Los clásicos se ganan
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
Imagen: Archivo La Razón
Introducción: la semana del segundo clásico del año viene marcada por el despido vía redes sociales de Bryan Bentaberry, central uruguayo del club Bolívar. Claure -ferviente admirador de la motosierra de Milei- despide al más puro estilo Donald Trump. Dime con quien andas y te diré quien eres. Una pancarta gigante en la norte dice así: “Marcelo Claure, presidente 25-30. Bolivia te necesita”. Es retirada ante del comienzo del “match”.
Bolívar llega mejor al clásico (menos urgido); el Tigre necesita los puntos y mejorar la imagen, necesita oxígeno para su técnico cuestionado y necesita disipar la supuesta camarilla. Lo conseguirá todo. Las dos hinchadas llenan otra vez el Siles. ¿Dónde están cuando jugamos el resto de partidos con apenas cinco mil espectadores? Jusino recibe una camiseta con el número 100, ya lleva cien con la oro y negro. Un trapo colgante en la sur eleva a Sergio Luna por los cielos, subido eternamente a la pelota.
Nudo: el partido se dibuja a la perfección en los primeros diez minutos. La “Academia” va a tener (mucho) más la pelota, va a fabricar más chances de gol pero no va a disfrutar del pragmatismo letal y de la contundencia del Tigre. Los de Lavallén se ponen -desde el inicio- en modo contragolpe y un palo de Ortega es la primera advertencia. La presión alta celeste obliga a la pelota larga, todos a correr. A la media hora, el gualdinegro golpea primero con gol de un vertical Arrascaita (muy metido y motivado). El merecido empate (del “Pato” Rodríguez) sobre la hora llega por el flanco más débil del Tigre: sus laterales. No obstante, Osorio y Lino irán de menos a más. Ese puesto sigue siendo un dolor de cabeza (y más con la obligatoriedad de los juveniles).
Desenlace: la segunda arranca igual que la primera. Bolívar juega mejor. Pero los clásicos no se juegan, se ganan. Entra un Erwin Saavedra con falta de fútbol después de un año parado. Cuando -por fin- Lino se anime a pasar la media cancha llegará el gol de la victoria gracias a un batallador y sacrificado Ramallo. Un golpeado Ortega volverá a cansarse antes de tiempo. Lavallén lee (mejor) y hace mejor los cambios. Robatto tardará una eternidad en meter a Uzeda y “Papu”. Se jugó a lo que quiso jugar el Tigre. La viva imagen de un equipo insolidario (que extrañó a su goledor “Chico”) es Algarañaz que se retira caminando mientras su equipo pierde.
Post-scriptum: la historia se repite. El Tigre no tiene un gran fútbol pero posee un grupo humano solidario, donde el compromiso no se negocia. Es la motosierra gualdinegra que muerde y aprieta. Lavallén compra crédito/tiempo para poder calmar las aguas y afinar la idea. No siempre servirá esperar agazapado como buen felino.
(11/03/2024)