Klopp es todo lo que está bien
Imagen: Oswaldo
Jorge Barraza, columnista de La Razón
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Lidera, inspira, alienta, contagia, alegra, motiva, respalda, enseña…
Lloraron los del Mainz en 2008, lloraron los del Dortmund en 2015, lloran hoy los del Liverpool. Sólo en tres clubes ha estado Jürgen Klopp en sus 24 temporadas como entrenador, en los tres hay un denominador común: amaron tenerlo, lamentaron despedirlo.
Lloraremos, también, los hinchas de todos los equipos. Klopp es patrimonio de todos, lo queremos, queremos que esté siempre ahí, al borde del campo dando indicaciones, riendo con su sonrisa Kolynos, palmeando a sus jugadores, estrechando la mano del técnico rival.
¿Es el mejor entrenador de la historia…? Posiblemente debiera ser incluido en ese análisis, quizás subiría al podio. Los ha habido más eficaces, más revolucionarios, con mejor verbo, pero nunca deberá ser considerado apenas como un notable estratega o un genio táctico.
Klopp es mucho más que eso: es un líder espiritual, un amigo de sus jugadores, un increíble fabricante de mística, el sujeto que dará esperanza a los hinchas apenas llegar y los hará felices durante toda su estadía.
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Ni Guardiola ni Ferguson ni Ancelotti, por ganadores que sean, son capaces de generar la atmósfera de entusiasmo que crea este alemán de 57 años. Él simplemente mejora todo lo que toca. Guardiola es sin duda el número uno de todos los tiempos, pero no establece este tipo de relaciones afectivas con los hinchas ni deja la estela de cariño que riega Klopp.
Imaginemos la tristeza liverpooliana. Hoy, cuando acabó el partido ante el Wolverhampton, Jürgen dijo adiós después de casi nueve años de romance con Anfield. Ha decidido tomarse un año sabático para descansar, disfrutar de su esposa, ver fútbol por la tele, tomar clases de cocina y de baile. Anhela ser un hombre común, ir al supermercado, al cine, estar muchas horas en su casa, jugar con su perro. «Esta será la primera vez en mi vida en la que no tengo una idea real de lo que haré, y eso es exactamente lo que quiero».
El público no sabe que un entrenador de élite ejerce a tiempo completo 24/7. Sir Alex Ferguson comenta en su libro Liderazgo que, todos los días, 6,30 de la mañana ya estaba sobre el césped de Old Trafford, con un té en la mano, inspeccionado con el canchero el estado de la hierba. Y terminaba cada jornada muy, muy tarde por la noche. Lo mismo podría contar Klopp. O Guardiola. En ese nivel es así.
Se quedó sin energías, reveló. Han sido 24 años seguidos de entrenamientos, partidos, charlas, viajes, planificación, videos, concentraciones, ruedas de prensa…
Después de ser un discreto futbolista de Segunda División del modesto Mainz 05, le confiaron la dirección técnica del equipo, que parecía condenado a Tercera. Ganó seis de sus primeros siete juegos y se salvaron del descenso en la última fecha. Tras dos años intentando estabilizarlo, consiguió ascenderlo por primera vez a los 99 años de vida del club.
Ya en Primera, lo clasificó a la Copa UEFA 2005-2006, lo que para los hinchas era como ser campeones del mundo. En 2007 perdieron la categoría, pero apareció el Klopp que veríamos más tarde, el de la lealtad: se quedó a remarla en Segunda. Y ahora el Mainz es un equipo permanente de la Bundesliga 1.
Tras ocho años en Mainz, ya había ganado un prestigio y subió varios escalones: en 2008 lo contrató el Borussia Dortmund, que había tenido una temporada de espanto: decimotercero entre dieciocho. Pero llegó el optimista de Klopp y empezaron a remontar. Y una vez hechos los retoques necesarios al plantel y darle su impronta, ganaron dos ligas seguidas, en 2011 y 2012. Al curso siguiente llegaron a la final de la Champions. Fue una época de oro del club amarillo, le pelearon el reinado al Bayern Munich, de presupuesto mucho mayor.
Luego de siete años con los borusser, decidió tomarse un descanso, como ahora, pero apenas cuatro meses después de dejar el Signal Iduna Park apareció el Liverpool. Y nadie le dice no al club con más hinchas de Inglaterra. Luego de ser el dominador casi dictatorial del fútbol inglés (y europeo), al Liverpool se le habían juntado las vacas flacas, las brujas enterraron sapos en el césped de Anfield y las lechuzas anidaron en el vestuario. Y quedó entre tinieblas. Treinta años sin ganar una liga. Conste que en ese lapso el Liverpool fue dos veces campeón de Europa, lo cual es muy festejable, naturalmente, pero el hincha quiere el trono local, para mirar a los vecinos desde lo alto del orgullo. Para peor, su archirrival, Manchester United, ganó en ese lapso ¡13 ligas…! Y lo pasó en el historial.
Treinta años de sequía, hasta que un día apareció el Rey Sol. Nunca pensaron esos ingleses que amarían tanto a un alemán. Klopp es la confirmación absoluta de que, hoy, todo proyecto futbolístico que aspire al éxito pasa primero por el entrenador, luego por los jugadores. Hace cincuenta o sesenta años, cuando el técnico era un personaje paternal o caudillesco, o con buen verbo, los futbolistas estaban por delante y el DT podía triunfar si contaba con un plantel virtuoso. Hoy el fútbol es más sofisticado, infinitamente más complejo, los futbolistas son los dueños del vestuario, el exitismo roza el límite de la intolerancia y la competencia es feroz por lo equilibrada. Se necesita un conductor inteligente, estudioso, capaz tácticamente, trabajador, persuasivo, con mando y manejo de grupo, que absorba la presión. Por eso un gran entrenador cobra ahora entre 20 y 25 millones de euros al año. Y cuando aparece uno, se lo pelean los clubes de élite.
Ese título no fue de los jugadores, como suele decirse con demagogia. Fue todo de él, del gran artesano de Stuttgart, ya ciudadano ilustre de Liverpool. Nunca en la patria de Bobby Charlton un campeón se coronó 7 fechas antes del final, récord en los 137 años del torneo. Y con 23 puntos de ventaja sobre el segundo, nada menos que el Manchester City de Guardiola. Un registro fabuloso; tal vez pase un siglo para que se repita. O quizás nunca.
Intenso, dinámico, ofensivo, potente, agresivo, duro, mentalizado, eficaz, práctico. Así ha sido en estas nueve estaciones el Liverpool de Klopp. De buscar, buscar y golpear. Atacando con vocación, defendiendo con fervor. El carácter de un equipo lo transmite el capataz. Y detrás de la sonrisa permanente de Klopp hay un comandante firme, convencido de su plan. Se ha ganado definitivamente el olimpo del fútbol internacional por capacidad, sin regalos mediáticos ni campañas marketineras.
Y en el medio de tantas tardes y noches de gloria hubo tres finales de Europa, dos perdidas ante el Madrid, una ganada sobre el Tottenham. Y una Copa Inglesa, una Copa de la Liga, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa… Todos los títulos posibles.
“A Klopp le faltaron el Bernabéu y Messi”, titula su columna Aritz Gabilondo, de As. “No ha habido otro técnico que haya sabido contrarrestar a Guardiola igual de bien que él”, escribe. Y agrega: “Hubiera sido fascinante descubrir, en cualquier caso, el rol de Klopp en un contexto más dominante. Un Klopp con dinero y opulencia, como el PSG y el City; con grandeza y gloria, como el Madrid o el Bayern; o con el mejor jugador de la historia, como el Barça. Klopp ha sido Klopp por cómo es Klopp. Sin un Bernabéu o sin un Messi. Simplemente entendiendo el fútbol por lo que le dicta el corazón”.
La pelota pierde un protagonista esencial. Lo vamos a extrañar.