El equipo que venció el miedo
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
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Es el último partido, el partido de la vuelta con la copa. Han llegado las viejas leyendas: Pablo, Dani, Lucho, “Cañoto”. En la tarima serán ellos (y no los dirigentes) quienes entreguen las medallas.
Daniel Vaca me dice: “estoy mejor que el Billy”. El viejo arquero prepara su partido de despedida para finales de enero. Pablo Escobar toma el micrófono, lanza el grito de guerra en aymara, habla de un club desorganizado. ¿Será algún día presidente? Los chicos campeones de la sub 19 junto con las “guerreras” hacen el pasillo a los campeones.
La sur luce repleta, la recta y la preferencia, casi. En la norte hay 300 valientes. Un “trapo” lo resume todo: “Tener miedo es de hombres, vencerlo es de Tigres”. Ha llegado una saya a la curva. En el descanso, la cumbia de Trampa salta y baila. Si esto no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?
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Sobre la media hora de juego, justo antes del golazo de Arrascaita, un delantero de Nacional Potosí, de apellido Guerra, suelta una patada contra Jusino cuando este protegía con su cuerpo una pelota que salía por línea de fondo.
El capitán no reacciona a pesar de la sangre caliente de los Yungas que corre por sus venas. Es Viscarra quien corre desde su arco, empuja a Guerra, lo increpa. Jusino se aleja de la trifulca.
El Tigre es el equipo más solidario del campeonato. Son mosqueteros gualdinegros. Inseparables. Honor, lealtad, amistad. Una banda de hermanos, todos platinados. Se defienden como en el barrio. Ante una fortaleza asediada (con cambios de técnicos y presidentes) no han permitido ni disidencias ni traiciones.
El Tigre es el equipo que tuvo miedo y supo vencerlo. Es el equipo que supo controlar la ansiedad (esa que parecía conducir inexorablemente a la burla de los de enfrente).
Es un equipo reconstruido por Pablo Cabanillas, desde lo mental, desde su experiencia como psicólogo deportivo, desde su stronguismo a prueba de balas. Un equipo que sabe a lo que juega; que te atosiga, te encierra, te deja sin aire. Llevado en brazos por su hinchada que no se cansa que cantar aquello de “y ya lo ve, y ya lo ve” para que todo el mundo abra los ojos.
Este equipo solidario y conjurado no se toca. De este equipo no se va nadie, presidente Crespo. Si se desarma, perderá su “ajayu”. En la fiesta del final, me encuentro con Franz Fox Helguero. Está con su hijo Martín que esta vez ha dejado la bandeja alta de la curva. Llevaba más de un año sin venir a la cancha. El también es un campeón. Tuvo miedo cuando entró el cáncer a su cuerpo. Pero como el Tigre, supo vencerlo. El stronguismo es resurrección, entrega y pasión. Los tres mosqueteros somos millones: uno para todos y todos para uno.
(07/12/2023)