Nostalgias de Mundial
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
Imagen: Archivo La Razón
Introducción: salgo de casa dos horas y media antes del partido. Comparto la cabina de la Línea Plateada del teleférico con dos parejas de changos de la zona sur.
Es la primera vez que suben a El Alto por las nubes. «¿Dónde están los cholets?” se preguntan entre ellos.
El dispositivo de la policía raya en lo absurdo en las calles aledañas al Estadio Municipal de Villa Ingenio.
La parte central de la principal vía que da a la cancha está bloqueada y todos desfilamos apretados por las esquinas. La salida será peor aún.
El onceno de Óscar Villegas es ultraofensivo. Solo tiene un volante de contención. Y un delantero (Algarañaz). Hay tres hombres para crear al medio: Ramiro Vaca, Miguelito y Robson.
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Los paraguayos juegan (casi) todos en grandes clubes de Brasil, Argentina e Inglaterra. Nuestro nueve está en la segunda división de Grecia. Y el boliviano más aplaudido cuando se da el onceno por megafonía es Terceros. Miguelito juega en la juvenil del Santos. La hinchada corea “puto” cuando se nombra a los hermanos paraguayos. La cancha no se llena; los revendedores rematarán entradas al borde del descanso.
Nudo: la primera parte se cocina a fuego lento. La pelota es boliviana. La albirroja de Alfaro se mete atrás con un 5-4-1. Al cuarto de hora, Ramiro Vaca filtra para Ervin Vaca y el uno a cero entusiasma. Es un espejismo. El diez se va a cansar pronto y desaparecerá en la segunda parte (algo habitual). Las sociedades por afuera apenas aparecen. Bolivia no aprieta para ampliar diferencias. Casi no se remata de media distancia.
Desenlace: en el último minuto de la primera parte y durante todo el descanso se cae el cielo. Graniza y brilla el sol. Los vendedores de ponchillos hacen su noviembre. En la publicidad móvil de la cancha se anuncia el nuevo Canal del Fútbol con logo nuevo incluido (chau Tigo Sports). En el videomarcador pone que estamos 18.600 almas en esta tarde loca.
La segunda parte es una lección de ajedrez y táctica del “profe” Alfaro. Coloca un 4-4-2 y mete al hombre que cambia el partido: Enciso (que juega en el Brighton inglés). La Verde luce partida y sin contención (Villamil entra muy tarde; por un Robson ausente). Pierde en salida, cede espacios y presiona poco/mal. Cuando se pone dos a uno a falta de diez minutos, el equipo de Villegas es incapaz de sostener la pelota/dormir el partido. Son pecados de juventud; es falta de jerarquía.
Post-scriptum: en el regreso a casa, comparto cabina de la Línea Azul con Diego Ayo y Carlos Toranzo. Hace 30 años que no iban juntos a una cancha. La (pen)última vez fue en Chicago para ver aquel recordado Bolivia-Alemania. Son las nostalgias de Mundial que todos tenemos.