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Venidos de Marte

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 28 de noviembre de 2023 / 06:45

El zurdo apareció por derecha en el área, ya estaba a tiro de gol, pero acaso un poco tapado y con su perfil menos hábil; entonces, en plena velocidad de crucero, pisó la bola hacia atrás, a la sudamericana, con bellísimo estilo, el célebre Billy Wright pasó de largo (todavía está pasando…), la acomodó para la izquierda y sacó un balazo a media altura que estremeció la red. Un Pulitzer de la pelota.

Al relator inglés, desacostumbrado a ver maniobras tan deliciosas, se le escapó un espontáneo “¡Uuuuuuhhh…!” Era Ferenc Puskas estampando su firma en Wembley. Fue en una fecha que quedó en los anales de este juego: 25 de noviembre de 1953. Por primera vez, los inventores del fútbol, considerados invencibles en casa, perdían en su mítico estadio.

Hungría lo vapuleó 6 a 3. Y el marcador no refleja la magnitud de la exhibición (puede verse completa en Youtube). Inglaterra entera quedó deslumbrada por el juego fascinante y letal de los Magiares Mágicos, y especialmente por la calidad del número 10. Nunca se había visto en las islas británicas un talento así.

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«Creíamos ser los maestros y ellos los alumnos, pero fue al revés», contó Bobby Robson, el gentleman del fútbol. Con frescos veinte años, Bobby fue aquella tarde en Wembley uno de los 100.000 espectadores que salieron con los ojos como monedas de un peso. Entonces no había televisación y nadie podía creer lo que había visto. Muchos aficionados salieron del estadio creyendo haber presenciado algo sobrenatural. El fútbol inglés vivía en una burbuja, creyendo que, por ser los pioneros, eran quienes mejor lo jugaban. Ese día comprobaron que estaban muy lejos. Fue rotulado, para siempre, El Partido del Siglo.

«Nunca habíamos visto ese estilo de juego. No conocíamos a ninguno de los húngaros, ni siquiera sabíamos de Puskas. Todos esos jugadores fantásticos parecían venir de Marte», amplió Robson. Era una especie de Barcelona de Guardiola, pero seis décadas antes. Inglaterra, que practicaba un juego lineal, mecanizado y de escasa técnica, se topó frente a una compañía de artistas. Todo era toque, pelota al ras, gambetas, frenos, enganches. Sólo habían transcurrido 42 segundos cuando Nandor Hidegkuti (¡qué bonito suenan los nombres húngaros…!) probó desde fuera del área y la incrustó en un ángulo alto del arquero Gil Merrick: 1-0. Los cien mil ingleses en las tribunas pensaron seguramente que se trataba de un accidente, ya vendrían las correcciones.

Sin embargo, lo que vino fue un ballet a cargo de esos fenómenos que respondían a nombres curiosos como Ferenc Puskas, Zoltan Czibor, Sandor Kocsis, Jozsef Boszik, Laszlo Budai, Jeno Buszanski, Mihaly Lantos, Jozsef Zakarias, Guyla Lorant… El mundo se acostumbraría a pronunciarlos pues la prensa internacional propaló profusamente la hazaña y competiría enseguida en darle motes como Los Magiares Poderosos, Los Magiares Mágicos, El Equipo Dorado, Los Dioses del Danubio…

El 6 a 3 en verdad fue muy corto. Hungría remató 35 veces al arco frente a 5 disparos ingleses. La catástrofe pudo ser mayor. “Eran tan superiores a nosotros que no pudimos contenerlos”, declaró Syd Owen, zaguero inglés. El sábado siguiente, Owen jugó para su club, el Luton Town, frente al West Ham por el torneo local. Malcolm Allison, jugador del West Ham, contó que antes de comenzar fue a estrechar la mano de Owen y le preguntó cómo había sido esa terrible experiencia frente a Hungría: “Fue como jugar frente a extraterrestres”, le respondió Owen.

Esa Hungría fue una iluminación. A esa reunión de cracks se sumó Gusztav Sebes, un entrenador estudioso, que vivía para ese equipo y tenía la concepción de que la mayoría debía militar en un mismo club si fuera posible, a lo sumo dos, para lograr entendimiento. Lo logró gracias al apoyo del gobierno comunista: ocho actuaban en el Honved y seis en el MTK. En esa época, cada número estaba totalmente identificado con una posición en el campo y en aquella brumosa tarde londinense, Sebes cambió los números de sus hombres confundiendo aún más a los ingleses. Encima, los húngaros intercambiaban sus posiciones continuamente. Todo se confabuló.

Tan brillantísima demostración revolucionó el pensamiento del esquemático fútbol europeo, había una nueva forma de jugar en base a esquives, amagues y pases cortos que resultaba graciosa e incontenible. Y el duro fútbol británico, de corrida, centro y cabezazo, entendió que en verdad estaba en la antípoda de aquellos movimientos preciosistas. No obstante, en Inglaterra se tomó la goleada como una falsa actuación; en un nuevo choque las cosas volverían a su lugar. Y se pidió la revancha, que se disputó seis meses después en Budapest. El calvario fue aún mayor: Hungría machacó a los hijos de la reina por 7 a 1. Pero la nueva exhibición no tuvo el impacto de la de Londres. Nunca como la primera vez.

El retorno a Budapest fue apoteótico. Al llegar a París, en la Gare de Nord una multitud esperaba a esos artistas de camiseta color cereza para ovacionarlos. ¡Como si fueran franceses…! De París partieron en otro tren a Budapest y al pasar la frontera austríaca y entrar a la patria los habitantes de cada pueblo se volcaban hacia el ferrocarril y obligaban al tren a detenerse para saludar a los héroes. Así, hasta llegar a la capital.

Las autoridades del Partido de los Trabajadores, que controlaban la federación, habían estipulado un premio de 2.000 forintos por jugar en Wembley, la faena fue tan magistral que decidieron aumentarlo de modo sideral. “A Puskas creo que le dieron 50.000 ó 100.000”, contó el doctor György Szepesi, famoso radialista húngaro que esa tarde narró desde Wembley para toda la nación.

En 1956 estalló una revolución en contra de la Unión Soviética, que mandaba sobre el país, pero fue aplastada. Intuyendo lo que se venía y aprovechando esas giras que hacían permanentemente, muchos astros de la selección se quedaron en otros países y la selección se disolvió. Czibor y Kocsis ficharon por el Barcelona. Otros no se iban por miedo a las represalias que el Partido tomaría contra sus familias.

Puskas decidió exiliarse, el régimen presionó a la FIFA para que no pudiera jugar en ningún otro país del mundo y el 10 quedó colgado. Vivió de lo que pudo, se radicó en Italia, participando de partidos amistosos. Así estuvo 18 meses hasta que Emil Osterreicher, técnico húngaro que era su amigo, asumió en el Real Madrid. Osterreicher pidió a Santiago Bernabéu su contratación. El gran presidente madridista lo rechazó, pero al cabo de un año se dejó convencer y Puskas, con 31 años y después de quince en el fútbol, inició una era de oro junto a Di Stéfano.

No fue por una Copa del Mundo ni sirvió para levantar un trofeo, sí para deslumbrar al planeta fútbol. El sábado se cumplieron 70 años de aquel 6 a 3, una de las epopeyas del fútbol junto al Maracanazo de Uruguay.

(28/11/2023)

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Alemania 1 – Alemania 0

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 22 de septiembre de 2024 / 23:46

El mundo nunca se tomó demasiado en serio aquello de las dos Alemanias. Pese a que coexistieron durante 41 años, para el resto del planeta, siempre fue una. Los alemanes eran los alemanes, no del este o el oeste. Lo demás era un muro, un alambre de púas, unos soldados de aspecto sombrío con perros guardianes, una división política momentánea. Ya se juntarían de nuevo. Sí, comunismo y capitalismo, pero al fin eran todos del mismo barrio.

Por eso, aquel 22 de junio de 1974 se vio tan extraño que, en el marco del campeonato mundial de fútbol, se midieran dos selecciones que en el fondo debían ser una. En Hamburgo, la República Federal Alemana, dueña de casa y favorita para ganar el Mundial, cayó imprevistamente 1 a 0 ante su hermana gemela, la visitante República Democrática Alemana. La Federal u Occidental tenía a Beckenbauer, Müller, Maier, Overath, Paul Breitner, Berti Vogts, Netzer, Grabowski, Uli Hoeness, Schwarzenbeck… Todos los cracks del Bayern Munich flamantes campeones de Europa un mes antes, más los del Colonia, del Borussia Moenchengladbach, del Schalke 04. Una constelación.

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Del otro lado, nombres que uno nunca había escuchado, jugadores que no eran enteramente profesionales o cobraban sueldos de obreros, aunque no eran mancos ni rengos. Nadie los conocía por la misma oscuridad del gobierno marxista-leninista unipartidista. Pero la movían bien: también ellos, con el Magdeburgo, habían conquistado la Recopa de Europa unos días antes batiendo al Milan de Trappatoni y Gianni Rivera. Más que eso: en 1972, en Múnich, la DDR (oriental) ya le había ganado 3 a 2 a la RFA (occidental) por los Juegos Olímpicos. Y en 1976 lograrían la medalla de oro en Montreal venciendo en la final por 3-1 a la inolvidable Polonia de Lato, Szarmach, Deyna, Zmuda, Tomaszewski, Kasperczak…

El partido del Muro se le dio en llamar, quedó como uno de los 50 más recordados de todos los tiempos. La Alemania rica venía de organizar los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 y exhibió todo su poderío económico, con estadios impactantes para la época. Fue un torneo bisagra: en ese 1974 comenzó la pompa y la infraestructura moderna en los Mundiales. Pero se impuso la Alemania pobre. Ambos estaban en plena Guerra Fría, y encima Jürgen Sparwasser terminó de congelar al 99,9% del estadio con un toque perfecto de derecha que batió a Sepp Maier.

El 0,01% restante era un grupete de compatriotas orientales que habían logrado escapar del este y cuyos corazones seguían latiendo por Leipzig, Dresden, Rostock, Magdeburgo, la mitad de Berlín, las grandes urbes que quedaron atrapadas… Ellos saltaban y celebraban ese gol inesperado, inimaginable. En el fondo fue triste, un pueblo dividido por la ideología y jugando contra sí mismo. Muchos tenían el corazón partido, habían nacido de un lado y vivían del otro o tenían sus hijos o padres detrás del límite militarizado.

Fue el gol más político de la historia. Sparwasser, un ingeniero mecánico de 26 años, apareció en portada en diarios de todo el mundo y pasó a ser un símbolo comunista, el héroe que había derrotado a Occidente, ese gran enemigo, demostrando la potencialidad, el éxito y la supremacía del régimen socialista. “Pateé desde el este con dirección al oeste”, dijo el artillero, que en 1988 logró vulnerar los controles, traspasar la frontera y radicarse en la otra mitad del mapa. Al año siguiente cayó el Muro de Berlín.

Existe un antecedente similar: las Coreas. También es una sola nación dividida en dos países. Estos, no obstante, se enfrentaron muchas veces (17), por Eliminatorias mundialistas o por la Copa Asiática. El saldo es de 8 victorias para los del sur, una para los del norte y 8 empates. En un hecho histórico, ambas participaron del Mundial Sub-20 de 1991 unificadas bajo el único nombre de Corea. Y con suceso: vencieron a Argentina, seis veces campeón mundial de la categoría. La RDA y la RFA vivieron la misma experiencia durante ocho años. El Comité Olímpico Internacional decidió que, si querían participar, debían hacerlo juntas. Y en tres Olimpiadas -1956,1960 y 1964- intervinieron como Equipo Alemán Unificado. El deporte ha debido hacer malabares a través de los tiempos a causa de los enfrentamientos políticos, las guerras, las separaciones y nacimientos de nuevos estados.

Sparwasser nunca recordó aquel gol con una sonrisa sino con dolor, quedó atrapado entre varios fuegos. El triunfo finalmente no les sirvió para mucho. La Alemania Democrática terminó sexta en el Mundial en tanto la Alemania Federal se consagró campeona. Franz Beckenbauer reconoció, años después: “El gol de Sparwasser nos despertó. Sin ese gol nunca habríamos ganado aquel Mundial”. Y no sólo eso: haber perdido ese choque le supuso al conjunto del Káiser jugar en la semifinal más accesible. Eludió a Brasil, Argentina y Holanda, y pasó a confrontar con Yugoslavia, Polonia y Suecia. Un camino alfombrado con pétalos de rosa.

-Vi la final en mi casa de Magdeburgo, completamente solo-, declaró Sparwasser en 2006 al diario El País, de Madrid. -Cinco minutos después del partido llegó un mensajero con un telegrama occidental dirigido a Jürgen Sparwasser, Magdeburgo, sin calle ni más indicaciones. Decía: ‘Spari, te damos las gracias. Toda Alemania te da las gracias’. Fue lo mejor que podía haberles pasado a los jugadores de la RFA. Todos lo dicen”. Eso en el oeste.

En el este pasó de héroe a villano. Se lo acusaba de haber ayudado “a los malditos occidentales a ser campeones”. Y se decía que estos se habían dejado ganar para tomar la Ruta de la Seda. Ya lo había hecho Alemania en 1954, perdió exprofeso ante Hungría para evitar enfrentarse con Uruguay y Brasil, que eran dos máquinas. Y acertó: al final fue campeón.

Tres clubes europeos, entre ellos el Bayern, quisieron fichar a Sparwasser, pero rechazó las propuestas. -Quería quedarme con mi familia, eso para mí es todo-, declaró. No era cierto, no lo dejaban salir. Y en 1988 decidió desertar: 

-Nunca planeé hacerme entrenador cuando terminara el fútbol. Después de mi operación de cadera, tuve que abandonar el fútbol y quería dedicarme a la docencia en escuelas deportivas. En 1986 vino gente del Partido Comunista a decirme que debía hacerme entrenador del Magdeburgo. En tres ocasiones les dije que no. Mi meta era otra. Pero intentaron presionarme y evitaron que pudiera escribir mi tesis doctoral. Así que destruyeron mi carrera profesional. Yo tenía 40 años y me quedaban 25 de trabajo para recibir la jubilación. Me quedé sin posibilidades de completar mis planes profesionales. Por eso decidí irme a la RFA con mi mujer, que ya estaba al otro lado de la frontera-.

Fue invitado a la Alemania Occidental para jugar un partido de exglorias y ya no volvió, convirtiéndose en apátrida para los jerarcas de la RDA. La noticia de aquel momento señalaba que aprovechó un descuido de un dirigente que lo vigilaba y se escapó del hotel. “Acudí a un encuentro de veteranos y me quedé, estaba harto de la politización y las mentiras de mi país”, confesó al diario As.

Pasaron cincuenta años y hoy parece un cuento, pero sucedió: Alemania le ganó a Alemania.

(22/09/2024)

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El mapa de la felicidad

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 15 de septiembre de 2024 / 23:50

Los devastadores incendios forestales que padece Bolivia quedaron por un día en segundo plano. El país amaneció con una amplia sonrisa de oriente a occidente. La Verde, contra todo pronóstico venció a Chile en Santiago por primera vez en 98 años de enfrentamientos. Dados los antecedentes históricos entre ambos países (la Guerra del Pacífico, una herida que nunca cierra, en la que Bolivia perdió el mar) fue para el visitante como dar una vuelta olímpica, una caricia para el alma. Porque la historia no juega, pero juega. Desde 1993 no ganaba un partido de visitante. Y lo hizo nada menos que sobre Chile. En gran forma.

Otro tanto vale para Paraguay, que venció a Brasil y desató una euforia general. La Albirroja lleva tres Mundiales viéndolos por televisión (2014-2018-2022), y el pésimo arranque en esta Eliminatoria suponía un cuarto. Pero asumió Gustavo Alfaro y en dos partidos dio vuelta la media: empató ante Uruguay en Montevideo -estando muy cerca de ganar- y ahora noqueó a Brasil con un supergolazo de Diego Gómez. La selección guaraní se metió de lleno en la pelea por un cupo directo.

El mapa de la felicidad lo completa Colombia, única invicta de la Eliminatoria, que tumbó a Argentina con un equipo definitivamente armado, que aprendió a manejar los partidos bravos y está en uno de los momentos más felices de su recorrido como selección.

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* Inesperado. “¿Pensaron que nunca íbamos a atacar…?”, preguntó Óscar Villegas, el flamante y revulsivo entrenador de La Verde, camino a convertirse en un personaje nacional. Tomó a una Bolivia desahuciada y en dos partidos logró 6 puntos y el triunfo histórico sobre Chile, por el que nadie apostaba. En la goleada de 4 a 0 sobre Venezuela pudieron haberlo ayudado los 4.150 metros de El Alto. Pero Santiago es llano y le ganó con autoridad 2 a 1. No tiene miedo Villegas. Con lo que hay, sin cuatro titulares por suspensiones, lesiones y otras hierbas, le salió a jugar adelantado a Chile. Y pese a la desgracia de Carlos Lampe, que se desplomó (se rompió el talón de Aquiles, que era de Lampe, no de Aquiles) y le quedó a Eduardo Vargas el arco libre y sin oposición, fue de nuevo al ataque y logró el segundo gol. Bolivia se inscribe entre los candidatos a pelear la clasificación. Le quedan cinco partidos en El Alto a la Verde, 15 puntos, atención a eso…

* Vía aérea. No debe haber equipo en el mundo, hoy, que tenga el poder de gol de Colombia mediante el juego de alto. A la casi increíble perfección de los centros de James (para este cronista, el mejor de siempre en ese ítem), se une un ramillete de cabeceadores temibles: por altura y potencia de salto, Dávinson Sánchez, Lerma, Yerson Mosquera, Yerry Mina, John Jader Durán; Daniel Muñoz por sus apariciones fantasmales por derecha y Lucho Díaz porque es una de sus virtudes innatas, la colocación en el área y el buen golpeo.

* Nuevo. Unos le dicen verborrágico, otros vendehumo, pero, donde llega, Gustavo Alfaro deja una marca, crea una ilusión, levanta cementerios. Lo hizo en Ecuador, en Costa Rica, ahora en Paraguay. En dos partidos le devolvió el alma a la Selección Paraguaya, que retomó la vieja garra guaraní. Derrotó al Brasil más espantoso de que se tenga memoria (1 a 0) y se entonó. “El país está feliz”, dicen los medios asuncenos. Le ganó “a la paraguaya”, luchando cada pelota como luchó en la Guerra Grande, dejando todo. Este Brasil de una modestia franciscana en nombres y en juego no atinó a nada. No era difícil pronosticar la levantada albirroja: tiene muy buen material. Ahora Paraguay será difícil para todos.

* Real. La estrella del Paraguay-Brasil fue Diego Gómez, el magnífico volante derecho del Inter Miami, de 21 años, al que lo tienen en la mira varios clubes europeos. Tal vez la mejor figura surgida últimamente en Sudamérica. Lo que se dice un crack de verdad, no de redes sociales. Criterioso, incansable, de buen manejo, con llegada al área rival, Diego hizo el gol de la victoria ante Brasil, que ya se postula como el más bonito de la Eliminatoria. Recibió un rebote fuera del área brasileña, la paró, hizo pasar de largo a Bruno Guimarães y le pegó de tres dedos, cruzado, la bola dio en el palo y entró. Inolvidable. Gómez deslumbró en Estados Unidos. Obviamente, millones de talentos dijeron en Twitter “sí, pero destaca en la MLS, que es una liga de cuarta …” El bueno lo demuestra donde sea.

  * ¿Abucheos al goleador…? El máximo artillero de la historia de la Selección Ecuatoriana, Enner Valencia (42 goles), fue abucheado y silbado cuando su nombre sonó por los altavoces del estadio de Liga de Quito antes del choque con Perú. Ecuador ganó 1 a 0 con un golazo de Enner Valencia de cabeza. Una vez más. Al ser reemplazado, los hinchas quisieron retractarse con aplausos, Enner no los agradeció, se fue con gesto adusto.

* Balón de Oro Inminente. El título corresponde a Vinicius, quien otra vez defraudó por completo en Brasil. Fue anulado por el lateral suplente de Lanús, Juan José Cáceres (argentino hijo de paraguayos). Perdió 17 balones. «Vinícius no puede jugar solo por nombre. Ya empieza a ser hora de dar un poquito más y de moverse, no simplemente quedarse quieto en la izquierda», escribió Caio Ribeiro, comentarista de Globoesporte. «Hay jugadores nulos con la selección, y uno de ellos es Vinícius», cerró. Pese a todo, es el primer favorito a ganar el Balón de Oro.

* Sin liderazgo. Paulo Silas, el exvolante ofensivo de São Paulo y San Lorenzo, bimundialista con Brasil, en una magnifica entrevista con ESPN, dio fuertes definiciones sobre la Canarinha: «No tenemos liderazgos, no tenemos un 10, Neymar sigue siendo nuestra esperanza, Vinicius se esfuerza, pero no pasa nada. Si vamos así al Mundial no pasamos la primera fase».

* Cero. Así como Bolivia fue el único e impensado competidor que logró los seis puntos en la doble jornada, Chile también fue el único que no sumó: dos derrotas dolorosísimas ante Argentina y Bolivia. “Puede venir Guardiola y será lo mismo”, dicen sus exglorias. Los históricos de la Roja salvan a Gareca y cargan contra la pobreza de los jugadores actuales. En los últimos seis años desfilaron Reinaldo Rueda, Martín Lasarte, Eduardo Berizzo, ahora Gareca y con todos fue lo mismo: la Roja se hunde. Para buena parte del ambiente, si Chile perdía con Bolivia, se tenía que ir el Flaco. Pero el técnico no piensa dar un paso al costado. Y despedirlo costaría una fortuna a la federación. Para peor, en la doble fecha de octubre debe enfrentar al necesitado Brasil adentro y a Colombia en Barranquilla. Duro.

* Récord. Chile llevaba exactos once meses sin marcar un gol oficial hasta este último tan polémico que le marcó a Bolivia, que tampoco sirvió para sumar. Si Lampe no se rompía el talón, Eduardo Vargas no habría podido anotar y La Roja seguiría en cero con la red.

Por ahora, el mapa de la infelicidad lo componen Brasil y Chile. Pero hay otros en lista de espera…

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La tabla le guiña un ojo a Bolivia

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 8 de septiembre de 2024 / 23:01

Sólo iban 13 minutos, llegó el misilístico golazo de Ramiro Vaca y arrancó en las tribunas el “Viva mi patria, Bolivia…”, azuzado por alguna banda presente. Lo decimos a menudo: cuando gana la selección, gana Bolivia. El fútbol tiene el privilegio del que no goza ninguna otra actividad humana: alegra al país entero. Las dos mayores emociones de este pedazo de mundo las dio la pelota, en el ’63 y el ’93. Para mejor, el hincha posee memoria selectiva, se acuerda de las buenas nomás.

Ahora la tabla le guiña el ojo a Bolivia. Iguala en puntos con Paraguay, el séptimo, y está a sólo dos del sexto, Ecuador. Y falta una vida: once partidos. Pero, para darle valor al triunfo sobre Venezuela debe lograr un resultado mañana en Chile. No será fácil. Chile viene con la sangre en el ojo tras ser goleado por Argentina y necesita una victoria como sea. “Por la razón o la fuerza”, dice su escudo. Así también lo piensa el hincha de La Roja.

Lastimosamente, se cayeron tres efectivos en la tropa de Óscar Villegas: Ramiro Vaca, posiblemente el jugador de más categoría de todo el fútbol boliviano, Héctor Cuéllar, de excelente labor ante la Vinotinto, muy firme atrás y en el medio, y Henry Vaca, que entró al partido como potro desbocado y se lesionó. También está en duda Terceros por una herida cortante.  

Las posibilidades de Bolivia eran dos: dar un volantazo y hacer un último intento en esta Eliminatoria o resignarse y comenzar a pensar en el Mundial 2030. Se eligió la primera, como debe ser. En ese camino, se tomaron tres medidas fundamentales: 1) cambiar el técnico (Zago, como Costas, no transmitía ninguna sensación, no tenía piel con la selección), 2) se refrescó el plantel con lo poco que hay para renovar y 3) se designó la sede de El Alto para complicarle más la vida a los visitantes. Y para terminar de complicárselas, se eligieron diecisiete jugadores que viven en La Paz y están adaptados: 8 de Always, 7 de Bolívar y 2 de Strongest.

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Las tres medidas implantadas para encarar las últimas doce fechas fueron vivificantes: Bolivia aplastó a Venezuela, que venía siendo la revelación de la clasificatoria y de la Copa América. Bastó que entrara el bombazo de Ramiro Vaca para que empezara la demolición. La Vinotinto nunca hizo pie, sintió la altitud y no se puso nunca de acuerdo con la pelota, le tintineaba. Aparte, su logística no fue extraordinaria: se concentraron en Buenos Aires, luego viajaron a Santa Cruz y recién el día anterior a La Paz. Mucho lío. Hay que simplificar. De haberse quedado una semana en La Paz seguro rendían mejor físicamente.

Punto alto: Óscar Villegas es un hombre querido en todo el ambiente, tiene excelente relación con los jugadores. Está absolutamente demostrado: técnico paternalista obtiene el doble o el triple de sus dirigidos. Importa más que la táctica o el conocimiento. Todos los próceres de esta función lo atestiguan: Ferguson, Klopp, Ancelotti, Menotti, Telé Santana, Maturana.

Punto bajo: Ramiro Vaca sabía que arrastraba una amarilla, el jugador sabe bien eso, pero no hizo más que meter el gol y sacarse la camiseta: amonestado. Inadmisible. Dejó a Bolivia chueca para el terrible choque en Santiago.  

 * Desconsuelo. “Argentina estaba de celebración por lo de Di María y nos bailó igual”, lamentó Juan Cristóbal Guarello, el periodista más seguido de Chile, en su canal de Youtube. El esperado recambio no aparece. “La pérdida de jerarquía le pasa la cuenta a la Selección Chilena”, opina Rodrigo Fuentealba en La Tercera. Y amplía: “Tras 20 años, no habrá jugadores nacionales en la Champions League, a la vez que solo cinco militan en las ligas más importantes de Europa, contra los 25 de hace una docena de años”. Eso se nota en La Roja.

* Golcito. El Brasil más ramplón de la historia le ganó 1 a 0 al nuevo Ecuador de Sebastián Beccacece. Para graficar: no generó ni una situación de gol la Canarinha. El único tanto fue un tirito de Rodrygo desde fuera del área (lo que antes definíamos como “una masita”) que rozó en la espalda de William Pacho, descolocó al arquero Galíndez, dio en el palo y se metió. Ecuador dominó por largos tramos, pero meterla le cuesta horrores.

La única situación realmente clara estuvo en los pies de Moisés Caicedo, solo frente a Alisson, pero definió sin clase, al cuerpo del arquero. El poco público en Curitiba despidió con silbidos al equipo de Dorival Junior. Que seguro estará en el Mundial, pero genera indiferencia. “La selección vive un duro choque entre expectativa y realidad”, coinciden los medios brasileños.

* Anulado. Suspendido el lateral Angelo Preciado para enfrentar a Brasil, Beccacece apeló a un volante, Alan Franco, para marcar a Vinicius. Sin jugar nunca en el puesto y sin despeinarse, Franco borró al Balón de Oro Inminente, que otra vez tuvo una noche en blanco. Un crack verdadero, una vez (¡una…!) gana el partido él solo, o le da brillo al equipo, o levanta las tribunas. O algo. El diario deportivo Lance tituló: “Jornalistas no perdonan a Vini Jr. tras la victoria de la Selección: ‘pésimo’”. Como dijo Ronaldo “No es un joga bonito. Lo siento, pero es la realidad”. Tiene recién 24 años, puede hacer cumbre, por ahora no le da.

* Llorado. El que es grande grande en serio, sin márketing, sin prensa, es Luis Suárez, despedido por su gente en el empate ante Paraguay. Se retira de la Selección Uruguaya por decisión propia cuando todavía está para dar guerra. ¡Qué delantero extraordinario ha sido Suárez…! Para este cronista, el mejor futbolista uruguayo de la historia, con diferencia. ¿Y entre los sudamericanos…? Ahí, ahí… La Celeste llorará a un jugador irrepetible por mentalidad ganadora, garra suprema, técnica y gol. Frente a Paraguay ensayó una tijera, sin pararla y la bola dio en el palo. Si era gol se caía el Centenario. Tal vez le cueste cincuenta años o un siglo a Uruguay parir otro Luis Suárez. Según Sergio Gorzy, periodista estrella de la TV oriental, “no se va porque le falten fuerzas para seguir o porque haya otros mejores sino porque, como varios, no lo aguantan más a Bielsa”.

* Bajas. “Uruguay no jugó bien, se salvó tres veces y dejó sus primeros dos puntos de local”, dice El Observador, de Montevideo, en su nota principal de Deportes. Volvió a ser el Uruguay intenso y fragoroso, pero con poco juego. Lo que más preocupa en el campamento celeste es que ante Venezuela, el martes, le faltarán 12 jugadores, casi todos titulares. Venezuela tiene una oportunidad de oro de sumar de a tres siendo local.

* Mérito. El de Argentina, de no aflojarse nunca. En medio de los festejos por el adiós a Di María de la selección, entre fuegos de artificio, sonrisas y abrazos, este grupo de Scaloni entró al campo -sin Messi- y pasó por encima de Chile: 3 a 0 con toqueteo. Hay como un pacto de este plantel de no permitirse un relajamiento ni en un amistoso. Ya es la mejor Selección Argentina de todas.

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Eliminatoria: todos van a mejorar

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de septiembre de 2024 / 23:22

Siento ruido de pelota… La Copa América fue ayer, pero ya es recuerdo. El presente se llama Eliminatoria. Vuelve mañana con una presunción: todos van a crecer futbolísticamente.

La Copa jugada en Estados Unidos fue un filtro: sirvió para tener juntos a los planteles 40 días, sacar conclusiones, hacer depuración y renovar.

También para cambiar a los técnicos que no encajaban. La Eliminatoria lleva disputado el 33,33% de su desarrollo. Y de acá al 19 de noviembre se irá otro 33,33. O sea, en 75 días se dilucidará una gruesa porción de competencia. Puede, incluso, que el 19 de noviembre ya se conozca el nombre de algún clasificado al Mundial.

No es posible pensar que Brasil siga siendo el sexto en la tabla de posiciones con 2 victorias y 3 derrotas. Debería escalar, aunque la confusión en el fútbol brasileño es grande. Y la falta de cracks también.

En su última conquista mundial, en 2002, presentó a Cafú y Roberto Carlos de laterales, Lucio y Roque Junior de centrales, Ronaldinho, Kaká, Rivaldo y Ronaldo en ataque. Un ramillete de fenómenos. Ahora tiene a Vinicius… Que un día puede bailar a su marcador y otro perder dieciocho balones, como le pasó ante Costa Rica.

Dorival Junior hizo limpieza profunda, sacó a nueve elementos de los que llevó a la Copa América: Rafael, Bremer, Andreas Pereira, Douglas Luiz, Ederson (el volante del Atalanta, no el arquero), Pepê, Evanilson, Raphinha y Gabriel Martinelli.

Después, por lesión, fueron descartados Yan Couto y Savinho. Todos nombres comunes, discretos. En total: once nuevos respecto a julio pasado. Y sigue ausente Neymar… Es el Brasil más ramplón de la historia, sin un átomo de duda. Aún así, creemos, va a clasificar, lo contrario sería un naufragio superior al del Titanic.

A esta Verdeamarela enfrentará Ecuador. La Tricolor, con el debut de Sebastián Beccacece en la banca, tiene la oportunidad de obtener su primera victoria frente al coloso como visitante. Vuelve Estupiñán, espectacular marcador izquierdo, sigue la “Defensa de Oro” con Félix Torres, Pacho, Hincapié, y se han sumado dos valores muy importantes en los extremos: Alan Minda por izquierda, John Yeboah por derecha.

Está el ascendente Jeremy Sarmiento. Ahora sí Enner Valencia tiene acompañamiento. Falta ver si el nuevo entrenador transmite atrevimiento. Nómina le sobra para ir a ganar. Enfrentarán al Brasil más vulnerable de toda la historia.

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Uruguay, el estadio Centenario, el fútbol oriental y Sudamérica toda despedirán a Luis Suárez, un prócer de la pelota en esta parte del mundo. La Celeste llorará a un jugador irrepetible por mentalidad ganadora, garra suprema, técnica y gol (lleva 578 y hará más en clubes). El futbolista uruguayo cumbre de todos los tiempos enfrentará a Paraguay y dirá adiós. Lo menos que merece es un estadio hasta la bandera y una ovación única.

Uruguay llega al choque con la Albirroja con 9 bajas: 5 suspendidos por la batahola armada en el partido ante Colombia en Charlotte -Darwin Núñez, Bentancur, Josema Giménez, Ronald Araujo y Mathias Olivera-, 3 lesionados -Viña, De Arrascaeta y De la Cruz- y un separado por la agresiva reacción al no ser alineado en el juego ante Canadá -Canobbio-. Nueve habituales que faltarán. Además, Manuel Ugarte lleva dos meses sin jugar y Suárez actuará solamente ante Paraguay. Aunque Uruguay es un equipo ya aceitado, puede costarle caro. Y el nuevo Paraguay de Gustavo Alfaro podría sacar provecho. Alfaro (también se estrena) es un técnico sacapuntos, astuto tácticamente y buen motivador. Tiene un póker de jóvenes talentos adelante el seleccionado guaraní: Diego Gómez, Ramón Sosa, Julio Enciso y Micky Almirón. No obstante, la emoción que seguramente flotará en el ambiente por la despedida de Suárez empujará a los charrúas a la victoria.

Bolivia espera a Venezuela en El Alto, nunca tan bien puesto el nombre. El estadio de Villa Ingenio, a 4.150 metros sobre el nivel del mar, será el bunker desde el cual la Verde espera crecer. Eso, más el nuevo estratega Óscar Villegas y una fuerte renovación del plantel con varios juveniles son las armas con que Bolivia espera progresar en la tabla. De última, está apenas a dos puntos del séptimo, Paraguay, y restan 32 por disputarse. A falta de figuras, es una proactiva manera de reaccionar, un buen intento de cambio.

Pero la Vinotinto está embalada, se fue invicta de la Copa América y jugando un fútbol de pelota al pie, de tuya y mía. Le sobran volantes dúctiles con la bola, entre ellos Yefferson Soteldo, Jefferson Savarino y Telasco Segovia. Está firme atrás, con un gran arquero (Romo) y dos centrales impasables (Yordan Osorio y Ferraresi). Y adelante, el veterano goleador Salomón Rondón más el ascendente Eduard Bello. Fernando Batista convocó 41 jugadores para esta doble fecha, reflejo de la abundancia de valores. De ellos, uno sólo actúa en Venezuela, los demás en Brasil, Ecuador, Colombia, México, Estados Unidos y Europa. Duelo de resultado incierto. “Bolivia no debería tener problemas para vencer a Venezuela”, dijo Flavio Robatto, técnico de Bolívar. Somos más cautos.

Colombia vuelve masticando aún la rabia de la final ante Argentina la noche de la no tragedia de Miami. Pero con un entrenador fantástico, un esquema y un equipo consolidados. “¡Qué ganas de ganarle a Argentina…!”, tituló su excelente columna Gabriel Meluk, editor de Deportes de El Tiempo. Pero antes enfrentarán a Perú, y ni una mínima mención a la selección incaica. Es que, por Eliminatorias, Colombia lleva 42 años sin perder en Lima, donde se medirán el viernes. Ni piensan en Perú. Cuidado… nadie gana en la víspera, los partidos hay que jugarlos, y Perú le arruinó a Colombia el viaje a Catar al derrotarlo en Barranquilla con gol del Orejita Flores. ¡Ojo ahí…! Colombia está intacto, sólo le faltará el viernes Jefferson Lerma (muchos Jefferson…) Hasta se da el lujo de dejar afuera a Miguel Borja, el goleador de River, tercer artillero mundial en 2024.

Perú, sin Paolo Guerrero ni Cueva ni Carrillo (no tenidos en cuenta) intentará salir del último puesto. Tiene buen arquero y aceptable defensa, el déficit es su generación de juego y, sobre todo, su pobre poder de fuego. Se fue de la Copa América sin gritar un gol. Tiene el mismo problema de Bolivia: no produce jugadores. Y no producen porque no trabajan bien las inferiores, no hay misterios.

Cierran Argentina y Chile. En Chile quieren llamarlo clásico, en Argentina no aceptan: “Nuestro clásico es Brasil”, responden. La Albiceleste tendrá el apoyo de 85.000 rugientes, se esperan recaudar 7,5 millones de dólares para celebrar la última Copa América y el adiós de Di María. No estará Messi por su seria lesión de tobillo y tampoco Tagliafico, un marcador implacable.

“El fútbol argentino está sosteniendo a la Selección Chilena”, dice Danilo Díaz, magnífico periodista del país de Neruda. Se refiere a los siete futbolistas que vienen siendo figuras en la Superliga Argentina: Gabriel Arias (Racing), Paulo Díaz (River), Matías Catalán y Bruno Barticciotto (Talleres), Felipe Loyola (Independiente), Rodrigo Echeverría y Williams Alarcón (Huracán). La mayoría de ellos representa la renovación y en Chile despiertan enorme entusiasmo. Esos siete y Ricardo Gareca como DT generan confianza en la clasificación a un Mundial, que a Chile se le ha negado en 2018 y 2022.

Esto es lo que uno cree, después está lo que pasa.

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‘Nací dos veces en mi vida’

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 1 de septiembre de 2024 / 23:03

“Yo nací dos veces en mi vida: una el 28 de marzo de 1947 en el Callao, la otra el 31 de agosto del ’69 en La Bombonera”. En la primera lo bautizaron Oswaldo Felipe Ramírez. En la segunda, el pueblo lo llamó simplemente ‘Cachito’, de una vez y para siempre.

De cómo un suceso futbolístico puede cambiar la existencia de una persona, ‘Cachito’ Ramírez es testigo y paradigma. Resaltaba por sus goles, tanto que el célebre entrenador brasileño Didí lo tuvo en cuenta desde su primera convocatoria en la Selección Peruana.

Pero el titular era Alberto Gallardo, excelente puntero izquierdo de Sporting Cristal, más tarde transferido al Cagliari italiano. ‘Cacho’ era el patito feo. Cuando entraba, la tribuna lo reprobaba. Los futbolistas peruanos de la época eran artistas del balón y al que no mostraba el mismo grado de tecnicismo el público lo silbaba. Sin embargo, aquella tarde histórica de 1969 fue toda suya.

Se estaba por consumar uno de los sucesos más resonantes de la historia de las Eliminatorias. Argentina y Perú jugaban el partido decisivo de la clasificación para México ’70 en el mítico estadio de Boca Juniors. Perú nunca había ido a un Mundial sino por invitación. A los incas les alcanzaba un empate; Argentina estaba obligada a ganar, aunque no parecía un problema; como siempre, le sobraban figuras y lo dirigía Adolfo Pedernera.

Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez en una entrevista con Jorge Barraza.

Un inoportuno desgarro de Gallardo obligó a Didí a reemplazarlo por Oswaldo Ramírez, joven puntero del Sport Boys en quien casi nadie confiaba. Tanto que el periodista Paco Landa, del diario Extra, publicó: “Perú jugará con diez ante Argentina, Didí decidió alinear a Ramírez”. Llegó la hora. Ante un estadio lleno y rugiente, se fue el primer tiempo en cero. Comenzó el nerviosismo argentino.

En eso parte un pase largo hacia la izquierda, pica el zurdo del Callao y clava un puñal en el arco albiceleste: 1-0 Perú. Tras mucho machacar, empata el local con un penal de Albrecht, pero es una aspirina que no surte efecto. Dos minutos después, otra vez un pase al claro, pique de ‘Cachito’ y otro puñal a la red argentina. Cuando agoniza el partido, gol albiceleste: 2 a 2 final.

Dos escapadas furibundas del punterito del Boys y dos tiros cruzados que congelaron La Bombonera. Silencio de muerte. Cacho logró un milagro: enmudeció a un país e hizo estallar a otro. Argentina era eliminada de un Mundial por única vez en su historia. En Perú, millones salían atropelladamente a las calles, presas de una emoción indescriptible. Fue un 31 de agosto; se cumplieron 55 años del suceso.

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-Fue una época maravillosa del fútbol peruano. Cuando iba a empezar una Eliminatoria el técnico convocaba a 45 jugadores. Todos buenos. Y la prensa se quejaba de que habían dejado afuera a 4 ó 5 que andaban bien. Hoy no se juntan diez-, nos contaba Cacho. -Para que tengas una idea, en el ’66 debutamos en Primera Teófilo Cubillas en Alianza, Percy Rojas en la “U” y yo en el Boys. Fíjate.

-¿Cómo fue lo de La Bombonera, Cacho?

-Ufff… Yo era suplente. Y no sabía si iba a jugar, porque Gallardo se lesionó contra Bolivia en Lima y entró Zegarra por él. Pero con Gallardo, el titular en la punta izquierda, en lugar de competir o tener algún entripado éramos muy buenos compañeros. Cada vez que por los altavoces daban el equipo, la gente ovacionaba a todos. “Chumpitaz: ¡Bieeeeennnn…!, Perico León: ¡Bieeeeennnn…!, Cubillas: ¡Bieeeeennnn…!” Cuando llegaba a Gallardo o a mí: “Uuuuuuhhhh…” Abucheos, silbidos. Le digo: Alberto, vamos a cambiar esto. Cuando tu juegues, yo voy a anotar todo lo que haces bien y lo que haces mal; cuando juegue yo, tu márcame lo que debo mejorar. Lo conversábamos y nos ayudábamos. Al llegar el partido con Argentina, Alberto se lesiona y es él quien le dice al técnico: “Hágame caso, úselo a Cacho que ha mejorado mucho”. Y antes de viajar a Buenos Aires viene Waldir y me anuncia: “Cacho, el domingo vas a jugar tu”. En el último entrenamiento antes del juego, que lo hicimos ahí mismo en La Bombonera, le metí dos goles igualitos a Dimas Zegarra.

-Andabas afilado…

-Fíjate que ese domingo a la mañana estábamos concentrados en La Candela, el centro deportivo de Boca, y queríamos salir para ir a misa, pero Waldir se opuso. “De acá no sale nadie”. Quería evitar problemas. Tu sabes, los hinchas argentinos son distintos que en cualquier otra parte de América. Y trajeron un cura; cayó tan simpático que lo invitamos a comer, y luego se fue con nosotros a la cancha, en el bus. Se sentó a mi lado y me dice: “¿Vos sos el que va a debutar…? Mirá que te va a marcar Gallo…” Le respondo: “Padre, me los he comido. Y con cresta”. Estaba confiado. Al final del partido, no sé cómo hizo, pasó por entre medio de una multitud, llegó al vestuario y me dijo: “Tenías razón, te lo comiste con cresta y todo”.

-Es que Luis Gregorio Gallo era un lateral buenísimo, fuerte, firme en la marca.

-Sí, pero mira, yo reconozco que tal vez no fui un exquisito del fútbol, sin embargo, tenía dos virtudes que para mí fueron primordiales: una velocidad tremenda y sabía definir. Un día Waldir me llamó en la concentración y me dijo: “Cachito, estás errando muchos goles, pero cuando corrijas eso, le vas a dar muchas satisfacciones al Perú”.

-Y con 22 años, volabas…

-Mira, el primer tiempo termina 0 a 0 y en el entretiempo viene al vestuario Julio Naters, dirigente del Boys y me dice “Lechero, ¿y para cuándo el gol…?” Me habían puesto Lechero porque decían que yo era suertudo. Le contesto: No fastidies, ¿qué número tengo en la espalda…?. “El 22”. ¿Lo ves…? eso significa dos goles en el segundo tiempo… Pero claro que era en broma, ni soñaba con eso.

-¿Qué les ordenó Didí?

-Antes de empezar nos llamó a los delanteros y nos indicó: “Cambien las posiciones: Cacho, vas a la derecha, Baylón al centro y Perico (León) retrasado. Confundámoslos. Luego de diez minutos, cada uno a su lugar”. Y para el segundo tiempo dijo: “Tranquilos, estamos bien, ellos ya se están desesperando, y ahora se van a desesperar más”. Waldir era un sabio. Era sereno, fumaba y miraba, no era de gritar ni de hacer gestos, nada de eso.

Cacho tiene una memoria que envidiaría una manada de elefantes. Recuerda cada detalle con absoluta precisión.

-¿Cómo fue la reacción del púbico al final?

-No, todo bien. Mira, al hincha argentino hay que aguantarlo antes y durante el partido, pero cuando termina ya no es más problema. Nosotros salíamos en el bus y nos dijeron: “Todos al piso que nos pueden romper los vidrios”. Nos tiramos al piso y no pasaba nada, empezamos a escuchar que nos aplaudían y nosotros, desde el suelo, levantábamos la mano para saludar por las ventanillas. Por último ya vimos que estaba todo tranquilo, nos sentamos y no hubo inconvenientes.

-Imaginamos la llegada a Lima…

-Nos pusieron un carro descapotable a cada jugador, íbamos en caravana saludando y eran miles y miles a ambos lados de la calle, por la Avenida Fawcett, la Avenida Colonial, la Plaza San Martín, el jirón de la Unión, hasta llegar a Palacio, todo lleno. Nunca visto, al menos en Perú. Con decirte que arribamos al aeropuerto a las nueve y cuarto de la noche y llegamos al palacio presidencial a la una y media de la mañana.

-Y tu eras el héroe…

-Es difícil explicar eso, ese día, ese momento… Pienso que fui un predestinado. Mira, íbamos con traje y camisa blanca. Los puños de mi camisa llegaron negros, pero negros, ah… porque la gente me agarraba, me tironeaba… A las cuatro y media de la mañana nos entregaron los laureles deportivos frente a una multitud.

La hazaña fue un domingo; el martes, el mismo periodista que vaticinó que poner a ‘Cachito’ era jugar con diez, publicó otra nota y tituló “Perdona, Cachito”. Está en la historia.

Oswaldo Ramírez ya había sido goleador absoluto del Perú en 1968. Y volvería a serlo luego. Fue el máximo artillero peruano de la historia durante años. Es el primer anotador peruano en la Libertadores y cumplió una campaña exitosa. Pero aquel 31 de agosto del ’69 empezó todo de cero: sus goles se convirtieron en mito.

En 1985, el presidente Alan García lo nombró titular de la Federación Peruana de Fútbol, el primer futbolista que llegaba a tal cargo, acaso en el mundo. Todo por aquellas dos corridas felices por la izquierda y esos goles que hicieron explotar de orgullo a una nación entera como nunca, desde el Imperio Incaico hasta hoy.

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