Bolívar no tiene técnico
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
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Introducción: los dos mejores años del club Bolívar en competiciones internacionales hacen un guiño. En 2004, hace dos décadas, los celestes se plantaron en la final de la Sudamericana frente a Boca Juniors (presidía el club Mauro Cuéllar Caballero y dirigía el incombustible Vladimir Soria). Nota mental: todavía me acuerdo como vi desde las cabinas de radio de la Bombonera aquel palo de Tufiño en el arco del “Pato” Abbondanzieri delante de la “Doce”. En 2014, hace diez, la “Academia” llegaba a “semis” de la Libertadores (presidía don Guido Loayza Mariaca; entrenaba el vasco Azkargorta).
El rival de hoy es Flamengo. Llega con una ventaja de dos goles. Toca rematar. Tite tiene seis bajas importantes (entre ellas “cracks” como Everton, Pedro, Arrascaeta y “Gabigol”. El Siles luce casi repleto. Reina un entusiasmo desmedido. La hinchada “académica” regala una gran previa y grita “sí se puede”. Veo chalinas conmemorativas con el escudo de ambos clubes, como si fuera una final.
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Nudo: Robatto coloca otra vez a los hermanos Sagredo en los laterales. Ni José ni Jesús van a cruzar la mitad de cancha. El fútbol boliviano carece de jugadores en esa posición clave en el fútbol moderno. Las mejores ocasiones de la primera parte son para el “Mengao”. Carlinhos falla por tres veces. El partido, a ratos, es un ida y vuelta apasionante. Tite no ha montado una línea de cinco; ha metido un 4-4-2 ambicioso. Hace presión alta y complica la línea más endeble de Bolívar, la zaga. Nicolás de la Cruz juega a otra cosa.
Los celestes lucen ansiosos, quieren meter el segundo antes que el primero. Solo Bruno está a la altura del “match”; sus desbordes por izquierda se hacen reiterativos. Se acabará abusando del centro a la olla.
Desenlace: Robatto no mete los cambios que todo el mundo pide en el descanso. El argentino es tozudo. Y “lenteja”. El gol de Bruno a provoca que las arengas del “sí se puede” arrecien con más fuerza. Los celestes necesitan desequilibrio pero Robatto tarda una eternidad en meter a Henry Vaca y Yomar Rocha. Solo lo hace cuando extrañamente se acerca hasta su posición José María Antezana, mano derecha de Claure y le dice algo. ¿Quién dirige a Bolívar? Cuando el cruceño comienza a gambetear, desbordar y patear, tiembla el arco de Rossi. Tarde.
Post-scriptum: la falta de gol y la ausencia de eficacia lastran el envión anímico de la recta final. Claure vendió a su hombre gol, “Chico” Da Costa, por unos pesos a un club donde no juega de titular. Bolívar no tiene técnico, tampoco un presidente a la altura de un club (casi) centenario. El 2024 no quedará en el recuerdo. Ni Robatto ni Claure escribirán la historia.