la industria del entretenimiento, los bienes raíces, el petróleo, centros comerciales, etcétera.

Parte del Bayern es de Adidas, Audi y Allianz. A ese nivel todos son poderosos. Moraleja: Guardiola cuenta con igual cantidad de figuras que los demás tiburones blancos de Europa, simplemente gana por mejor, por la capacidad de sus jugadores y su genio estratégico. Sobre todo, esto último.
Las apuestas pagaban 1,56 el triunfo celeste y 5,80 el de los rojos. Las previsiones de la cátedra se cumplieron. A punto estuvo el City de firmar una tarjeta inmaculada en el torneo: jugó 6, ganó 6, anotó 19 goles y le marcaron uno, ese de penal. El sábado tiene la última parada en la estación Estambul. Ahí espera la Champions.

(04/06/2023)

Un Chipre, un Andorra, un Luxemburgo…

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 17 de septiembre de 2023 / 21:29

El pasado lunes 11 de septiembre, para siempre histórico por el golpe de Estado de Pinochet en Chile y el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, Portugal goleó burocráticamente a Luxemburgo 9 a 0. No era un picadito de sábado a la mañana entre los muchachos de la oficina sino un partido oficial por la clasificación para la Eurocopa 2024 que se disputará en Alemania. Tras el octavo gol, el técnico luxemburgués Luc Holtz no soportó más la bronca, la humillación y se fue al vestuario.

Cristiano Ronaldo se perdió semejante plato para engrosar sus números por recibir una amarilla la jornada anterior ante Eslovaquia. En el choque de ida Portugal también había goleado, pero “apenas” 6 a 0, en el coqueto Estadio de Luxemburgo, con capacidad para 9.386 espectadores (y no se llenó…). “¡Doblete infernal de CR7 y paliza lusa para ser líder!”, tituló entonces ESPN en su página de Internet.

Portugal le endosó a Luxemburgo 15 goles en los dos enfrentamientos. Eso es infernal. Lo que torna aún más dantesco el 9 a 0 es que, hasta ese momento, Luxemburgo era segundo del grupo y estaba entrando en la Euro. La Selección Portuguesa ocupa el puesto 9 del Ránking Mundial de la FIFA, Luxemburgo el 89. El Grupo J de la Eliminatoria de la Eurocopa lo integran, además, Eslovaquia (47), Bosnia (62), Islandia (67), y Liechtenstein (200). Portugal encabeza esta zona con 6 jugados, 6 ganados, 24 goles a favor y 0 en contra. En esta misma competición, España goleó 7 a 1 a Georgia y 6 a 0 a Chipre. Las supergoleadas están a la vuelta de la esquina en todos los grupos.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Sin jugadores es difícil

Así son, por lo general, las clasificatorias europeas, para la Euro y para los Mundiales. A nosotros casi nos da pudor decir que Sudamérica tiene 6,5 cupos para el 2026, pero Europa no tiene complejos en servirse 16 plazas directas. Europa, que fue un fiasco en Qatar. Todas sus selecciones decepcionaron futbolísticamente, incluso Francia, que fue bailada por Argentina durante 80 minutos, aunque finalmente igualaron 3 a 3. Por algo Deschamps quería romper el vestuario de la rabia. Tampoco

Mbappé tiene empacho en declarar que «Argentina y Brasil no juegan partidos de mucho nivel para llegar al Mundial. En Sudamérica el fútbol no está tan avanzado como en Europa». Seguramente, cuando termine su carrera, Mbappé habrá marcado 80 ó 90 goles a selecciones europeas. En esta misma clasificación para la Euro le hizo dos a Gibraltar y uno a Grecia.

Son tantos cupos para Europa que no es descabellado pensarlo: entre esas 16 selecciones podría colarse un Albania, un Kosovo, un Estonia. Europa reúne a 55 selecciones, pero treinta de ellas se ubican entre el puesto 50 y el 208 del Ránking. Son las Andorra, Gibraltar, San Marino, Malta, Moldavia, Azerbaiyán, Islas Feroe, etcéteras varios.

Sólo seis o siete tienen un fútbol fuerte: Francia, España, Inglaterra, Alemania, Italia, Holanda, Portugal. Y a ninguna le sobra fantasía. Italia lleva dos Mundiales sin asistir y Alemania dos seguidos eliminado en primera ronda. Todas buscan nacionalizar extranjeros por falta de jugadores, sobre todo sudamericanos. Italia, en breve, va a nacionalizar hasta el utilero.

La actual Selección Brasileña tiene nueve atacantes de máximo nivel: Neymar, Vinicius, Rodrygo, Richarlison, Gabriel Jesús, Gabriel Martinelli, Lucas Paquetá, Raphinha y Antony. Entre las siete formaciones más fuertes de Europa no pueden juntar semejante dotación. En su último compromiso, Alemania alineó como centrodelantero a Thomas Müller, de 34 años, que tampoco es 9. No tiene mucho más; la preocupación es que el año siguiente albergarán la Eurocopa y la idea, como siempre, es dar una imagen bien alemana, potente, ganadora. Europa equipara su menor cantidad de talento con buena preparación, excelentes entrenadores y, sobre todo, su resonancia mediática, el glamour de sus estadios. A propósito, hundido en una crisis profunda, el fútbol alemán busca cambiar su modelo de base: basta de academicismo, más potreros, dicen.

Paraguay jugó ante Perú posiblemente su mejor partido en años. Lo desbordó por todos los flancos, estrelló seis tiros en los palos y el fantástico arquero limeño Gallese evitó al menos media docena de goles. Pero apenas logró empatar 0 a 0. Cinco días después, Paraguay cayó ante Venezuela 1 a 0. Así es de este lado del agua, más complicado.

Venezuela, que a lo largo de los tiempos fue el benjamín de Sudamérica, nunca recibiría 15 goles de Portugal en dos cotejos. Nos animamos a apostar que, en Caracas o en San Cristóbal, le haría morder el polvo. A su vez Uruguay, que había dejado óptima impresión ante Chile venciendo 3 a 1, cayó en Ecuador 2 a 1 con la bravísima selección tricolor. Acá es así. No debemos tener vergüenza de los 6 cupos y medio.

África y Asia, que nunca ganaron nada, tienen 9 y 8 respectivamente. Desde luego, tienen muchos más países miembros y es justo que todos tengan derechos y posibilidades de asistir a la fiesta grande, pero América del Sur conquistó 10 Mundiales, 5 Olímpicos, 16 Mundiales de juveniles, 6 de futsal, 5 de fútbol playa y, sobre todo, ha procreado a los grandes artistas de este juego. La Copa del Mundo no tendría el mismo sabor sin el concurso de Brasil y Argentina. Si uno de los nuestros se corona de nuevo en 2026 Conmebol debería exigir al menos 7 cupos directos para el continente. O 7 y medio. Merece.

Sudamérica es el mayor exportador de futbolistas del mundo a otros continentes. Sus talentos no sólo abastecen a casi todos los mercados del planeta, les dan brillo. A mayo de 2023, Brasil era el primer productor mundial con 1.289 jugadores, Argentina el tercero con 905, Colombia el sexto con 448, Uruguay el decimotercero con 338. Más abajo, Paraguay 150, Venezuela 112, Ecuador 82, Chile 68, Perú 25 y Bolivia 7. La región futbolística más pequeña demográficamente aporta 3.355 jugadores al resto.

Lo que realza todos estos logros es que, además, el fútbol sudamericano es el que menos presupuesto maneja y el de menor peso político dentro del universo FIFA. Sus diez asociaciones sobre las 211 afiliadas representan el 0,4% de la torta. Y en este campo también aportamos: João Havelange, el único no europeo, fue el presidente que expandió el juego a todos los confines, integró al África, al Asia, a Oceanía, al Caribe, creó la mayoría de los torneos, logró los grandes patrocinios y llevó a la FIFA de ser una vieja casona de Zurich con 11 empleados al gigante actual que factura miles de millones.

Sudamérica ha vuelto a ser. Y nuestra Eliminatoria es, por lejos, la mejor del mundo.

(17/09/2023)

Comparte y opina:

Sin jugadores es difícil

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 13 de septiembre de 2023 / 00:24

Después de tantos cacareos (“Bolivia tiene con qué ganarle a Argentina”) llegó el baño de realidad: Bolivia no tiene con qué ganarle a Argentina.

La distancia entre La Paz y Buenos Aires es equivalente a la que media entre las selecciones de Bolivia y Argentina. Hay al menos dos categorías de diferencia entre los futbolistas de uno y otro equipo.

Clase A los albicelestes, clase C los verdes. Esta posiblemente sea la peor expresión de una Selección Boliviana en décadas.

No hubo partido, el once de Costas no compitió. “La altura es la pelota”, dice convencido Guido Loayza. “No es que no se puede correr, se puede, el problema es la pelota, que toma una velocidad mayor”, explica. Tal cual, por eso dominar la bola les lleva dos y hasta tres tiempos a los jugadores. Argentina tardó diez minutos en entenderlo. Los pases se le iban lejos, los controles, largos.

Una vez que sus hombres lo captaron, gobernó el juego a voluntad. Impuso su jerarquía de indiscutible campeón del mundo. Empezó el toque y la búsqueda del momento para golpear en la red. Un monólogo a pura clase, similar al de los primeros 80 minutos contra Francia en la final de Qatar. Vale como consuelo: si lo apabulló a Francia…

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Ecuador

De haber apretado el acelerador pudo ser más que 3 a 0, pero mostró autoridad, no voracidad. Fue la victoria más apacible de la Albiceleste en Bolivia. Y que se puede correr en la altura lo confirmó Julián Álvarez, un galgo que corrió por propios y ajenos.

Marcelo Díaz, exvolante de la Selección Chilena bicampeona de América, publicó en su cuenta de Instagram un elogio poco habitual hacia la Celeste y Blanca: “Juegan como un verdadero equipo en su selección, están en los mejores equipos del mundo, tienen al mejor JUGADOR del mundo, ganaron la Copa América, la Finalissima, son CAMPEONES DEL MUNDO, son todos millonarios y se tiran de cabeza en cada pelota como si les faltara gloria deportiva. Son dignos de admirar y un lindo ejemplo para el deporte en general”.

¿Y Bolivia…? No compitió. Del 1 al 10, fue de una actuación de dos puntos, desacertada, triste individual y colectivamente, se vio superada y se fue entregando. Como se está haciendo costumbre, la excepción es Viscarra. Bolivia se ha tornado Viscarra y diez más.

Ahora los cañones le apuntarán al técnico, error, Costas tiene poco que ver, no hay material. Sin jugadores es difícil. Y no asoma ningún crack en el horizonte. Esto no es futbolín, no son muñequitos manejados desde afuera. Cuando empieza el partido, se mueven solos.

La gente cumplió, los jugadores no. Tampoco se los puede lapidar, son esto.

Comparte y opina:

Un ejercicio apasionante

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de septiembre de 2023 / 21:37

Surgió tipo charla de café, con una pregunta lanzada al aire: ¿Quién fue el mejor futbolista boliviano de la historia…? Y enseguida se agolparon nombres: Ugarte, Etcheverry, Chichi Romero, Platiní Sánchez, Chocolatín Castillo, Ovidio Messa, Marcelo Martins…

-Bueno, pero entonces ¿quién…?

-¿Y por qué en lugar de decidir nosotros no hacemos una encuesta…? Que vote lo más calificado del ambiente.

-Dale.

Y nos lanzamos al agua. Que voten cien personajes: exjugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas, hinchas ilustres, todos bien futboleros. El que surja de esta votación es el número uno, sin duda. “Gran iniciativa, nunca se hizo”, nos estimuló un colega. Y fue apasionante.

Un trabajo artesanal. Desfilaron 26 nombres entre los elegidos, los más importantes del fútbol boliviano. Cada respuesta fue una interpretación, una manera de ver el juego, la importancia de los títulos para unos, la clase para otros, el reconocimiento internacional para quienes optaron por una tercera posición.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

¿La MLS una liga de quinta…?

Muchos respondieron al instante, entusiasmados, otros prefirieron pensárselo bien, algunos, muy escuetos, dieron los tres nombres y punto. Y estuvo quien hizo todo un ensayo de su argumentación. También los hubo que nunca respondieron o, como Marco Sandy, que prefirieron excusarse con una respetable explicación: “Tengo un problema al respecto de la encuesta, creo que es muy injusto poner solamente a tres jugadores nada más. Primero, que cada época fue distinta, después, que también hay que diferenciar entre jugadores talentosos, jugadores integrales y poner a sólo tres me parece que dejaría afuera a muchos otros que se merecen, mil disculpas, prefiero no intervenir”.

Cristaldo puso también sus reparos: “No me hagas poner a ‘Chichi’ Romero delante de Etcheverry o a Etcheverry delante de ‘Chichi’, fueron dos fenómenos y grandes compañeros, iguales para mí”. Comprensible: fueron ambos de primeros. Otros pidieron poner dos terceros para no dejar por fuera algún crack.

Los mayores se inclinaron más por Ugarte, aunque atención a un dato interesante: Grover Echavarría, un grande del periodismo y que lo vio en plenitud, no lo incluyó en su terna, votó por Etcheverry. Esto explica algo de lo que estamos convencidos: se idealiza el pasado. Nos lo confirmó Carlos Aragonés: “Yo jugué contra Maradona, un fenómeno, pero no era como Messi, eh…” Hay una tendencia a creer que todo lo de antes era mejor.

El ‘Diablo’ sorprendió con su elección: eligió a Jaime Moreno en lo más alto de su podio. Se entiende, hicieron una dupla letal. Carlos Borja fue el primero que se inclinó por un nacido en el extranjero, en este caso como tercero: a Carlos Ángel López, el zurdo que la llevaba atada, pegada y cosida, pero luego varios votaron a Pablo Escobar, otro zurdo virtuoso, en este caso paraguayo, pero nacionalizado y con muy buen paso por la selección. Julio Baldivieso, con su proverbial simpatía y personalidad nos dijo de entrada: “El mejor de todos fue Baldivieso…”

 Las cosas que contaron muchos excompañeros sobre “Chichi” Romero fueron fantásticas. Permiten imaginar el crack inmenso que fue. Guido Loayza votó por el ídolo de su infancia: Víctor Agustín Ugarte. Y contó una anécdota descomunal: “Éramos chicos y vivíamos en el Prado.

Salimos un día con mis hermanos Armando y Rolando y nos encontramos con Ugarte. No podíamos creerlo. Lo veíamos en la cancha y era como un Dios para nosotros. Y estaba ahí, al lado nuestro. Fue una emoción increíble. Nos animamos a hablarle y él, muy amable. Lo invitamos a tomar el té en nuestra casa. ‘¿Cuándo?’, nos preguntó. Mañana a las cuatro de la tarde, le dijimos. ‘OK’, respondió. ´Volvimos a casa corriendo, emocionados, y le contamos a mamá.

Nos quería matar. ‘¿Qué… un futbolista…?’ En esa época los jugadores tenían fama de farreros. ‘Sí, mamá, él es un crack…’ Le costó entenderlo, pero bueno, nos vio tan felices que terminó aceptándolo. Desde ese momento la casa fue una revolución con los preparativos.

Mi mamá hizo pasteles, preparó todo y nosotros teníamos una ansiedad tremenda. Nos turnábamos en la puerta para ver cuándo llegaba Ugarte. Pero se hicieron las cuatro, cuatro y media, cinco… Y Ugarte no llegaba. Nunca vino. Pero, bueno, él era un ídolo y nosotros unos chicos. Seguro nos dijo que vendría para no desilusionarnos.

Con los años, cuando fui presidente de la Federación y clasificamos al Mundial ’94, lo invité a venir a Estados Unidos como miembro de la delegación en calidad de símbolo. Con todo lo que Ugarte dio al fútbol no podía estar ausente en ese momento. Y se le hizo toda la ropa de calle como al resto de la delegación, camisas, traje, corbata, zapatos, todo…

Pasó una estadía inolvidable con los jugadores, estaba feliz como un niño. Y entonces le conté aquella anécdota del té a las cuatro de la tarde… No podía creer que aquel niño fuera yo. Y lo lamentaba: ‘Uuuuuy… ingeniero, mil disculpas, ¿cómo pude hacer eso…?’ Pero aquello fue una simple anécdota risueña, jamás podría tapar lo que Ugarte nos dio a los bolivaristas, él y Mario Alborta nos hicieron un club grande. A partir de ellos se forjó todo”.

Primero nos preguntamos si no nos habíamos metido en un berenjenal haciendo la encuesta. Había que conseguir teléfonos, establecer contactos, explicar el tema y esperar la respuesta. Y eran cien personalidades. O más de cien (terminaron siendo 111). Luego no queríamos que terminara y seguíamos agregando por puro gusto nomás. Y ganó el “Diablo” por amplio margen, aunque, como decimos, “Chichi” Romero genera una admiración extraordinaria entre sus colegas, los técnicos, los dirigentes que lo trataron y, sobre todo, sus excompañeros.

La encuesta permitió enterarnos de tantísimas historias y anécdotas archivadas, hermosas, por cierto. La satisfacción pasa por haber involucrado a todo el espectro del fútbol boliviano, todos participaron y dejaron su pensamiento y ello legitima la elección.

El tiempo pasa y nos devora. Es un río bravo que se lleva todo. Este ejercicio periodístico intenta impedirlo.

Comparte y opina:

Sobra dinero, faltan figuras

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 20 de agosto de 2023 / 20:40

En Inglaterra no se lo explican: ¿cómo un buen jugador -no un supertalento- como Moisés Caicedo cuesta 144,6 millones de dólares…? (esa es la cifra oficial que consigna el Chelsea).

El pase más caro de la historia de Inglaterra es por un volante defensivo. Un robador de balones que en la temporada 2022-2023, la única que jugó completa en el Brighton, marcó 1 gol y dio 1 asistencia en 43 salidas al campo.

Un futbolista que no se especializa en la creación, no ofrece cabezazo para el juego aéreo, no se destaca por su remate -por eso no le encargan las pelotas quietas-; tampoco es un gambeteador que quiebre líneas y genere desequilibrio. Que además nunca fue campeón. Sí aporta buen manejo y distribución en la primera línea del mediocampo.

Tampoco nadie entiende que el Arsenal haya pagado 127 millones por Declan Rice, un correcto mediocampista de corte, con menos manejo que Caicedo aunque con mayor liderazgo y recorrido, más vertical, y que registra 5 goles y 3 asistencias en su reciente curso en el West Ham United.

No es menos sorprendente que el mismo Arsenal pague 81,52 millones por Kai Havertz, un témpano de hielo. Con buena técnica, esto sí. El fútbol está inflacionado, desorbitado, pero, aún así, son valores completamente incomprensibles.

Mismo los 131,52 millones que el Chelsea pagó por Enzo Fernández parecen desmesurados, aunque valga decir que Enzo es un artista con la pelota y ha sido campeón del mundo (y figura) con Argentina, además de ganar otros cinco títulos importantes con Defensa y Justicia, River y Benfica. Incluso llegó a reunir 10 goles y 6 asistencias en sólo 28 partidos en la liga 2021 con River. Todo con 22 años.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

La Libertadores vuelve a encantar

Ya había parecido una locura que el año pasado Manchester United pagara 77 millones de dólares por Casemiro, mediocampista de recuperación de 30 años, pero Casemiro es Casemiro, un líder, multicampeón, pieza clave del Madrid ganador de Champions. Y un volante que se anota seguido en el gol.

La Premier League es la liga más rica del mundo, OK, pero atención, no es sólo la Premier. El Paris Saint Germain pagó 65,22 millones de dólares por Manuel Ugarte, un casi desconocido centromedio de corte, uruguayo, que en 85 juegos con el Sporting de Lisboa marcó un gol. Podríamos citar muchos casos similares en los que no se encuentra relación alguna entre el rendimiento y el precio de venta.

¿Cuánto vale Vinicius, entonces…? Una máquina de encarar y desequilibrar, de hacer y preparar goles, que pone de rodillas al Bernabéu, que brilla en Champions y destaca en Brasil. ¿Quinientos millones…? ¿Más…? ¿Cuánto debería pedir el Liverpool por Luis Díaz, un punta veloz, gambeteador, goleador, asistidor…? ¿Cuál sería el precio de Haaland, que en su primera temporada en el Manchester City, con 22 años, firma 52 goles, 9 asistencias y gana el máximo triplete posible para un club inglés: liga, copa y Champions…? ¿Mil millones estarían bien por Haaland…? ¿O es poco…? Estos son los que ganan los partidos y los campeonatos.

¿Por qué las cifras astronómicas en las transferencias…? La primera explicación es que hay demasiado dinero en el fútbol. A manera de ejemplos: en la semifinal de Champions ante el Milan, el Inter, haciendo de local en el Giusseppe Meazza, recaudó 12 millones de euros sólo de taquilla. Apple le pagó a la MLS, una liga joven, aunque muy prometedora, 2.500 millones de dólares por diez años a cambio de los derechos de TV exclusivos, más un porcentaje interesante por cada abonado.

El último contrato de Adidas con el Real Madrid por su camiseta bordea los 1.600 millones de euros por diez temporadas. Las tiendas de los clubes, sus museos, las entradas VIP, los derechos de televisación, los premios por intervenir en los torneos y cantidades de ingresos más se han disparado a niveles impensados hasta hace diez años. El magnate ruso Roman Abramovich compró el Chelsea en 2003 por 178 millones de dólares y lo vendió (obligado por el Gobierno británico) en 2022 en 5.312 millones, exactamente treinta veces más.

Adicionalmente, el fútbol está siendo abordado por cantidades de hipermillonarios, empresarios, jeques que buscan visibilidad a través de la poderosísima repercusión que garantiza este deporte. Incluso gobiernos -como Arabia Saudita, Qatar o China- invierten en la número cinco como plataforma de lanzamiento para fines geopolíticos. Hay lo que no hubo nunca.

Esto deriva en el punto clave: la demanda supera largamente la oferta. Hay muchos compradores y pocos cracks. Por eso, cualquier buen elemento, apenas eso, cotiza por encima de los cien millones.

La Premier League desborda dinero por sus cuatro costados y los clubes salen a gastar con entusiasmo, sin embargo, lo que diferencia este momento con décadas anteriores es que no fichan sólo los cuatro o cinco clubes grandes, todos salen y llenan el carrito.

El Newcastle, nuevo rico, lleva erogados 131,52 millones sólo en 3 refuerzos, sin contar la tonelada que desembolsó en el libro de pases anterior. Aparte de Arsenal y Chelsea, también fichan fuerte los dos Manchester, el Liverpool, Tottenham, Arsenal, Aston Villa (se quedó con Pau Torres, del Villarreal, por 35,87 millones y cerró al prometedor Nicolò Zaniolo). También el West Ham se anota con pases de ese rango.

Hay transferencias millonarias en España (el Madrid se comprometió con 131 millones por Bellingham), Italia, Alemania (el Bayern llevó a Harry Kane en 108,69), Francia, Turquía, Portugal… Qatar es otro mercado rico que sigue inquieto y quiere figuras para su torneo doméstico. El Al Sadd, que ya había firmado a Mateus Uribe, pagó 13 millones de dólares por el ecuatoriano Gonzalo Plata. Y el deshilachado Coutinho está a punto de salir del Aston Villa para recalar también en el país que organizó el último Mundial.

Y dos mercados emergentes de gran poder económico: la relativamente nueva MLS norteamericana, que ya no es un destino para veteranos como hace cincuenta años, contrata jóvenes en valores que oscilan entre 7 y 15 millones de dólares y ya ha desplazado a la liga mexicana como principal destino de latinoamericanos. La Major League se ha llevado al número uno del mundo, Messi, y con él a Busquets y Jordi Alba. El terremoto que ha causado Messi seguro envalentonará a los clubes a seguir apostando por estrellas.

Y, por supuesto, el flamante y ultramillonario destino asiático: Arabia Saudita. En enero ataron a Cristiano Ronaldo como punta de lanza, y entre junio y lo que va de agosto pescaron 29 jugadores más en Europa. Un verdadero vaciamiento: Neymar, Benzema, Kanté, Mahrez, Kessié, Firmino, Mané, Bono, Henderson, Milinkovic-Savic, Brozovic, Koulibaly, Malcom, Rubén Neves, por supuesto Cristiano, son nombres que aún hacen ruido y ofrecerían rendimiento y cartel en los torneos europeos.

¿El fútbol se ha vuelto loco…? Quién sabe. Hay mucho negocio raro, comisiones obscenas que se reparten entre representantes y directores deportivos, pero, por sobre todo, demasiado dinero y no se produce la cantidad de talentos que harían falta.

(20/08/2023)

Comparte y opina:

La Libertadores vuelve a encantar

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 13 de agosto de 2023 / 23:29

“Esto ya parece la Copa Brasil Libertadores”, se quejaban usuarios en Twitter, dada la cantidad de equipos brasileños en octavos de final -seis- y del dominio que últimamente han impuesto los hijos de Pelé.

Pero, finalmente, Palmeiras y Atlético Mineiro se eliminaron entre ellos y Flamengo y Atlético Paranaense cayeron inesperadamente ante Olimpia y el Bolívar. De modo que el cuadro de cuartos de final quedó integrado con 3 brasileños, 2 argentinos, 1 boliviano, 1 paraguayo y 1 colombiano.

El año pasado había quedado reducido a 5 brasileños y 3 argentinos, con lo cual el torneo perdió totalmente interés para la afición de ocho países. Pero esto no es culpa de los que llegan, sino de quienes no evolucionan.

El mejor ejemplo es Bolívar. El club paceño, envuelto en un presente luminoso deportivo e institucional armó un plantel muy calificado y está en cuartos de final. Y pelea. De modo que no es imposible hacerles frente a los poderosos del continente, pero hay que prepararse bien, optimizar recursos y apuntar bien a los refuerzos.

La Copa, además, recompensa con jugosos premios. Vale la pena tratar de crecer.
Seguimos con Bolívar. Había ganado la ida 3 a 1 a Paranaense con solvencia, no por la altura, por juego y por determinación. En Curitiba se plantó bien para mantener la ventaja, pero sufrió una gravísima actuación del árbitro peruano Kevin Ortega. Le anuló un gol perfectísimamente válido que le daba el empate a uno.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

El huracán Messi sacude Miami

Desde el VAR le dijeron “no vemos falta”, sin embargo, él insistió en que hubo una carga ilícita de Ronnie Fernández a Thiago Heleno. Antes había concedido un penal inexistente al Paranaense por una mano que no se vio del zaguero Bentaberry. El cuadro brasileño ganó 2-0, fueron a penales y ahí Kevin Ortega no pudo hacer nada.

Hubo un solo penal fallado y justamente fue el de Thiago Heleno, que dio en el travesaño. Porque los jueces también suelen influir en los penales. Si un arquero tapa el tiro pueden argumentar que se adelantó. Bolívar deberá enfrentar a Inter de Porto Alegre y no es descabellado pensar que será una serie disputada, pareja.
Otro arbitraje muy cuestionado fue el del uruguayo Andrés Matonte, que no concedió un penal monumental de Enzo Díaz, de River, a Fabricio Bustos, del Inter de Porto Alegre. Iban 0 a 0 y podía resultar decisivo. Pero Matonte, pese a la claridad de la acción, dijo no. Lo que está claro es que, cuando el réferí quiere, no hay VAR que valga, hace la suya.

Todo el mundo vio lo que hicieron Ortega y Matonte. Las próximas designaciones cantarán cómo los analiza el director de arbitrajes, el polémico Wilson Seneme, de Brasil.
Afortunadamente, los groseros fallos arbitrales no impidieron que se hiciera justicia en los dos casos mencionados. Clasificaron quienes habían hecho más.

Boca, en el debut de Édinson Cavani (buenas intenciones y pobre rendimiento), reventó La Bombonera, aunque apenas pudo empatar 2-2 con Nacional de Montevideo (la ida había terminado 0-0) en un duelo excitante entre grandes del Río de la Plata. Boca, de local, es uno de los espectáculos más atractivos que ofrece cada año la Libertadores.

Puede que el juego sea desabrido, pero la fiesta impactante de las tribunas, la adrenalina que hay en cada choque son imperdibles para el hincha neutral. Pese a las continuas contrataciones, Boca no logra afirmarse con juego, no muestra solidez, aún siendo el de menos goles en contra de la Copa, apenas 4 en 8 partidos. No obstante, como diría Perogrullo, “Boca es Boca” y nunca es descarte. La camiseta impone dar lo máximo a todo el que la calce. Y está el respeto que genera en los rivales.

Independiente del Valle, al que todo le sale bien, esta vez la moneda le cayó del otro lado. Fue eliminado por un equipo discreto, aunque luchador y de notable despliegue físico, como el Pereira, un debutante que llegó más lejos de lo que incluso sus propios parciales pensaban.

IDV parecía tener la llave más sencilla de las ocho, quedó fuera ante un Pereira que casi toda la noche puso diez hombres en su área. Eso dificulta la tarea de todos, aunque esto es muy antiguo en el fútbol: dentro del reglamento todo vale y no se puede protestar, cada quien elige la táctica que quiere emplear.
El penal malogrado por Hoyos cerca del final demuestra que los arqueros deben esperar hasta el último instante el disparo. Si es posible, sin moverse. Eso genera dudas en el ejecutante, como quedó claro en este caso. Dudas, aparte de la presión que ya por sí tiene el pateador. Y además, permite arrojarse al lugar donde va la pelota.

En la definición por tiros desde los doce pasos entre Inter-River vimos al arquero uruguayo Rochet (excelente durante el juego) elegir un palo y tirarse antes de que salga pelota. Eso se hacía antes. Los especialistas en parar penales (Dibu Martínez o el fabuloso brasileño Diego Alves, que contuvo el 75% de los remates) tienen una receta: aguantar hasta último momento antes de lanzarse. Si el tiro no es demasiado fuerte o esquinado, lo atajan. La fortuna, la intuición o los reflejos cuentan poco, es método.

El Pereira deambuló casi ocho décadas en Primera División sin poder nunca gritar campeón. Se le dio en diciembre del año pasado. Venció en la final al Independiente Medellín. Y por primera vez también entró en la Copa. Con una nómina modesta le hizo frente a Boca, a Colo Colo, clasificó a octavos y ahora volteó un muñeco que era amplio favorito: IDV. No estaba en los planes de nadie.

El Pereira primero defiende, después defiende y por último defiende. Y pone sobre el césped un valor que no debe faltar en ningún orden la vida si se busca el éxito: actitud. Es su virtud esencial. Claro, ahora le toca Palmeiras y parece como que se le viene encima un cartel que dice “fin del camino”. Pero esto es fútbol y todo puede suceder.

Palmeiras, bicampeón 2020 y 2021, semifinalista en 2022, amenaza llegar alto de nuevo, siempre conducido por el portugués Abel Ferreira. Un equipo durísimo en defensa, que mantiene toda la columna vertebral: su golero Weverton (para este cronista, el mejor de Brasil, por encima de Alisson y Ederson), el gran capitán Gustavo Gómez, Raphael Veiga, Dudú, Rony. Llevan años allí y juegan a ojos cerrados. Es supercandidato a enfrentar en semifinal a Boca o a Racing.

Racing y Olimpia dieron una demostración de grandeza fantástica. Si existe un cuadro copero se llama Olimpia de Paraguay, con tres coronas, siete finales y tantas semifinales. Sin embargo, la noche del jueves le dio a sus hinchas una de las mayores alegrías en sus 64 años de disputas coperas. Mal en el torneo local, sumido en deudas, había perdido ante Flamengo en Río por la mínima.

Se esperaba una fácil clasificación del rubronegro carioca. Y a los 6 minutos en el Defensores del Chaco, gol de Flamengo. Más favoritismo. Pero ahí apareció la estirpe, la garra, el corazón olimpista para darlo vuelta: 3 a 1 bien a la paraguaya, con tres goles de cabeza, aunque el tercero fue de un argentino, Facundo Bruera. Los tres fueron cabezazos matadores, que agrandan la leyenda guaraní en el juego aéreo.

No menos gigantesco y emotivo fue el triunfo de Racing 3-0 sobre Nacional de Medellín, que había ganado la ida en Colombia 4 a 2. Racing salió a pisarlo a Nacional y lo borró del campo. Un 3-0 que tal vez mereció ser más amplio. Honores a la Academia, que seguro jugará dos partidos épicos con Boca.
Está hermosa la Copa. Y no es sólo cuestión de brasileños y argentinos.

Comparte y opina: