Monday 7 Oct 2024 | Actualizado a 15:17 PM

Entre millonarios

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 10 de diciembre de 2023 / 23:29

Ya está todo: el país, las sedes, los estadios, los grupos, las fechas. Sólo falta esperar el 20 de junio; esa noche en Atlanta, Georgia, Argentina y Canadá o Trinidad y Tobago pondrán en movimiento la pelota. Será el inicio de la 48° Copa América de la historia, la bellísima saga que comenzó en Buenos Aires en el invierno austral de 1916, en un momento trágico del mundo.

La Gran Guerra se había cobrado ya nueve millones de vidas en Europa. Los campos de Francia eran un gigantesco charco de sangre. El 1° de julio de 1916 se desató una carnicería humana al norte de París: la sanguinaria Batalla del Somme. Fue una catástrofe: sólo las tropas británicas sufrieron ese primer día 57.740 bajas, la mayor pérdida en combate del Reino Unido en toda su historia bélica (que no es breve).

Veinticuatro horas después, a 11.000 kilómetros hacia el sudeste, diez mil entusiastas aficionados acudían al coqueto estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (no de La Plata), en el barrio de Palermo, para ver Uruguay 4 – Chile 0, el primero de los 837 partidos que componen la Copa América hasta ahora.

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Señoras emperifolladas y con sombrillas, caballeros con traje y sombrero bombín, tribunas con visera a la inglesa. Alaridos desgarradores allá, alborozados gritos de gol acá. Hoy, más de un siglo después, parecerá increíble, pero muchos uruguayos cruzaron el río color de león para ver a la Celeste. Se viajaba en el Vapor de la Carrera, que salía de Montevideo a las 10 de la noche y llegaba a Buenos Aires a las 7 de la mañana. Sólo se precisaba el boleto, no se hacía migraciones entre Uruguay y Argentina. “Era como tomar el tranvía”, describió el genial Diego Lucero.

Así nació la idea de hacer el primer torneo continental del mundo, en medio de un contraste atroz: guerra allá, fiesta acá. Cuarenta y cuatro años después -en 1960- daría comienzo la Eurocopa. Entre partidos legendarios e historias deliciosas fue creciendo nuestra Copa América, único torneo donde jugaron Di Stéfano, Pelé, Maradona y Messi. Tanto creció que la casa quedó chica: ahora se hace en Estados Unidos. Y hay olor a que no vuelve más. Por primera vez la Copa rondará los dos mil millones de dólares. Sumando todos los rubros (derechos de televisación, taquillas, patrocinadores, mercadeo, etcétera), generará esa cifra.

Entre los 32 partidos se pondrán en venta 2.039.753 entradas, que, se descuenta, se agotarán. Eso rebasaría los mil millones. Para graficarlo mejor: en el partido inaugural, el boleto más barato cuesta 950 dólares y el más caro entre 1.664 y 2.100. “Será la mejor Copa América de la historia”, anunció el presidente de Conmebol, Alejandro Domínguez. También la más prohibitiva, al menos para el público sudamericano que quiera viajar a Norteamérica para seguir a su selección. La localidad más económica de la final cuesta 2.500 dólares y la más salada 5.000. El Hard Rock Stadium, de Miami, tiene capacidad para 64.777 espectadores, que seguro estará lleno hasta la bandera, por lo cual es una cuenta fácil: embolsarán alrededor de 226 millones de dólares. Sólo en la final. Y sólo de borderó. El fenómeno Messi en la patria del béisbol ha agigantado el interés. Los ricos y famosos se vuelcan al fútbol.

Los insólitos precios le arrancaron una cruda reflexión a José Luis, estadígrafo peruano radicado hace años en Estados Unidos: “Cada vez se vuelve más un show de millonarios viendo jugar a otros millonarios”. Francisco, otro limeño en iuesei, dice: “Los costos son simplemente ridículos. Eso de que el fútbol es ‘para las masas’ debería actualizarse, es para las masas que tienen televisión o Internet”.

Semejantes números llevan a pensar que es difícil que la Copa vuelva a su hogar. ¿Qué país de Sudamérica podría garantizar siquiera el diez por ciento de esos montos…? Aquella romántica idea nacida en 1987 de llevar la Copa a cada país de manera rotativa seguramente pasará al archivo. En adelante, sólo un mínimo de países podrán aspirar a ser anfitriones: Estados Unidos será un organizador recurrente, quizás México, quizás Brasil, acaso lleven el torneo a Arabia Saudita o Catar. Quién sabe. Luego dirán que el dinero que ingresa servirá para promover el fútbol juvenil o femenino, je…

¿Y la pelota qué…? La pelota habla de seis equipos postulados al título: Argentina, Brasil, Uruguay, Estados Unidos, México, Colombia. En ese orden. Que seis sobre dieciséis apunten a la corona es lo bueno de esta edición. Argentina anhela repetir, Brasil necesita ese espaldarazo que le devuelva la fe, el Uruguay de Bielsa siente que puede con todo, Estados Unidos es una fuerza creciente, es local y puede dar el golpe; México aspira por tradición y Colombia porque ve nacer un proceso exitoso que recibiría la graduación si llega a la cima. Aunque el jugador colombiano se tiene que comprometer, alguna vez, a ir a un torneo a ganarlo, no sólo a participar. Bien, Lorenzo diciendo “vamos a ir a ganar la Copa”. Les tira la exigencia a sus futbolistas. Que digan, de una buena vez, “venimos a ser campeones”. Y jugar en consecuencia.

También de Ecuador cabe esperar algo así. Para una porción del periodismo ecuatoriano su fútbol ya es o está cerca de ser el tercero de Sudamérica. A refrendarlo, pues. Al menos en el intento. Ahora tiene buen material. Pero una cosa es ganar partidos sueltos y otra muy distinta es llegar a un campeonato y asumir la chapa de pretendiente. Eso no es para todos. Es un tema mental. Este mismo plantel tricolor fue al Mundial de Catar y no pasó la primera ronda.

Una selección que ni siquiera está confirmada, pero que podría dar un batacazo es Canadá. En el Mundial hizo un partido de fábula frente a Bélgica, aunque remató 22 veces al arco con excelentes posibilidades, incluido un penal, y perdió. Pero un equipo que compone una actuación tan deslumbrante tiene algo. En Bruselas hubo disturbios por eso. La Bélgica de Courtois, De Bruyne y Hazard, que iba como posible sorpresa no podía ser arrasada de ese modo. Pero Canadá perdió al técnico que había logrado ese juego de ataque abrumador: John Herdman. Se enfrentó con la Federación y se fue. O lo fueron.

Brasil vive un terremoto político. Cinco de los últimos presidentes de la CBF fueron presos o denunciados por corrupción. Ahora acaban de destituir al último, Ednaldo Rodrigues, por lo cual no se sabe si finalmente llegará Carlo Ancelotti en junio próximo, algo cada vez más difícil. Rodrigues decía tener un preacuerdo con Carletto, pero esta situación altera todo. Y encima el Real Madrid le ofreció dos años más de contrato al entrenador italiano.

Argentina quiere revalidar, y en lo futbolístico luce como en el Mundial, pero en la interna hubo un violento movimiento telúrico entre Lionel Scaloni y el presidente de la AFA, Claudio Tapia. Algo se rompió y no ha sido solucionado. Esto ha creado una tensa situación que puede impactar en el equipo. Y aparte faltan seis meses para la Copa, pasan muchas cosas en ese lapso.

El candidato principal, por presente, juventud, ilusión y juego, es Uruguay. Lo demuestra en la Eliminatoria. Un avión. No obstante, si gana su zona, podría encontrarse en cuartos de final con Brasil o Colombia, y ahí puede suceder cualquier cosa.

Toda América unida, un Mundialito de 16 contrincantes con Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, México, Estados Unidos, Chile, Ecuador… Con el campeón del mundo y el Balón de Oro como protagonistas. Millones aparte, da para entusiasmarse.

(10/12/2023)

¿Habrá pateado al arco…?

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 7 de octubre de 2024 / 00:51

La foto, a cuyo autor se lo tragó el anonimato, constituye uno de los documentos gráficos más sorprendentes que el periodismo deportivo haya creado.

Está el arquero Andrés Mazali en el piso, batido; el balón en el aire, pariendo el gol, la mirada palpitante de dos defensas uruguayos y de un atacante argentino… y el árbitro Ricardo Vallarino abrazando el palo, en la misma raya de sentencia, dando fe de que la pelota entró.

Una foto histórica para un instante célebre. Se trata del primer gol olímpico de este deporte. Una acción muy curiosa, que se da espaciadamente en el fútbol y exige una fenomenal destreza de golpeo, tanto que ni James Rodríguez ni Messi, dos genios de la pegada, nunca lograron una conquista así pese a intentarla infinidad de veces.

Cesáreo Onzari, notable wing izquierdo de Huracán y de la Selección Argentina en los años ‘20, ejecutó un córner, le pegó alto, cerrado y con comba, directo al arco, y la bola se metió sin que nadie la tocara. Hace un siglo ya Onzari era conocido por sus zurdazos virtuosos. Patentó una jugada distinta.

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Un gol extraño para la época porque, hasta ahí, no se conocía, no era reglamentario. Lo insólito vino después. El público, que reventaba el desaparecido estadio de Sportivo Barracas, en Buenos Aires, no celebró, quedó sorprendido, sin entender el desenlace de la jugada. Los futbolistas celestes no se lamentaron porque seguro no se convalidaría. Pero el árbitro Vallarino, uruguayo, marcó el centro de la cancha. “Es gol”, dijo. Los muchachos argentinos comenzaron a levantar los brazos en señal de festejo y el público los siguió, tímidamente al principio, más fuerte después.

Este miércoles 2 de octubre se cumplieron 100 años de aquel suceso confuso, singular, pionero.

En junio de ese año, Uruguay había asombrado al mundo proclamándose campeón de fútbol en los Juegos Olímpicos de París, una epopeya que hubiese merecido ser contada por Homero. Aún no existían los Mundiales, eso era el Mundial. Los ecos de su gloriosa coronación retumbaron en todo el universo. Y sin redes sociales. La Asociación Uruguaya recibió más de cien ofrecimientos de todo el orbe para hacer partidos amistosos. Entre los nueve amistosos previos en España y los cinco oficiales por el torneo olímpico en Francia disputó 14 encuentros y fueron 14 triunfos. La oriental había pasado en un suspiro de ser una selección desconocida en Europa a la máxima potencia mundial. Y venían de un pequeño país de la lejana Sudamérica… Se hablaba de que era un fútbol nuevo, vistoso y rotundo. Había arrasado a Yugoslavia, Estados Unidos, Francia, Holanda y Suiza. Todos querían ver en acción a los Celestes.

Sin embargo, el cónsul oriental en París, Enrique Buero, de trascendental gravitación en aquella hazaña, desaconsejó la presentación del equipo. Tal había sido la demostración de calidad de Scarone, Nasazzi, el Negro Andrade y compañía, que en Europa se levantaron sospechas de que podía tratarse “de jugadores profesionales”, lo cual se consideraba sacrílego. Esto hubiese acarreado el descrédito para los Celestes y hasta le hubiesen retirado el título (algo que a los europeos no les hubiese costado nada…). Por ello, Buero señaló que lo mejor era bajar los decibeles, volver a Montevideo y dejar que se calmaran las aguas.

Así fue. La asociación oriental decidió, entonces, aceptar una sola invitación, la de su vecina del Plata, que deseaba homenajear a los héroes de la “ráfaga olímpica”. Y se programó para el domingo 28 de septiembre de 1924. El escenario sería el mencionado de Sportivo Barracas, el mejor de aquellos tiempos. Sedienta de ver tamaño choque, acudió una impresionante multitud. Hasta ese momento, el clásico de Argentina era Uruguay, no Brasil. A la hora de comenzar el juego, había miles de personas incluso dentro del campo de juego. Si la pelota iba por las bandas, los jugadores se tropezaban con la gente. No se podía jugar y a los pocos minutos de comenzado, se suspendió el partido.

Se reprogramó para el jueves siguiente, 2 de octubre. Uruguay solicitó que se estableciera un cerco perimetral para evitar problemas. En esos cuatro días se levantó un alambrado entre el público y el campo para impedir invasiones. Así pudo jugarse el célebre duelo, con casi 37.000 personas en las gradas. Ganó Argentina 2 a 1 con aquel inédito gol de Onzari.

En virtud del título ganado por los visitantes, todo pasó a llamarse “olímpico”. Antes del juego, los organizadores pidieron a los futbolistas visitantes dar una vuelta al campo para que el púbico los saludara, la misma que habían dado en París al coronarse. Quedó inmortalizada como “la vuelta olímpica”, al vallado entre público y campo se lo llamó “alambrado olímpico”. A todo lo que tenía que ver con los uruguayos se lo tildaba de olímpico, tanta era la conmoción causada por su éxito en París.

¿Por qué el asombro de la muchedumbre con aquel tanto de Onzari? Sucede que el gol directo desde un tiro de esquina no se había visto nunca. Y además no valía. Por eso la gente no festejó. Pero el juez Vallarino decretó “gol”. ¿Qué lo movió a ello? A finales de agosto de ese año, el International Board había decidido que, en adelante, el gol convertido directamente desde el banderín tenía validez. La FIFA había enviado por correo una circular informándolo y Vallarino la recibió unos días antes del encuentro. Era uruguayo y el único en todo el estadio que sabía que la conversión era legítima. Y la concedió. Esto habla de un espíritu honrado, de un alto sentido del honor. Un verdadero campeón del Fair Play.

Con los años, otros dos argentinos lograron una proeza en este tipo de acciones. En 1973, Daniel Vicente Aricó, de Rosario Central (jugó en Atlético Nacional en 1980), anotó tres tantos olímpicos casi consecutivos, el 5, 10 y 21 de octubre, a Belgrano, Atlético Tucumán y Chaco For Ever. Y el ‘Loco’ Aníbal Cibeyra, jugando para Emelec, en 1978 le marcó tres goles olímpicos a Barcelona en tres clásicos seguidos, entre julio y noviembre. “No podía caminar por la calle en Guayaquil porque la gente me rodeaba, me abrazaba”, cuenta Cibeyra. Los dos, como Onzari, le metían una rosca tremenda a la bola. Los arqueros caían dentro del arco con pelota y todo tratando de sacarla. En la Libertadores de 1979, el Cali le hizo a Quilmes dos goles olímpicos en un partido, insólito, y con dos jugadores distintos: uno de Ernesto ‘Cococho’ Álvarez y otro de Ángel María Torres.

Onzari, según cuenta la tradición oral, era un puntero espectacular; quedó en la historia, sin embargo, por aquel gol “olímpico”. Unos dicen que el viento lo ayudó, él murió hace muchísimos años llevándose el secreto: ¿habrá tirado al arco o le salió de casualidad?

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Alemania 1 – Alemania 0

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 22 de septiembre de 2024 / 23:46

El mundo nunca se tomó demasiado en serio aquello de las dos Alemanias. Pese a que coexistieron durante 41 años, para el resto del planeta, siempre fue una. Los alemanes eran los alemanes, no del este o el oeste. Lo demás era un muro, un alambre de púas, unos soldados de aspecto sombrío con perros guardianes, una división política momentánea. Ya se juntarían de nuevo. Sí, comunismo y capitalismo, pero al fin eran todos del mismo barrio.

Por eso, aquel 22 de junio de 1974 se vio tan extraño que, en el marco del campeonato mundial de fútbol, se midieran dos selecciones que en el fondo debían ser una. En Hamburgo, la República Federal Alemana, dueña de casa y favorita para ganar el Mundial, cayó imprevistamente 1 a 0 ante su hermana gemela, la visitante República Democrática Alemana. La Federal u Occidental tenía a Beckenbauer, Müller, Maier, Overath, Paul Breitner, Berti Vogts, Netzer, Grabowski, Uli Hoeness, Schwarzenbeck… Todos los cracks del Bayern Munich flamantes campeones de Europa un mes antes, más los del Colonia, del Borussia Moenchengladbach, del Schalke 04. Una constelación.

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Del otro lado, nombres que uno nunca había escuchado, jugadores que no eran enteramente profesionales o cobraban sueldos de obreros, aunque no eran mancos ni rengos. Nadie los conocía por la misma oscuridad del gobierno marxista-leninista unipartidista. Pero la movían bien: también ellos, con el Magdeburgo, habían conquistado la Recopa de Europa unos días antes batiendo al Milan de Trappatoni y Gianni Rivera. Más que eso: en 1972, en Múnich, la DDR (oriental) ya le había ganado 3 a 2 a la RFA (occidental) por los Juegos Olímpicos. Y en 1976 lograrían la medalla de oro en Montreal venciendo en la final por 3-1 a la inolvidable Polonia de Lato, Szarmach, Deyna, Zmuda, Tomaszewski, Kasperczak…

El partido del Muro se le dio en llamar, quedó como uno de los 50 más recordados de todos los tiempos. La Alemania rica venía de organizar los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 y exhibió todo su poderío económico, con estadios impactantes para la época. Fue un torneo bisagra: en ese 1974 comenzó la pompa y la infraestructura moderna en los Mundiales. Pero se impuso la Alemania pobre. Ambos estaban en plena Guerra Fría, y encima Jürgen Sparwasser terminó de congelar al 99,9% del estadio con un toque perfecto de derecha que batió a Sepp Maier.

El 0,01% restante era un grupete de compatriotas orientales que habían logrado escapar del este y cuyos corazones seguían latiendo por Leipzig, Dresden, Rostock, Magdeburgo, la mitad de Berlín, las grandes urbes que quedaron atrapadas… Ellos saltaban y celebraban ese gol inesperado, inimaginable. En el fondo fue triste, un pueblo dividido por la ideología y jugando contra sí mismo. Muchos tenían el corazón partido, habían nacido de un lado y vivían del otro o tenían sus hijos o padres detrás del límite militarizado.

Fue el gol más político de la historia. Sparwasser, un ingeniero mecánico de 26 años, apareció en portada en diarios de todo el mundo y pasó a ser un símbolo comunista, el héroe que había derrotado a Occidente, ese gran enemigo, demostrando la potencialidad, el éxito y la supremacía del régimen socialista. “Pateé desde el este con dirección al oeste”, dijo el artillero, que en 1988 logró vulnerar los controles, traspasar la frontera y radicarse en la otra mitad del mapa. Al año siguiente cayó el Muro de Berlín.

Existe un antecedente similar: las Coreas. También es una sola nación dividida en dos países. Estos, no obstante, se enfrentaron muchas veces (17), por Eliminatorias mundialistas o por la Copa Asiática. El saldo es de 8 victorias para los del sur, una para los del norte y 8 empates. En un hecho histórico, ambas participaron del Mundial Sub-20 de 1991 unificadas bajo el único nombre de Corea. Y con suceso: vencieron a Argentina, seis veces campeón mundial de la categoría. La RDA y la RFA vivieron la misma experiencia durante ocho años. El Comité Olímpico Internacional decidió que, si querían participar, debían hacerlo juntas. Y en tres Olimpiadas -1956,1960 y 1964- intervinieron como Equipo Alemán Unificado. El deporte ha debido hacer malabares a través de los tiempos a causa de los enfrentamientos políticos, las guerras, las separaciones y nacimientos de nuevos estados.

Sparwasser nunca recordó aquel gol con una sonrisa sino con dolor, quedó atrapado entre varios fuegos. El triunfo finalmente no les sirvió para mucho. La Alemania Democrática terminó sexta en el Mundial en tanto la Alemania Federal se consagró campeona. Franz Beckenbauer reconoció, años después: “El gol de Sparwasser nos despertó. Sin ese gol nunca habríamos ganado aquel Mundial”. Y no sólo eso: haber perdido ese choque le supuso al conjunto del Káiser jugar en la semifinal más accesible. Eludió a Brasil, Argentina y Holanda, y pasó a confrontar con Yugoslavia, Polonia y Suecia. Un camino alfombrado con pétalos de rosa.

-Vi la final en mi casa de Magdeburgo, completamente solo-, declaró Sparwasser en 2006 al diario El País, de Madrid. -Cinco minutos después del partido llegó un mensajero con un telegrama occidental dirigido a Jürgen Sparwasser, Magdeburgo, sin calle ni más indicaciones. Decía: ‘Spari, te damos las gracias. Toda Alemania te da las gracias’. Fue lo mejor que podía haberles pasado a los jugadores de la RFA. Todos lo dicen”. Eso en el oeste.

En el este pasó de héroe a villano. Se lo acusaba de haber ayudado “a los malditos occidentales a ser campeones”. Y se decía que estos se habían dejado ganar para tomar la Ruta de la Seda. Ya lo había hecho Alemania en 1954, perdió exprofeso ante Hungría para evitar enfrentarse con Uruguay y Brasil, que eran dos máquinas. Y acertó: al final fue campeón.

Tres clubes europeos, entre ellos el Bayern, quisieron fichar a Sparwasser, pero rechazó las propuestas. -Quería quedarme con mi familia, eso para mí es todo-, declaró. No era cierto, no lo dejaban salir. Y en 1988 decidió desertar: 

-Nunca planeé hacerme entrenador cuando terminara el fútbol. Después de mi operación de cadera, tuve que abandonar el fútbol y quería dedicarme a la docencia en escuelas deportivas. En 1986 vino gente del Partido Comunista a decirme que debía hacerme entrenador del Magdeburgo. En tres ocasiones les dije que no. Mi meta era otra. Pero intentaron presionarme y evitaron que pudiera escribir mi tesis doctoral. Así que destruyeron mi carrera profesional. Yo tenía 40 años y me quedaban 25 de trabajo para recibir la jubilación. Me quedé sin posibilidades de completar mis planes profesionales. Por eso decidí irme a la RFA con mi mujer, que ya estaba al otro lado de la frontera-.

Fue invitado a la Alemania Occidental para jugar un partido de exglorias y ya no volvió, convirtiéndose en apátrida para los jerarcas de la RDA. La noticia de aquel momento señalaba que aprovechó un descuido de un dirigente que lo vigilaba y se escapó del hotel. “Acudí a un encuentro de veteranos y me quedé, estaba harto de la politización y las mentiras de mi país”, confesó al diario As.

Pasaron cincuenta años y hoy parece un cuento, pero sucedió: Alemania le ganó a Alemania.

(22/09/2024)

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El mapa de la felicidad

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 15 de septiembre de 2024 / 23:50

Los devastadores incendios forestales que padece Bolivia quedaron por un día en segundo plano. El país amaneció con una amplia sonrisa de oriente a occidente. La Verde, contra todo pronóstico venció a Chile en Santiago por primera vez en 98 años de enfrentamientos. Dados los antecedentes históricos entre ambos países (la Guerra del Pacífico, una herida que nunca cierra, en la que Bolivia perdió el mar) fue para el visitante como dar una vuelta olímpica, una caricia para el alma. Porque la historia no juega, pero juega. Desde 1993 no ganaba un partido de visitante. Y lo hizo nada menos que sobre Chile. En gran forma.

Otro tanto vale para Paraguay, que venció a Brasil y desató una euforia general. La Albirroja lleva tres Mundiales viéndolos por televisión (2014-2018-2022), y el pésimo arranque en esta Eliminatoria suponía un cuarto. Pero asumió Gustavo Alfaro y en dos partidos dio vuelta la media: empató ante Uruguay en Montevideo -estando muy cerca de ganar- y ahora noqueó a Brasil con un supergolazo de Diego Gómez. La selección guaraní se metió de lleno en la pelea por un cupo directo.

El mapa de la felicidad lo completa Colombia, única invicta de la Eliminatoria, que tumbó a Argentina con un equipo definitivamente armado, que aprendió a manejar los partidos bravos y está en uno de los momentos más felices de su recorrido como selección.

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* Inesperado. “¿Pensaron que nunca íbamos a atacar…?”, preguntó Óscar Villegas, el flamante y revulsivo entrenador de La Verde, camino a convertirse en un personaje nacional. Tomó a una Bolivia desahuciada y en dos partidos logró 6 puntos y el triunfo histórico sobre Chile, por el que nadie apostaba. En la goleada de 4 a 0 sobre Venezuela pudieron haberlo ayudado los 4.150 metros de El Alto. Pero Santiago es llano y le ganó con autoridad 2 a 1. No tiene miedo Villegas. Con lo que hay, sin cuatro titulares por suspensiones, lesiones y otras hierbas, le salió a jugar adelantado a Chile. Y pese a la desgracia de Carlos Lampe, que se desplomó (se rompió el talón de Aquiles, que era de Lampe, no de Aquiles) y le quedó a Eduardo Vargas el arco libre y sin oposición, fue de nuevo al ataque y logró el segundo gol. Bolivia se inscribe entre los candidatos a pelear la clasificación. Le quedan cinco partidos en El Alto a la Verde, 15 puntos, atención a eso…

* Vía aérea. No debe haber equipo en el mundo, hoy, que tenga el poder de gol de Colombia mediante el juego de alto. A la casi increíble perfección de los centros de James (para este cronista, el mejor de siempre en ese ítem), se une un ramillete de cabeceadores temibles: por altura y potencia de salto, Dávinson Sánchez, Lerma, Yerson Mosquera, Yerry Mina, John Jader Durán; Daniel Muñoz por sus apariciones fantasmales por derecha y Lucho Díaz porque es una de sus virtudes innatas, la colocación en el área y el buen golpeo.

* Nuevo. Unos le dicen verborrágico, otros vendehumo, pero, donde llega, Gustavo Alfaro deja una marca, crea una ilusión, levanta cementerios. Lo hizo en Ecuador, en Costa Rica, ahora en Paraguay. En dos partidos le devolvió el alma a la Selección Paraguaya, que retomó la vieja garra guaraní. Derrotó al Brasil más espantoso de que se tenga memoria (1 a 0) y se entonó. “El país está feliz”, dicen los medios asuncenos. Le ganó “a la paraguaya”, luchando cada pelota como luchó en la Guerra Grande, dejando todo. Este Brasil de una modestia franciscana en nombres y en juego no atinó a nada. No era difícil pronosticar la levantada albirroja: tiene muy buen material. Ahora Paraguay será difícil para todos.

* Real. La estrella del Paraguay-Brasil fue Diego Gómez, el magnífico volante derecho del Inter Miami, de 21 años, al que lo tienen en la mira varios clubes europeos. Tal vez la mejor figura surgida últimamente en Sudamérica. Lo que se dice un crack de verdad, no de redes sociales. Criterioso, incansable, de buen manejo, con llegada al área rival, Diego hizo el gol de la victoria ante Brasil, que ya se postula como el más bonito de la Eliminatoria. Recibió un rebote fuera del área brasileña, la paró, hizo pasar de largo a Bruno Guimarães y le pegó de tres dedos, cruzado, la bola dio en el palo y entró. Inolvidable. Gómez deslumbró en Estados Unidos. Obviamente, millones de talentos dijeron en Twitter “sí, pero destaca en la MLS, que es una liga de cuarta …” El bueno lo demuestra donde sea.

  * ¿Abucheos al goleador…? El máximo artillero de la historia de la Selección Ecuatoriana, Enner Valencia (42 goles), fue abucheado y silbado cuando su nombre sonó por los altavoces del estadio de Liga de Quito antes del choque con Perú. Ecuador ganó 1 a 0 con un golazo de Enner Valencia de cabeza. Una vez más. Al ser reemplazado, los hinchas quisieron retractarse con aplausos, Enner no los agradeció, se fue con gesto adusto.

* Balón de Oro Inminente. El título corresponde a Vinicius, quien otra vez defraudó por completo en Brasil. Fue anulado por el lateral suplente de Lanús, Juan José Cáceres (argentino hijo de paraguayos). Perdió 17 balones. «Vinícius no puede jugar solo por nombre. Ya empieza a ser hora de dar un poquito más y de moverse, no simplemente quedarse quieto en la izquierda», escribió Caio Ribeiro, comentarista de Globoesporte. «Hay jugadores nulos con la selección, y uno de ellos es Vinícius», cerró. Pese a todo, es el primer favorito a ganar el Balón de Oro.

* Sin liderazgo. Paulo Silas, el exvolante ofensivo de São Paulo y San Lorenzo, bimundialista con Brasil, en una magnifica entrevista con ESPN, dio fuertes definiciones sobre la Canarinha: «No tenemos liderazgos, no tenemos un 10, Neymar sigue siendo nuestra esperanza, Vinicius se esfuerza, pero no pasa nada. Si vamos así al Mundial no pasamos la primera fase».

* Cero. Así como Bolivia fue el único e impensado competidor que logró los seis puntos en la doble jornada, Chile también fue el único que no sumó: dos derrotas dolorosísimas ante Argentina y Bolivia. “Puede venir Guardiola y será lo mismo”, dicen sus exglorias. Los históricos de la Roja salvan a Gareca y cargan contra la pobreza de los jugadores actuales. En los últimos seis años desfilaron Reinaldo Rueda, Martín Lasarte, Eduardo Berizzo, ahora Gareca y con todos fue lo mismo: la Roja se hunde. Para buena parte del ambiente, si Chile perdía con Bolivia, se tenía que ir el Flaco. Pero el técnico no piensa dar un paso al costado. Y despedirlo costaría una fortuna a la federación. Para peor, en la doble fecha de octubre debe enfrentar al necesitado Brasil adentro y a Colombia en Barranquilla. Duro.

* Récord. Chile llevaba exactos once meses sin marcar un gol oficial hasta este último tan polémico que le marcó a Bolivia, que tampoco sirvió para sumar. Si Lampe no se rompía el talón, Eduardo Vargas no habría podido anotar y La Roja seguiría en cero con la red.

Por ahora, el mapa de la infelicidad lo componen Brasil y Chile. Pero hay otros en lista de espera…

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La tabla le guiña un ojo a Bolivia

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 8 de septiembre de 2024 / 23:01

Sólo iban 13 minutos, llegó el misilístico golazo de Ramiro Vaca y arrancó en las tribunas el “Viva mi patria, Bolivia…”, azuzado por alguna banda presente. Lo decimos a menudo: cuando gana la selección, gana Bolivia. El fútbol tiene el privilegio del que no goza ninguna otra actividad humana: alegra al país entero. Las dos mayores emociones de este pedazo de mundo las dio la pelota, en el ’63 y el ’93. Para mejor, el hincha posee memoria selectiva, se acuerda de las buenas nomás.

Ahora la tabla le guiña el ojo a Bolivia. Iguala en puntos con Paraguay, el séptimo, y está a sólo dos del sexto, Ecuador. Y falta una vida: once partidos. Pero, para darle valor al triunfo sobre Venezuela debe lograr un resultado mañana en Chile. No será fácil. Chile viene con la sangre en el ojo tras ser goleado por Argentina y necesita una victoria como sea. “Por la razón o la fuerza”, dice su escudo. Así también lo piensa el hincha de La Roja.

Lastimosamente, se cayeron tres efectivos en la tropa de Óscar Villegas: Ramiro Vaca, posiblemente el jugador de más categoría de todo el fútbol boliviano, Héctor Cuéllar, de excelente labor ante la Vinotinto, muy firme atrás y en el medio, y Henry Vaca, que entró al partido como potro desbocado y se lesionó. También está en duda Terceros por una herida cortante.  

Las posibilidades de Bolivia eran dos: dar un volantazo y hacer un último intento en esta Eliminatoria o resignarse y comenzar a pensar en el Mundial 2030. Se eligió la primera, como debe ser. En ese camino, se tomaron tres medidas fundamentales: 1) cambiar el técnico (Zago, como Costas, no transmitía ninguna sensación, no tenía piel con la selección), 2) se refrescó el plantel con lo poco que hay para renovar y 3) se designó la sede de El Alto para complicarle más la vida a los visitantes. Y para terminar de complicárselas, se eligieron diecisiete jugadores que viven en La Paz y están adaptados: 8 de Always, 7 de Bolívar y 2 de Strongest.

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Las tres medidas implantadas para encarar las últimas doce fechas fueron vivificantes: Bolivia aplastó a Venezuela, que venía siendo la revelación de la clasificatoria y de la Copa América. Bastó que entrara el bombazo de Ramiro Vaca para que empezara la demolición. La Vinotinto nunca hizo pie, sintió la altitud y no se puso nunca de acuerdo con la pelota, le tintineaba. Aparte, su logística no fue extraordinaria: se concentraron en Buenos Aires, luego viajaron a Santa Cruz y recién el día anterior a La Paz. Mucho lío. Hay que simplificar. De haberse quedado una semana en La Paz seguro rendían mejor físicamente.

Punto alto: Óscar Villegas es un hombre querido en todo el ambiente, tiene excelente relación con los jugadores. Está absolutamente demostrado: técnico paternalista obtiene el doble o el triple de sus dirigidos. Importa más que la táctica o el conocimiento. Todos los próceres de esta función lo atestiguan: Ferguson, Klopp, Ancelotti, Menotti, Telé Santana, Maturana.

Punto bajo: Ramiro Vaca sabía que arrastraba una amarilla, el jugador sabe bien eso, pero no hizo más que meter el gol y sacarse la camiseta: amonestado. Inadmisible. Dejó a Bolivia chueca para el terrible choque en Santiago.  

 * Desconsuelo. “Argentina estaba de celebración por lo de Di María y nos bailó igual”, lamentó Juan Cristóbal Guarello, el periodista más seguido de Chile, en su canal de Youtube. El esperado recambio no aparece. “La pérdida de jerarquía le pasa la cuenta a la Selección Chilena”, opina Rodrigo Fuentealba en La Tercera. Y amplía: “Tras 20 años, no habrá jugadores nacionales en la Champions League, a la vez que solo cinco militan en las ligas más importantes de Europa, contra los 25 de hace una docena de años”. Eso se nota en La Roja.

* Golcito. El Brasil más ramplón de la historia le ganó 1 a 0 al nuevo Ecuador de Sebastián Beccacece. Para graficar: no generó ni una situación de gol la Canarinha. El único tanto fue un tirito de Rodrygo desde fuera del área (lo que antes definíamos como “una masita”) que rozó en la espalda de William Pacho, descolocó al arquero Galíndez, dio en el palo y se metió. Ecuador dominó por largos tramos, pero meterla le cuesta horrores.

La única situación realmente clara estuvo en los pies de Moisés Caicedo, solo frente a Alisson, pero definió sin clase, al cuerpo del arquero. El poco público en Curitiba despidió con silbidos al equipo de Dorival Junior. Que seguro estará en el Mundial, pero genera indiferencia. “La selección vive un duro choque entre expectativa y realidad”, coinciden los medios brasileños.

* Anulado. Suspendido el lateral Angelo Preciado para enfrentar a Brasil, Beccacece apeló a un volante, Alan Franco, para marcar a Vinicius. Sin jugar nunca en el puesto y sin despeinarse, Franco borró al Balón de Oro Inminente, que otra vez tuvo una noche en blanco. Un crack verdadero, una vez (¡una…!) gana el partido él solo, o le da brillo al equipo, o levanta las tribunas. O algo. El diario deportivo Lance tituló: “Jornalistas no perdonan a Vini Jr. tras la victoria de la Selección: ‘pésimo’”. Como dijo Ronaldo “No es un joga bonito. Lo siento, pero es la realidad”. Tiene recién 24 años, puede hacer cumbre, por ahora no le da.

* Llorado. El que es grande grande en serio, sin márketing, sin prensa, es Luis Suárez, despedido por su gente en el empate ante Paraguay. Se retira de la Selección Uruguaya por decisión propia cuando todavía está para dar guerra. ¡Qué delantero extraordinario ha sido Suárez…! Para este cronista, el mejor futbolista uruguayo de la historia, con diferencia. ¿Y entre los sudamericanos…? Ahí, ahí… La Celeste llorará a un jugador irrepetible por mentalidad ganadora, garra suprema, técnica y gol. Frente a Paraguay ensayó una tijera, sin pararla y la bola dio en el palo. Si era gol se caía el Centenario. Tal vez le cueste cincuenta años o un siglo a Uruguay parir otro Luis Suárez. Según Sergio Gorzy, periodista estrella de la TV oriental, “no se va porque le falten fuerzas para seguir o porque haya otros mejores sino porque, como varios, no lo aguantan más a Bielsa”.

* Bajas. “Uruguay no jugó bien, se salvó tres veces y dejó sus primeros dos puntos de local”, dice El Observador, de Montevideo, en su nota principal de Deportes. Volvió a ser el Uruguay intenso y fragoroso, pero con poco juego. Lo que más preocupa en el campamento celeste es que ante Venezuela, el martes, le faltarán 12 jugadores, casi todos titulares. Venezuela tiene una oportunidad de oro de sumar de a tres siendo local.

* Mérito. El de Argentina, de no aflojarse nunca. En medio de los festejos por el adiós a Di María de la selección, entre fuegos de artificio, sonrisas y abrazos, este grupo de Scaloni entró al campo -sin Messi- y pasó por encima de Chile: 3 a 0 con toqueteo. Hay como un pacto de este plantel de no permitirse un relajamiento ni en un amistoso. Ya es la mejor Selección Argentina de todas.

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Eliminatoria: todos van a mejorar

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de septiembre de 2024 / 23:22

Siento ruido de pelota… La Copa América fue ayer, pero ya es recuerdo. El presente se llama Eliminatoria. Vuelve mañana con una presunción: todos van a crecer futbolísticamente.

La Copa jugada en Estados Unidos fue un filtro: sirvió para tener juntos a los planteles 40 días, sacar conclusiones, hacer depuración y renovar.

También para cambiar a los técnicos que no encajaban. La Eliminatoria lleva disputado el 33,33% de su desarrollo. Y de acá al 19 de noviembre se irá otro 33,33. O sea, en 75 días se dilucidará una gruesa porción de competencia. Puede, incluso, que el 19 de noviembre ya se conozca el nombre de algún clasificado al Mundial.

No es posible pensar que Brasil siga siendo el sexto en la tabla de posiciones con 2 victorias y 3 derrotas. Debería escalar, aunque la confusión en el fútbol brasileño es grande. Y la falta de cracks también.

En su última conquista mundial, en 2002, presentó a Cafú y Roberto Carlos de laterales, Lucio y Roque Junior de centrales, Ronaldinho, Kaká, Rivaldo y Ronaldo en ataque. Un ramillete de fenómenos. Ahora tiene a Vinicius… Que un día puede bailar a su marcador y otro perder dieciocho balones, como le pasó ante Costa Rica.

Dorival Junior hizo limpieza profunda, sacó a nueve elementos de los que llevó a la Copa América: Rafael, Bremer, Andreas Pereira, Douglas Luiz, Ederson (el volante del Atalanta, no el arquero), Pepê, Evanilson, Raphinha y Gabriel Martinelli.

Después, por lesión, fueron descartados Yan Couto y Savinho. Todos nombres comunes, discretos. En total: once nuevos respecto a julio pasado. Y sigue ausente Neymar… Es el Brasil más ramplón de la historia, sin un átomo de duda. Aún así, creemos, va a clasificar, lo contrario sería un naufragio superior al del Titanic.

A esta Verdeamarela enfrentará Ecuador. La Tricolor, con el debut de Sebastián Beccacece en la banca, tiene la oportunidad de obtener su primera victoria frente al coloso como visitante. Vuelve Estupiñán, espectacular marcador izquierdo, sigue la “Defensa de Oro” con Félix Torres, Pacho, Hincapié, y se han sumado dos valores muy importantes en los extremos: Alan Minda por izquierda, John Yeboah por derecha.

Está el ascendente Jeremy Sarmiento. Ahora sí Enner Valencia tiene acompañamiento. Falta ver si el nuevo entrenador transmite atrevimiento. Nómina le sobra para ir a ganar. Enfrentarán al Brasil más vulnerable de toda la historia.

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Uruguay, el estadio Centenario, el fútbol oriental y Sudamérica toda despedirán a Luis Suárez, un prócer de la pelota en esta parte del mundo. La Celeste llorará a un jugador irrepetible por mentalidad ganadora, garra suprema, técnica y gol (lleva 578 y hará más en clubes). El futbolista uruguayo cumbre de todos los tiempos enfrentará a Paraguay y dirá adiós. Lo menos que merece es un estadio hasta la bandera y una ovación única.

Uruguay llega al choque con la Albirroja con 9 bajas: 5 suspendidos por la batahola armada en el partido ante Colombia en Charlotte -Darwin Núñez, Bentancur, Josema Giménez, Ronald Araujo y Mathias Olivera-, 3 lesionados -Viña, De Arrascaeta y De la Cruz- y un separado por la agresiva reacción al no ser alineado en el juego ante Canadá -Canobbio-. Nueve habituales que faltarán. Además, Manuel Ugarte lleva dos meses sin jugar y Suárez actuará solamente ante Paraguay. Aunque Uruguay es un equipo ya aceitado, puede costarle caro. Y el nuevo Paraguay de Gustavo Alfaro podría sacar provecho. Alfaro (también se estrena) es un técnico sacapuntos, astuto tácticamente y buen motivador. Tiene un póker de jóvenes talentos adelante el seleccionado guaraní: Diego Gómez, Ramón Sosa, Julio Enciso y Micky Almirón. No obstante, la emoción que seguramente flotará en el ambiente por la despedida de Suárez empujará a los charrúas a la victoria.

Bolivia espera a Venezuela en El Alto, nunca tan bien puesto el nombre. El estadio de Villa Ingenio, a 4.150 metros sobre el nivel del mar, será el bunker desde el cual la Verde espera crecer. Eso, más el nuevo estratega Óscar Villegas y una fuerte renovación del plantel con varios juveniles son las armas con que Bolivia espera progresar en la tabla. De última, está apenas a dos puntos del séptimo, Paraguay, y restan 32 por disputarse. A falta de figuras, es una proactiva manera de reaccionar, un buen intento de cambio.

Pero la Vinotinto está embalada, se fue invicta de la Copa América y jugando un fútbol de pelota al pie, de tuya y mía. Le sobran volantes dúctiles con la bola, entre ellos Yefferson Soteldo, Jefferson Savarino y Telasco Segovia. Está firme atrás, con un gran arquero (Romo) y dos centrales impasables (Yordan Osorio y Ferraresi). Y adelante, el veterano goleador Salomón Rondón más el ascendente Eduard Bello. Fernando Batista convocó 41 jugadores para esta doble fecha, reflejo de la abundancia de valores. De ellos, uno sólo actúa en Venezuela, los demás en Brasil, Ecuador, Colombia, México, Estados Unidos y Europa. Duelo de resultado incierto. “Bolivia no debería tener problemas para vencer a Venezuela”, dijo Flavio Robatto, técnico de Bolívar. Somos más cautos.

Colombia vuelve masticando aún la rabia de la final ante Argentina la noche de la no tragedia de Miami. Pero con un entrenador fantástico, un esquema y un equipo consolidados. “¡Qué ganas de ganarle a Argentina…!”, tituló su excelente columna Gabriel Meluk, editor de Deportes de El Tiempo. Pero antes enfrentarán a Perú, y ni una mínima mención a la selección incaica. Es que, por Eliminatorias, Colombia lleva 42 años sin perder en Lima, donde se medirán el viernes. Ni piensan en Perú. Cuidado… nadie gana en la víspera, los partidos hay que jugarlos, y Perú le arruinó a Colombia el viaje a Catar al derrotarlo en Barranquilla con gol del Orejita Flores. ¡Ojo ahí…! Colombia está intacto, sólo le faltará el viernes Jefferson Lerma (muchos Jefferson…) Hasta se da el lujo de dejar afuera a Miguel Borja, el goleador de River, tercer artillero mundial en 2024.

Perú, sin Paolo Guerrero ni Cueva ni Carrillo (no tenidos en cuenta) intentará salir del último puesto. Tiene buen arquero y aceptable defensa, el déficit es su generación de juego y, sobre todo, su pobre poder de fuego. Se fue de la Copa América sin gritar un gol. Tiene el mismo problema de Bolivia: no produce jugadores. Y no producen porque no trabajan bien las inferiores, no hay misterios.

Cierran Argentina y Chile. En Chile quieren llamarlo clásico, en Argentina no aceptan: “Nuestro clásico es Brasil”, responden. La Albiceleste tendrá el apoyo de 85.000 rugientes, se esperan recaudar 7,5 millones de dólares para celebrar la última Copa América y el adiós de Di María. No estará Messi por su seria lesión de tobillo y tampoco Tagliafico, un marcador implacable.

“El fútbol argentino está sosteniendo a la Selección Chilena”, dice Danilo Díaz, magnífico periodista del país de Neruda. Se refiere a los siete futbolistas que vienen siendo figuras en la Superliga Argentina: Gabriel Arias (Racing), Paulo Díaz (River), Matías Catalán y Bruno Barticciotto (Talleres), Felipe Loyola (Independiente), Rodrigo Echeverría y Williams Alarcón (Huracán). La mayoría de ellos representa la renovación y en Chile despiertan enorme entusiasmo. Esos siete y Ricardo Gareca como DT generan confianza en la clasificación a un Mundial, que a Chile se le ha negado en 2018 y 2022.

Esto es lo que uno cree, después está lo que pasa.

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