La encrucijada emocional de Felipe Melo
Imagen: Juan Román Riquelme
Juan Román Riquelme y Felipe Melo, el jugador del Fluminense sostiene la polera de Riquelme, la 10 de Boca Juniors.
Imagen: Juan Román Riquelme
Felipe Melo se encuentra en una encrucijada emocional por un lazo peculiar que ha tejido con Boca a lo largo de los años.
En el mundo del fútbol, donde las rivalidades suelen salirse de control, existe una, entre muchas otras historias, que estará expuesta con ocasión de la final de la Libertadores en el Maracaná: el amor platónico de Felipe Melo, el implacable defensor de Fluminense, por Boca Juniors.
En el centro de esta batalla, en la que el Xeneize persigue obsesivamente su séptimo título de Copa y el Fluzão apenas el primero, Felipe Melo se encuentra en una encrucijada emocional por un lazo peculiar que ha tejido con Boca a lo largo de los años.
Melo, de 40 años, hizo pública una devoción secreta que mantenía por el popular club argentino. El largo tiempo transitado en el fútbol y cuando el final de su carrera ya pesa en sus piernas, permitieron que el brasileño, mundialista en Sudáfrica-2010, gritara su amorío, por ahora no consumado.
«Es una pasión que tengo desde pequeño», afirmó Melo, bicampeón de la Libertadores 2020 y 2021 con Palmeiras.
«He visto muchos jugadores que me encantaban que jugaron en Boca. Por la mítica Bombonera, por la hinchada de Boca. Toda la gente aquí de Brasil mira a Boca. Es un club que te hace enamorar», confesó el defensor central en distintas ocasiones mientras defendió al Verdão (2017-2021).
Curiosamente cada declaración de amor de Melo por el Xeneize sucedía cuando en el calendario internacional asomaba como rival de Palmeiras o Fluminense nada menos que River Plate, el archienemigo de Boca.
Una de esas perlas la regaló en junio de este año luego de la derrota (2-0) del «Flu» ante el Millonario en Buenos Aires, por la fase de grupos.
«Especial es jugar contra Boca Juniors, jugar contra River es un partido normal para mí», sostuvo.
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Riquelme, un ídolo
Fluminense enfrentó a Argentinos Juniors en los octavos de final. De Buenos Aires no sólo se llevó un 1-1, que luego refrendó con un 2-0 en el Maracaná para avanzar a los cuartos.
También atesoró un recuerdo inolvidable: entrenar en Casa Amarilla, donde se preparan las inferiores de Boca y ocasionalmente el plantel profesional, a metros de La Bombonera, y bajo la mirada de Juan Román Riquelme, vicepresidente del club y máximo ídolo de los xeneizes.
El éxtasis de Melo era indescriptible por ese encuentro.
«Yo vi jugar a Riquelme, un fuera de clase, y después jugué contra él en Villarreal [Melo jugaba para Racing de Santander]. Es alguien a quien admiro tanto. Vi jugar a la Brujita Verón, ese era una cosa de locos, es uno de mis ídolos máximos. Ese no fallaba un pase. Después no hace falta hablar de Maradona», recordó.
El nombre de Melo es sinónimo de vigor y tenacidad en el campo de juego, una característica que enamora al hincha de Boca, pero que no ha sido suficiente para cautivar a los dirigentes desde que confesó su pasión por el azul y oro.
«Cuando me retire me gustaría ir a ver un partido en la Bombonera, pero no en un palco, sino con la gente, en la tribuna saltando, eso me da ilusión. Para mí es una de las mejores hinchadas del mundo», remarcó.
En el fútbol el amor y la rivalidad pueden coexistir, y Felipe Melo será protagonista el sábado en el Maracaná de esta historia particular, un amor no correspondido.
(02/11/2023)