Saturday 19 Apr 2025 | Actualizado a 22:02 PM

Frazier-Ali, la lucha inmortal

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 9 de marzo de 2025 / 21:50

Se hablaba en los bares, en las peluquerías, en las redacciones de diarios, en las oficinas, talleres, clubes, en todas partes y en el mundo entero. No había celulares ni Internet ni ninguno de los adelantos tecnológicos actuales. No fueron necesarios.

Tal vez nunca un suceso deportivo trepó a este nivel de expectativa. ¿Pudo un combate de boxeo ser más importante que una final del Mundial de fútbol…? De hecho, creemos que sí. Posiblemente la final Inglaterra 4 – Alemania 2 de 1966 no alcanzó la repercusión del combate Ali-Frazier. Este se palpitó desde varios meses antes y la discusión se extendió por años.

El 8 de marzo de 1971 el planeta quedó congelado esperando el desenlace de un episodio cumbre del deporte. Se lo vendió como ”La Pelea del Siglo”, pero sobrepasó largamente el rótulo promocional: fue el choque de todos los tiempos. Todos nos pegamos al televisor.

Se unieron diversas circunstancias. El box vivía un tiempo de oro, Estados Unidos producía docenas de fenómenos del ring y la categoría pesado había parido dos atletas colosales: Muhammad Ali, quizás el artista más hermoso, arrogante y genial que haya visto un escenario deportivo de cualquier índole.

TAMBIÉN PUEDE LEER:
La noche del Faraón

También el más provocador y lenguaraz. Y Joe Frazier, un oso hambriento, valiente y superentrenado, callado, correcto y capaz de aguantar treinta rounds lanzando golpes brutales. Un metro 91 y 107 kilos Ali, 1,82 y 104 kilos Frazier; 29 años el primero, 27 el segundo. Ambos en el apogeo. Fue como si se enfrentaran en una final Pelé y Maradona con el universo latiendo excitado para ver cuál es más grande.

No obstante, el duelo excedió lo pugilístico. Tuvo un trasfondo social y racial, aunque los dos eran de raza negra y tenían origen humilde. Ali, hasta 1964 Cassius Clay, se convirtió en paladín de la lucha antiestablishment. Había hecho puré a Sonny Liston, un temible exconvicto, y dominaba la escena. Anunciaba con irreverencia en qué asalto demolería a sus contrincantes. Ya los achicaba fuera del ring con sus declaraciones.

Su gracia y su carisma nunca fueron igualados. Pero en 1967 fue llamado a filas para ir a la Guerra de Vietnam y se negó. “No tengo nada contra el Vietcong”, dijo. Y antepuso su religión musulmana. Frente a su desobediencia civil, se expuso a un juicio por desertor, le quitaron el título mundial y la licencia para combatir. Encarnó el movimiento antibélico y se arriesgó a una pena grave. Pero en 1970 fue autorizado a volver a los cuadriláteros en algunos estados. Frazier, menos lúcido ante la prensa, era el candidato de los blancos. Ambos eran invictos y campeones del mundo, Muhammad despojado.

En el pesaje y en las ruedas de prensa previas Ali ridiculizó a Joe, lo que este nunca perdonó hasta su muerte. “En el ring será distinto”, pensaba Frazier. Un ocasional empresario -Jerry Perenchio- supo ver la veta de oro y aceptó pagarles 2,5 millones de dólares a cada uno, una cifra esquizofrénica para la época. Pelé no percibía al año ni el 10% de esa suma en el Santos. Los otros promotores decían que estaba loco, no había forma de recuperar tanto dinero, además estaban los gastos de promoción y montaje. “Me enteré de que este tipo, Jerry Perenchio, ofrecía 5 millones de dólares a los púgiles -contaba el famoso Bob Arum- y me reí. Era una broma. Pensé que era un payaso de Hollywood. Lo descarté. No podía ser”.

Pero Perenchio, aún sin dinero, tenía el negocio en mente. Consiguió un socio millonario, Jack Kent Cooke, propietario de los Lakers, y lo convenció de invertir. Se hizo con el contrato. Antiguamente los ingresos se reducían a la taquilla en el estadio y a los 5 dólares que se cobraba en los cines por ver el duelo en pantalla gigante. Perenchio prohibió la transmisión de la pelea en radio y en televisión para Estados Unidos -sí para el resto del mundo- y puso un precio alocado para los cines: 25 dólares. El día del boxeo era el sábado, pero Frazier-Ali fue un lunes, que era el día más flojo de los cines. Resultado: los aficionados se peleaban por las entradas y, por otro lado, el Madison Square Garden de Nueva York explotó: 20.455 personas, con el ring side a 150 dólares y el gallinero a 20. La transmisión al exterior fue por circuito cerrado a 50 países con una audiencia estimada en 300 millones, un récord para cualquier evento televisivo en ese momento.

Perenchio, hombre del espectáculo, llevó a una decena de artistas invitados como Frank Sinatra, y la promoción previa, con Ali humillando a Frazier hizo el resto. Fue un negocio colosal.
Luego hubo una confrontación épica. La técnica nunca superada de Ali frente al ímpetu y la fuerza descomunal de Smokin Joe, como se lo apodaba. Había que tener mucho coraje para entrar a un cuadrilátero con Frazier. Y aguantarle quince períodos de tres minutos. El mundo se dividió. Los periodistas y fotógrafos de El Gráfico hicieron una polla a ver quién ganaba, en todos lados era así. Se dio la lucha esperada: Frazier al ataque, buscando el cuerpo a cuerpo para descargar sus zurdazos terribles al hígado y también a la cabeza; el genio tratando de guardar distancia para sus golpes de cirujano, siempre al rostro. Tan preciso que ya en el cuarto capítulo el rincón de Joe comenzó a trabajar sobre su ojo izquierdo, entumecido.

Hasta el tercero fue parejo, en el cuarto Joe acertó dos zurdazos boleados a la mandíbula de Ali que levantaron el “uuuuuuhhhhh…” de la platea. Frazier iba como toro y era una metralla lanzando golpes, obligando a Ali a asumir una postura defensiva, pero, aún defendiendo, su talento le permitía conectar manos precisas. El tema pasaba por ver cuánto podría aguantar Frazier semejante ritmo. En el sexto Joe comenzó a sentirse ganador, después de que sus brazos, que parecían árboles, descargaran tupido en la humanidad del bailarín, que ya no bailaba.

La refriega -eso era- mantuvo el tono hasta el final. Clay-Ali siguió con su precisión quirúrgica en los golpes, tiraba diez y metía nueve. Frazier erraba más, pero lanzaba cien e impactaba veinte. Su gancho de zurda, capaz de noquear a un caballo, mandó a la lona a su verdugo oral en el decimoquinto. Ali se levantó, pero la caída terminó de definir a los jurados, que dieron ganador a Frazier por unanimidad. Si en la previa desataban pasiones divididas, tras el fallo hubo más división. “Si lo mandó al hospital…”, protestaban los hinchas de Ali. En realidad, los dos fueron a la guardia después de una lucha feroz.

La pelea de todos los tiempos originó la salida de El Gráfico de El Veco, notable escriba que triunfó en Uruguay, Argentina y Perú. El Veco envió desde el Madison una larguísima nota en la que desconocía el triunfo de Frazier ya desde el título, contundente: “TRES JURADOS DERRIBARON UNA ESTATUA”. En cristiano significaba que le habían robado la pelea. No negaba la fortaleza física y espiritual de Frazier, valoraba su temple y su ataque constante, aunque dejaba entrever el mayor talento boxístico de Cassius Marcellus. Era absolutamente comprensible por la fascinación que ejercía Clay con su boxeo único, la belleza y perfección de sus golpes limpios, netos. En Buenos Aires, el director leyó la nota ya con la revista imprimiéndose y dio la legendaria orden de “paren las máquinas”. Entendía que era un disparate y un desprestigio para El Gráfico negar el triunfo de Frazier. Ya se habían impreso 16.000 ejemplares. Se rehízo el comentario y el nuevo título fue “CAYÓ UNA ESTATUA”. Única vez en casi cien años que la revista tuvo dos versiones en una misma edición.

Temas Relacionados

El juego de la oca

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 30 de marzo de 2025 / 23:25

Los técnicos… Por ahí pasa la felicidad o la desazón de los pueblos. ¿Encontraste un Scaloni…? Mejora el humor social, avanzas diez casilleros. ¿Te toca un Dorival…? Rabia nacional, vas diez para atrás. ¿Tienes a Gareca…? Vas último y estás que explotas. ¿Y Alfaro…? Te eyectas como un cohete y duermes como un pollo. Es el juego de la oca de la Eliminatoria. Dependiendo del grado de acierto se puede recibir un castigo o un premio. Los jugadores pueden ser un poco mejores o un poco peores, pero no mueven la aguja, el tema es el conductor. Y la muestra perfecta es Paraguay: con el entrenador anterior perdió tres partidos sobre cinco y había un descontento total, con Alfaro va invicto en ocho juegos y ya se aseguró el Mundial.

* Récord. Es, seguramente, la Eliminatoria con más estrategas de la historia: 19. Que a partir de la fecha siguiente serán 20 cuando Brasil anuncie su próximo DT. Bolivia ha tenido tres (Costas, Zago y ahora Villegas), Perú tres (Reynoso, Fossati e Ibáñez), Chile tres (Berizzo, Nicolás Córdova un partido como interino y Gareca), Brasil tendrá tres (Diniz, Dorival y quien lo sustituya en estas cuatro jornadas restantes), Ecuador dos (Félix Sánchez y Beccacece), Paraguay dos (Garnero y Alfaro).

TAMBIÉN PUEDE LEER:
Tango sublime

* Volado. Setenta y dos horas después del increíble, insólito, inusual baile de Argentina, Brasil despidió a Dorival Junior, un capitán que no estaba para semejante transatlántico. Lo notable es que tras caer también en la primera rueda con Argentina (0-1 en Maracaná) había perdido el puesto Fernando Diniz. El problema -enorme- que enfrenta la CBF es ¿y ahora quién…? No hay entrenadores en Brasil. Sueñan con Carlo Ancelotti, pero tiene contrato con el Real Madrid hasta mediados de 2026. Un supercandidato es Jorge Jesús, el portugués que hilvana título tras título en Arabia con el Al Hilal y que fue campeón de Libertadores con Flamengo. La dificultad adicional es si nombran un interino hasta el final de la clasificatoria o uno definitivo ya. En todo caso, la idea de un extranjero ya está instalada

* Guillotina. Ya estaba preparada también para Gareca. El viernes, la Federación Chilena intentó destituir al exgoleador, pero debía pagarle 1.300.000 dólares de indemnización, no los tenía y se replegó: que siga hasta finalizar la carrera. Porque, además, ¿qué milagro operaría su reemplazante en los cuatro partidos que quedan…? Chile no hace un gol ni en el Arco del Triunfo. No ha convertido en 12 de sus últimos 17 partidos, los tres de la Copa América y los 14 de la Eliminatoria. Un drama nacional. Y cuando no tienes gol no tienes nada.

* Imagen. Como si le hubiesen tirado una piedra en el parabrisas, así quedó la visión de Sebastián Beccacece en Ecuador: resquebrajada. El hincha desconfía y estalló en las redes. Piensa que se está prestando la Selección para intereses particulares con las convocatorias. Todo por la inclusión de Darwin Guagua, de 17 años, un chico que no debutó en Primera, pero si en la selección, y de titular, ante Chile. Nadie fustiga a Darwin porque se desconocen sus condiciones, él no es culpable de nada. Encima se dijo, a modo de justificación para incluirlo, que Yeboah estaba lesionado y este lo desmintió. La pregunta es ¿cómo le cayó al grupo…? ¿Qué piensa ahora del DT…? La Selección es el juguete de la gente, no sean malos, no se lo rompan…

  * Tambaleante. Uruguay empató -con fortuna y defendiéndose atrincherado atrás- con Bolivia en El Alto. Cedió 16 córners. Una Celeste completamente desdibujada en relación al equipó arrasador que arrancó este Premundial. Hay un quiebre: el 4 de octubre pasado, cuando Luis Suárez quedó fuera de la lista e incendió a Marcelo Bielsa acusándolo de maltrato. Desde entonces, ha disputado seis cotejos y ganó uno. Pero Uruguay viene dando tumbos desde la Copa América: de los últimos once partidos ganó uno. Y en 8 no marcó goles. O sea, no ha anotado en el 73% de los juegos. Terrible estadística. Parecida a la de Chile. “Y con todas las estrellas que brillan en Europa”, escuchamos. ¿Cuáles…? Repasamos el equipo que enfrentó a Bolivia y vemos a Varela, Cáceres, Aguirre, Ugarte, Viñas, Pellistri, Piquerez, un par de Oliveras… ¿Cuál de ellos es estrella…? “Le están haciendo la cama a Bielsa”, escuchamos. ¿Le hacen la cama o juegan lo que pueden jugar…?

* “Monstruos”. Federico Valverde fue cambiado en el partido ante Argentina por flojísimo rendimiento en Uruguay. Una actuación fantasmal. Y en Bolivia inició como suplente. Con él pasa lo mismo que con Vinicius y Rodrygo. Son fenomenales para la parafernalia propagandística del Real Madrid, único club del mundo que maneja una industria para promocionar a sus jugadores y reclamar Balones de Oro. Luego vienen a Sudamérica y parecen bastante normales. Comunes. Vinicius lleva un gol en esta Eliminatoria, y porque la bola se desvió en la cabeza de Cuesta, el zaguero colombiano, y engañó al arquero.

* Titubeante. Colombia. Otro que perdió los papeles y se olvidó cómo era. No se repone del golpe de perder la Copa América, que estaba ciento por ciento seguro de ganarla y sencillamente tuvo un partido amnésico, malo en la final, justo en el que no se puede fallar. Esta vez no fue un gol en el último minuto sino la ventaja que llevaba: iba 2-0 arriba y Paraguay le empató. El hincha empieza a cuestionar al técnico. Néstor Lorenzo estaba sentado al lado de García Márquez, ahora está en la fila diez. Sin embargo, hay una caída abrupta de las individualidades. Colombia, como Ecuador, Uruguay y Brasil, van al Mundial, pero no en el Tren de la Felicidad. En otro que sale después.

* Laboriosa. Venezuela es una hormiguita que trata simplemente de que no la pisen y de llevar un pastito, una hojita a la guarida. No ganaba un partido de Eliminatoria desde octubre de 2023. ¡Diecisiete meses…! Y con ese triunfito por 1 a 0 (de penal) sobre Perú atrapó el séptimo puesto, el de la ilusión. Que un equipo que no gana desde hace diecisiete meses te pase en la tabla no habla bien de Bolivia, Perú y Chile. Y en el caso de los dos últimos, la Vinotinto les sacó cinco puntos en la tabla y les lleva una pila de goles. No olvidemos que la diferencia de gol es un punto extra. Muy difícil que lo pasen.

* Terna. En un momento en que se empieza definir la suerte de los equipos y los partidos tienen mayor tensión, es inadmisible que se haya designado para el choque Venezuela-Perú una terna chilena. Porque ambos son rivales directos de Chile en la lucha por clasificar y por las históricas desconfianzas entre Perú y Chile. No se nombró ningún juez brasileño, que hubiese sido perfecto para ese juego. O argentino, uruguayo o ecuatoriano. De un país de los que están despegados arriba en la tabla. Hubo fallos polémicos y un clamor incaico. Enfurecido, fuera de sí, al borde del ataque de nervios, Paolo Guerrero gritó frente a la televisión “Somos cojudos, ¿no nos pueden poner una terna chilena. No nos jodan…”  Y se fue sin declarar. Perú se sintió perjudicado por el réferi Cristián Garay. El encargado de reclamar era el presidente de su federación, señor Agustín Lozano. Pero éste, mutis.

* Estelar. El 5 de junio el duelo que se roba las cámaras no es un clásico ni por el primer puesto: es Venezuela-Bolivia. El que gane dará un paso gigante para quedarse con el séptimo puesto, lo único que resta definir en esta maratón mundialista. Es el juego del millón de dólares. No nos llamen ese día

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Tango sublime

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 27 de marzo de 2025 / 23:29

Fue como entrar al Louvre o al Prado y emocionarse con La Gioconda o Las meninas… Como aquel concierto de Freddy Mercury en Wembley… Como Ennio Morricone interpretando Cinema Paradiso en Venecia… Como ET cuando levanta vuelo con la bicicleta y escapa a los malos… Como “Tengo un sueño”, el discurso de Martin Luther King… Como Marlon Brando y Al Pacino conversando solos en El Padrino… Como una película de Darín o Francella que te hace reír o pensar… Fue Gardel entonando “Volver” en la cubierta del vapor… Fue Frazier y Ali celebrando el combate de la historia en el Madison Square Garden… Fue Piazzolla mirando fijo el bandoneón y arrancándole Adiós Nonino… Fue el Barcelona de Xavi, Iniesta y Messi…

Fue similar a todo eso. Un espectáculo maravilloso, la sublimación del “tomála vos, damelá a mí”, del tiki taka, una obra maestra de esos pibes que la rompían en el campito de su barrio, ya convertidos en hombres, en profesionales que cobran millones pero que no han perdido la esencia lúdica del potrero.    

Cada tanto refrescamos el concepto: somos peregrinos de una fe redonda, irrenunciable, la de la pelota. Podemos pasar diez años de partidos malos y soportarlo.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Sólo queda saber el séptimo

Nos inspira el espíritu del garimpeiro, que malvive años escarbando las entrañas del Amazonas buscando la veta de oro que lo justifique todo, que reivindique su miseria, su obstinación. Somos garimpeiros del fútbol. Atravesamos copas, cruzamos torneos, penetramos Eliminatorias, escalamos Mundiales, casi perecemos en supercopas y recopas, en ligas holandesas o belgas, sobrevivimos a días, semanas, meses de hastío futbolero, todo por descubrir un filón que nos haga felices.

De pronto advertimos un brillo bajo la capa de barro. Lavamos la piedra con ansiedad y aparece este Argentina 4 – Brasil 1 del martes, el lingote por el que esperamos tanto, la maravilla que compensa tanta ilusión.

Cuando se unen la clase, el carácter, la contundencia y el deseo pasan cosas como estas de Argentina la otra noche. Eso fue lo que durante décadas conocimos como “la nuestra”. Desde infantes nos martillaban con eso: “Hay que volver a la nuestra”. La nuestra es el toque, la circulación, mover la bola, jugarla para acá, para allá, como estrategia de desorientación del rival. Pero jugarla al pie, con maestría y exactitud. Y con el pase fuerte, como pregona Bielsa: “El pase, fuerte, luego la técnica de control”.

Fue un festival que vale doble porque enfrente estaba Brasil, un Brasil chamuscado ahora, pero dueño de una historia única y de una cultura de saber jugar, la patria de Pelé y Garrincha que nunca pierde el rótulo de superpotencia. De haberlo logrado ante cualquier otro también valía, pero la Verdeamarilla le pone marco de oro.

Hace menos de un mes le dedicamos una columna a Alisson, el portentoso arquero brasileño del Liverpool. Cuando un futbolista tiene una actuación tan fabulosa como la suya ante el Paris Saint Germain merece nota aparte. No es algo frecuente en el fútbol. El mundo se asombró. «Creo que es una de las mejores actuaciones de un portero que he visto en mi vida”, dijo, admirado, Peter Schmeichel, el sensacional portero danés del Manchester United en los ’90. Lo propio acontece con esta goleada de Argentina sobre Brasil. El guarismo de 4 a 1 es anecdótico, trascienden las formas. Fue un espectáculo para recordar toda la vida. Seguramente es la función más brillante de la Selección Argentina en sus 123 años de existencia por juego, mentalidad y espíritu colectivo. Es imposible jugar mejor.

“No es una exageración sugerir que el fútbol de Argentina contra Brasil fue el mejor que el escenario internacional de este deporte ha presenciado en años”, escribió Michael Fox, prestigioso analista de The Athletic. “Argentina arrancó y mantuvo el balón durante dos minutos antes de que los visitantes lograran su primer toque. Esos 42 pases ininterrumpidos desde el inicio fueron toda una declaración de intenciones. Como referencia, ha habido 289 partidos de la Premier League esta temporada, y ningún club ha completado más de 11 pases seguidos desde el saque inicial… Esto fue algo extraordinario. Argentina estaba dejando clara su estrategia y preparándonos para una de las mejores exhibiciones de fútbol de selecciones que se puedan ver”, continuó.

Ya había dado una demostración soberbia ganándole a Uruguay en Montevideo cuatro días antes, aunque no tan lujosa. Sin Messi y Lautaro Martínez, evidenció otra vez el temple de un plantel fantástico, que no se relaja, no se desmotiva y quiere seguir ganando. Si el Mundial fuera en junio sería realmente difícil quitarle el título, pero 2026 es diferente, en un año y tres meses pasan muchas cosas en el fútbol. No obstante, la tremenda personalidad de todos sus integrantes permite situarlo otra vez como favorito. De Paul, Mac Allister, Cuti Romero, Otamendi, Dibu Martínez, Tagliafico, Julían Álvarez, Enzo Fernández, Paredes, Thiago Almada… cracks de pierna fuerte y templada. De pecho caliente.

Es un equipo terrible, que le impide al rival hacerse de la pelota, sabe golpear en la red y maneja excepcionalmente los momentos anímicos de los partidos. Tiene la astucia del cazador de campo. Ya conquistaron todo, pero quieren más. Y presidiendo el pensamiento, Scaloni emulando al rey Salomón por sabiduría, prudencia y justicia. Así como esta selección superó a las de 1978 y 1986, el técnico santafesino dejo atrás a Menotti, Bilardo, Labruna, Bianchi, Bielsa, Pekerman, Juan Carlos Lorenzo, Basile, Pastoriza, Gallardo, Simeone…

Horas antes del clásico, en el podcast de Romario, Raphinha, un poco empujado por el exgoleador, declaró: “Les vamos a dar una paliza, dentro del campo y, si es necesario, afuera también”. Lo marcará para siempre, fue carne de memes. Como dijo un tuitero español: “Scaloni no tiene que decirles nada, el trabajo de motivación ya lo hizo Raphinha”. Tal cual. Los albicelestes salieron con el cuchillo entre los dientes y los atropellaron, los arrollaron. “Fue un vejamen”, la palabra con la que coincidió toda la prensa brasileña. “Vergüenza”, “Baile”, “Desastre”, otras.

Muchos exfutbolistas brasileños estaban indignados tras la derrota: “Hubo una diferencia increíble entre los dos equipos. Fue 4 a 1 pero podía ser más. Un equipo muy bien entrenado, de jugadores que se conocen, que quieren jugar, que pelearon cada centímetro del campo y otro que… es difícil hablar”, expresó lacónicamente Felipe Melo. El ahora comentarista de TV Denilson, opinó con pesadumbre: “Me siento avergonzado. Desde el minuto 3 los hinchas ya estaban gritando ‘Ole’. Brasil estuvo mucho tiempo sin tocar la pelota. No recuerdo un partido de la Selección Brasileña tan malo técnica y tácticamente”. Neto, aquel número 10 del Corinthians fue rotundo: “El 4-1 no es un reflejo del 7-1, es reflejo de jugadores que solo piensan en la Champions League. Si les preguntan a los jugadores argentinos si quieren la Champions League o la Copa América, ellos quieren la Copa América. Si les preguntan a ellos si están cansados de jugar en la Selección, ellos vienen con la pierna quebrada”. Y Marcelinho Carioca estaba furioso: “¿Paliza a ellos…? ¿(Raphinha) ¿Un mocoso que no hizo nada, que no tiene historia sale a hablar contra los argentinos en una parada de estas…? ¿Usted sabe contra quien jugó hoy…? Contra el campeón del mundo. Un equipo organizado, lleno de calidad, que trabaja la bola, De Paul, Mac Allister, todos… Está loco… Una vergüenza”.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Sólo queda saber el séptimo

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 23 de marzo de 2025 / 22:35

El triunfo de Paraguay y las derrotas de Bolivia y Chile dejan todo aclarado: los seis de arriba son inamovibles, van al Mundial; queda la pelea chica, por el séptimo puesto, el del repechaje.

Esto, faltando cinco fechas para terminar la Eliminatoria. Puede que en las jornadas siguientes se distienda todo y muchos enfrentamientos sean como amistosos. Amistosos por plata.

Que muchos futbolistas no acudan al llamado de sus selecciones acusando lesiones inexistentes o que no pongan la piernita. Esto abre un debate sobre cómo deberían ser las Eliminatorias del futuro.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Ocho sobre diez es récord mundial

* Increíble. Si hoy terminara la clasificación, Bolivia estaría con grandes chances de disputar el Mundial por ser séptimo, pese a haber perdido 8 partidos sobre 13. Porque estaría en la repesca y podría lograr un cupo. O sea, clasificaría una selección que perdió el 62% de sus encuentros. O podría entrar Chile aún con diez derrotas. Un absurdo. Pero el tema no es Bolivia o Chile, es el sistema. Esto se debe al número tan alto de plazas de que goza Sudamérica. Que por un lado nos alegra, por otro le quita sentido a la carrera mundialista.

* Anomalía. Al vencer a Uruguay, Argentina consiguió virtualmente el boleto al Mundial cinco fechas antes del final. Le quedan cinco encuentros en los que no se jugará nada, en todo caso el prestigio. Que no es poco, claro, pero Scaloni hasta podría licenciar jugadores o probar jóvenes a pesar de tener que enfrentar a rivales que se juegan el pellejo, como Chile y Venezuela. Incluso futbolistas de los que están en Europa podrían decir “me duele la pancita, contra Chile y Colombia no voy”. Y otro peligro es que pueda haber acuerdos entre jugadores rivales y se den esos choques híbridos con resultados “convenientes” para beneficiar a alguno.

* Inflación. Esto obedece al aumento, en los Mundiales, de 32 a 48 equipos. ¿La consecuencia…? hay demasiados clasificados: el 60% de los que participan en la Eliminatoria. Porcentaje que treparía al 70 si el del repechaje gana un cupo también. Es decir, tantas plazas mundialistas quitan fogosidad, tensión y seriedad al tramo final de la Eliminatoria. Pero, bueno, ya está determinado así y es utópico pensar que se vuelva hacia atrás.

* Cambio. Hoy, las asociaciones sudamericanas viven de los derechos de TV de la Eliminatoria. Ese colchón de dinero les permite financiarse por cuatro años. Si se reduce el número de partidos se achican también los ingresos. Nadie lo aceptaría. Habría que mantener los 18 cotejos para cada uno viendo una fórmula nueva, tal vez por fases, para que se llegue a la última fecha con una mayoría de selecciones luchando por un lugar.

* Salvavidas. A Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Ecuador y Colombia sólo les falta hacer el chequeo de los pasajes, pero ya están emitidos. Hay cuatro que se pelean en el medio del mar por un gomón: son Bolivia, Venezuela, Perú y Chile.

Los tres primeros tienen parecidas posibilidades de lograr ese séptimo puesto que los salve del naufragio. Chile, en cambio, está último y le tocará caminar sobre un sendero de brasas ardientes: Ecuador, Argentina y Uruguay en Santiago, Bolivia en El Alto y Brasil también afuera. Si de los 15 puntos logra 12 entra en los libros de historia.  

* Fantástica. La campaña de Ecuador, que venció a Venezuela 2 a 1. Este grupo de jugadores es magnífico desde la actitud y muestra un hecho notable: está por encima de los entrenadores. Nombren a quien nombren, juegan por ellos, dejan todo en cada partido.

Nadie podrá decir que no corren o no sienten la camiseta. Está segundo en la tabla, pero conste que, de no mediar aquella quita de tres puntos por el caso Byron Castillo, estaría a un pasito de Argentina. Es un plantel para hacer un Mundial recordable. La Defensa de Oro, esta vez sin Hincapié, es la fuerza que empuja el carro. Y arriba, el talento goleador de Enner Valencia (46 goles con la selección), que a los 35 años es una tromba marina. Lo hemos dicho reiteradamente: el biotipo físico ecuatoriano es por lejos el más impactante de Sudamérica. Un presente feliz que, por edad de los futbolistas, debería prolongarse el año próximo.

* Atención. La única mancha de la Tricolor es que el penal fallado por Enner lo ponía 3 a 0 y era una fiesta. En cambio, terminó en un 2-1 ajustado. Tanto que, antes del gol venezolano, Galíndez desvió una bola dificilísima, que, si no, se le metía abajo. Fue la acción en que se le salió el dedo. Por fin Ecuador resolvió el problema del arco. Ya no hay dudas ahí: Galíndez es el uno.

* Jerarquía. La de Argentina en su triunfo sobre Uruguay en el Centenario. El resultado mínimo (1-0) no ilustra la solvencia con que lo resolvió. Sin Messi, De Paul y Lautaro Martínez logró una victoria grande en un reducto bravo. Muy superior a su rival, aguantó las asperezas en el primer tiempo, se soltó y dio una cátedra de circulación en el segundo. Un equipo que lucha cuando toca la batalla y juega cuando logra domar al rival. Personalidad, juego, aguante, brillante toque de bola y manejo de los momentos anímicos. Una actuación de las más importantes de este equipo, que no se relaja. Uruguay ni pateó al arco. Scaloni, único técnico que ganó por Eliminatorias en Maracaná y en el Centenario.

* Perfección. “Fue una actuación para estar feliz la de Argentina”, opina Ricardo Montoya, comentarista peruano de TV. “Demostró por qué es el campeón del mundo. Fue brillante en todos los aspectos. Uruguay no jugó mal, tuvo un plan, puso lo que se le conoce, intensidad, vértigo y muy buenos jugadores, pero Argentina se lo comió. Primero lo esperó con temple, lo neutralizó y, cuando se adueñó de la pelota tuvo una extraordinaria exposición táctica. El uno a cero quedó cortito. Thiago Almada genial, Cuti Romero estupendo, el Dibu Martínez fantástico, Tagliafico impasable…”.

* Inquietante. Colombia estará sin dudas en Estados Unidos, México y Canadá 2026. No obstante, sacó sólo 7 puntos de los últimos 21. Y perdió 4 de sus últimos 5 juegos. ¿Qué estará pasando…? El funcionamiento es el mismo, los rendimientos individuales no. Se instaló una inseguridad. El golpe de no ganar la Copa América ha sido grande, había una convicción absoluta de conquistarla y justo en la final jugó su peor partido. A partir de allí decayó ostensiblemente. Pero puede pasar. “La Selección Colombia atraviesa su peor racha de los últimos 17 años en las Eliminatorias” es el mayor titular de El Tiempo.

* Karma. Hay otro tema que quema: los últimos instantes de los partidos. Cayó en tiempo suplementario en la definición americana en Miami ante Argentina; a los 101 minutos con Uruguay (2-3) y ahora a los 99’ con Brasil. Pero había perdido al minuto 85 en Barranquilla en el fatídico choque con Perú en 2021. Aquel gol del Oreja Flores le costó el Mundial. Frente a Uruguay en Barranquilla le empataron 2-2 en el ’91. ¿Es casualidad…?

* Ídem. Exactamente lo mismo le pasa a Uruguay: la Celeste ganó uno de los últimos 10 partidos que jugó entre 2024 y este año, y en siete de ellos no convirtió goles. Ahora debe ir a El Alto a enfrentar a Bolivia y Bielsa anunció que no jugarán los mismos que el viernes. Perdió juego, Uruguay. Y hay nerviosismo. Los medios uruguayos sostienen que, tras la derrota con Argentina, el vestuario era un volcán, con gritos y acusaciones entre los jugadores.

Comparte y opina:

Ocho sobre diez es récord mundial

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de marzo de 2025 / 22:18

La Eliminatoria vuelve para encarar la recta final: las seis fechas que definirán quiénes van al Mundial, quiénes no, y cuál deberá pasar por el purgatorio del repechaje. Puede que entre viernes y martes ya se conozca el primer clasificado, esto es: si el líder de las posiciones -Argentina- logra sumar tres puntos, ante Uruguay o ante Brasil (ardua tarea sin Messi y sin Lautaro Martínez). Hoy quedará establecido, también, un increíble récord mundial: con el debut de Oscar Ibáñez como DT de Perú, habrá 8 técnicos argentinos entre las 10 selecciones sudamericanas: el 80%. En toda la historia del fútbol no hubo un caso similar en competencias internacionales.

Y cinco de ellos están en óptimas condiciones de clasificar: Scaloni (Argentina), Marcelo Bielsa (Uruguay), Sebastián Beccacece (Ecuador), Néstor Lorenzo (Colombia) y Gustavo Alfaro (Paraguay). A su vez Fernando Batista (Venezuela) y Ricardo Gareca (Chile) la siguen luchando. Ibáñez, en cambio, toma a Perú último y con remotas posibilidades. No parece lejano el día que Brasil contrate también un argentino para su selección. En Uruguay lo veían como algo imposible, pero ahí está Bielsa.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Once goles y un adiós

Esto, en selecciones, en clubes hay decenas de entrenadores gauchos diseminados por toda América. También por el resto del mundo. ¿Por qué tanta demanda por contratarlos…? Desde siempre es una mano de obra muy buscada. Se los tiene como buenos conductores de grupos, de verbo fluido, saben entrarle al jugador, están actualizados, se meten en la piel del país al que llegan y, en general, se valora su conocimiento del juego. Pero, por encima de todo: son apasionados, comen fútbol las 24 horas.

Los exponentes más reconocidos de este Premundial, sin duda son Lionel Scaloni (un hallazgo increíble), Néstor Lorenzo, que dio un vuelco total a la Selección Colombia; Gustavo Alfaro, quien ya podría postularse a presidente de Paraguay, y Marcelo Bielsa, que ha logrado cambiar la mentalidad conservadora del fútbol uruguayo.

Volviendo al desarrollo propiamente de esta clasificatoria, vemos lo que podríamos definir como una anomalía. Si Argentina venciera a Uruguay lograría el boleto al Mundial y luego le quedarían cinco encuentros en los que no se jugaría nada, en todo caso el prestigio. Scaloni hasta podría licenciar jugadores, a pesar de tener que enfrentar a rivales que se juegan el pellejo, como Chile y Venezuela. Esto obedece al aumento de participantes mundialistas de 32 a 48. En consecuencia, hay muchos clasificados: el 60% de los que participan. Y ese porcentaje podría trepar al 70 si el del repechaje gana un cupo también. Es decir, tantas plazas mundialistas quitan fogosidad al tramo final de la Eliminatoria. Pero, bueno, ya está determinado así y es utópico pensar que se vuelva hacia atrás.

En estos cuatro meses de receso prácticamente nada ha cambiado en lo futbolístico entre los participantes, salvo que Perú le dio salida al uruguayo Jorge Fossati y lo sustituyó por el mencionado Ibáñez. Fossati no logró darle un salto de calidad a la Blanquirroja. Tres derrotas, dos empates y una sola victoria (curiosamente sobre Uruguay, que llegaba golpeado por el escándalo Suárez-Bielsa). Sobre todo, no logró levantar juego, Perú. Ahora lo reemplaza otro exarquero. ¿Será récord también…?

Lo que cambian son los tiempos. La Vinotinto que enfrentará a Ecuador mañana en Quito presenta una nómina con 34 futbolistas, de los cuales sólo dos actúan en el fútbol local, y ambos están entre los suplentes. Treinta y dos están en Europa, Estados Unidos, Brasil, España, Argentina… Antiguamente, que Venezuela tuviera un solo elemento actuando en el extranjero hubiese sido motivo de curiosidad. Este aspecto, por sí solo, lo torna un adversario de cuidado. Aparte, recordemos que los últimos duelos entre ambos, con los mismos jugadores, fueron un 0-0 en Maturín por Eliminatoria y el triunfo venezolano 2-1 en Estados Unidos por Copa América. De modo que, pese a que los futbolistas ecuatorianos están casi todos en un momento notable, Venezuela es rival de respeto. Vale puntualizar también que, aunque Ecuador lo aventaja en el historial de enfrentamientos (en Eliminatorias es 9 victorias a 5), Venezuela ha sabido ganar. Y si contamos Copa América y otros, la brecha se reduce: 15 a 12.

Pero la TRI es amplia favorita. Conste que, de no mediar aquella sanción de los tres puntos por el caso Byron Castillo, estaría segunda pisándole los talones a Argentina. Lo curioso es que siendo Liga de Quito bicampeón 23-24 del fútbol ecuatoriano y anfitrión del partido Ecuador-Venezuela, no tenga ningún jugador de sus filas convocado. ¿Llenará el público liguista la Casa Blanca…?

Brasil, que se ha enderezado en el último tramo -2 triunfos y 2 empates- recibe a Colombia con varios puntos altos en su formación, sobre todo el ataque: Raphinha, Rodrygo y Vinicius, que atraviesan un momento estelar en Europa, especialmente los dos primeros. Lo mismo que Bruno Guimarães y Joelinton, flamantes campeones con el Newcastle, ambos de fantástico rendimiento. Y su arquero Alisson en el Liverpool, ídem. En 15 duelos eliminatorios, Brasil le ganó 7 a Colombia, otros 7 fueron empates y el anterior, en Barranquilla, lo ganó Colombia 2-1 con doblete de Luis Díaz. Colombia nunca pudo vencer en la patria de Pelé. Sin embargo, sigue arriba y tratará de romper el embrujo.

“Vamos a jugar una final, que se define por detalles”, anticipó Gustavo Alfaro, refiriéndose al trascendental Paraguay-Chile, en Asunción. Desde que él asumió, la Albirroja disputó seis, ganó tres y empató tres. Invicto y con la moral en la estratósfera. Pero Chile se ha juramentado jugar estos seis cotejos que le faltan con el alma. Retoma con bríos nuevos. Si saca once puntos de dieciocho, se prende. No es imposible. En el historial entre ambos, Paraguay gana estrechamente 10 a 9 en Eliminatorias, pero en la general lidera Chile 31 a 29. Son probablemente los dos rivales más parejos del continente. Todo puede suceder ahí.

Argentina va al país más adverso del continente para sí, donde encuentra mayor animadversión: Uruguay. Y no sólo eso, también un rival temible. Que lo espera siempre con el cuchillo entre los dientes. La Celeste tiene todo para ganar: jugadores, técnico, motivación y garra. Por si fuera poco, la Albiceleste va sin su estandarte, Lionel Messi. Una pena porque estaba en un nivel brillante en el Inter Miami. Es el clásico más antiguo de América y el de mayor número de enfrentamientos en el mundo: 200. Comenzó en 1902. Apasionante. En el historial, hay 8 éxitos argentinos por 4 uruguayos. Pero en la general, sumando Mundiales, Copa América y amistosos, Argentina lleva buena ventaja: 93 a 59. Son parejos, aunque ya en el primer choque, en La Bombonera, se impuso Uruguay 2 a 0 jugando en alto nivel. Imposible saber cómo plantearán el juego Bielsa y Scaloni. Los dos son de atacarse, puede ser un espectáculo notable.

Bolivia va a Lima con toda la fe del mundo, y arriba en el cómputo ante Perú: 9 victorias a 7. Las estadísticas dicen 8 a 8, pero se le cuenta a Perú como triunfo aquella derrota por 2-0 en el Siles (goles de Pablo Escobar y Ronald Raldes) que luego ganó en escritorio. En la cancha prevaleció la Verde.

La historia no juega, pero juega… Los historiales no están relacionados con el presente, pero el que manda en las estadísticas juega confiado.

Comparte y opina:

Once goles y un adiós

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 16 de marzo de 2025 / 23:42

“El Tenor de Aragua, Darío Castillo, estremecerá con su voz los cimientos de la maestranza cuando antes del ‘partir plaza’ sea el encargado de cantar las gloriosas notas del himno nacional”, decía el anuncio de una corrida en la plaza de toros de Maracay, Venezuela. Y salía a la arena un sujeto corpachón, voluminoso, que con voz de ultratumba entonaba Gloria al Bravo Pueblo. Nadie, de los miles de presentes, sabía que ese hombre de voz portentosa que abría la fiesta taurina varias décadas atrás había protagonizado un desdichado suceso en la Copa Libertadores. Ese cantor de enorme humanidad había sido arquero profesional. Lo fue fugazmente, pero entró en los libros.

Hay una foto borrosa del 15 de marzo de 1970. Esa foto de aquella noche inclemente muestra muchos paraguas negros en las despobladas tribunas del estadio Centenario de Montevideo. Los hinchas que se animaron a la mojadura -apenas 6.000- asistieron a un récord que lleva 55 años y difícilmente se repita. Ese lluvioso domingo montevideano Peñarol goleó 11 a 2 al Valencia de Venezuela y marcó la mayor goleada de la historia de la Copa. Incluso es el resultado más abultado en 66 ediciones del torneo. El arquero que recibió los once goles se convertiría años después en El Tenor de Aragua, conocido intérprete de música folclórica y española en su país.

TAMBIÉN PUEDE LEER:

Sin Mbappé, el paraíso

El Valencia Fútbol Club, desaparecido hace años, había sido subcampeón venezolano detrás del Deportivo Galicia y en esa edición les tocaba enfrentar a los uruguayos, que hasta ahí eran dominadores de la Libertadores junto a los argentinos. Nacional tenía 9 jugadores y Peñarol 8 en la Selección Uruguaya, que tres meses después harían un gran papel en el Mundial de México. Fueron cuartos detrás de Brasil, Italia y Alemania. Esto habla del poderío notable del fútbol celeste en ese entonces. En contrapartida, Venezuela era futbolísticamente el Benjamín de Sudamérica, no había una identidad nacional, sus equipos, salvo excepciones, estaban compuestos por mayoría de españoles, brasileños y argentinos de segundo orden que iban a hacerse unos pesos. Los clubes nacían y desparecían cuatro o cinco años después. Reinaba el béisbol en la patria de Bolívar.

La desproporción de fuerzas era abismal, iban al matadero. Y pasó lo que podía pasar. Tres días antes, en el mismo Centenario, Valencia cayó ajustadamente ante Nacional por 1 a 0, en actuación más que meritoria, incluso con un gol de penal de Atilio Anchetta. En el arco venezolano había una garantía: el Pulpo Colmenares, golero insigne del fútbol Vinotinto, que era incluso de la Selección. Pulpo porque había tardes en que parecía tener varios brazos, las agarraba todas. Pero ocurrió un imprevisto: el juez austríaco-peruano Erwin Hiegger cobró una falta muy protestada por los muchachos del Valencia y, mientras Hiegger estaba dado vuelta contando los pasos, el Pulpo, de rabia, quiso patear la pelota lejos con tanta mala suerte que le pegó en la espalda a Hiegger. Éste se dio vuelta y preguntó: “¿Quién fue…?” Los de Nacional señalaron con el dedo a Colmenares y se fue expulsado. Pescaíto Gómez, posiblemente el técnico más gracioso que dio el fútbol mundial, hizo un cambio obligado: sacó a Zezinho, delantero, y puso a Darío Castillo. Que no recibió goles, pero sufrió un infortunio al final: se quebró un dedo.

Tres días después tocaba Peñarol y Colmenares suspendido… Quedaba un sólo arquero y con el dedo roto: Castillo, que además era un novato y no atajaba nunca. Para peor, noche lluviosa, barro y la luz amarillenta y mortecina de aquellos tiempos que no beneficiaba a los arqueros. A los treinta segundos, una rauda corrida por izquierda del puntero Julio Losada, centro combado, cabezazo de Spencer y Peñarol 1 a 0 arriba. Todavía se estaban acomodando y ya perdían. Nervios, inseguridad, culpa, dolor en el dedo, todo se le amontonaba en la cabeza al futuro Tenor de Aragua.

En aquellas Libertadores eran comunes las goleadas vergonzantes, había países no tan desarrollados futbolísticamente. Se daban resultados de cinco y seis goles. Pero hasta ahí, pasa. Once goles es un mazazo, una impiedad. El mismo hincha del vencedor sale del estadio casi contrariado, festeja más un 1 a 0 que un 11 a 2. “Para Peñarol fue una risa”, tituló su columna Juan Ángel Miraglia, cronista de la uruguaya revista Deportes. Sí, era tragicómico. “Un score de básquetbol”, comentó La Mañana. “Peñarol fue un despiadado verdugo”, puntualizó el desaparecido El Día. Y BP Color acertó un pleno: lo describió como “Un triunfo sensacional y una goleada para la historia”.

Por lo general, cuando un equipo llega a cinco o seis, pone el pie sobre el freno, Peñarol siguió a fondo, Tenía que ganar para clasificar a la fase siguiente, pero no corría peligro. A aquel grito inicial de Spencer le siguieron tres de Pedro Rocha, dos de Losada, otros dos de Ermindo Onega. Acabaron el fusilamiento Nilo Acuña, Waldemar Cáceres y el mismo Spencer. El Pulpo Colmenares, en la platea, se agarraba la cabeza. Peñarol tenía antecedentes crueles: en 1963 había vencido al Everest ecuatoriano 9 a 1.

Tras la carnicería, el vestuario venezolano era un cementerio. El silencio se cortaba con tijera. Darío Castillo, el infortunado arquerito que tuvo que ir a buscarla once veces adentro, confesaba muchos años después que fue la noche más dolorosa de su vida. “El primer balón que tomé ya no me sentí bien. Luego llegaron los goles, uno detrás de otro, y me desmoralicé, al punto que los balones que iban para afuera yo los metía en mi arco. Esa delantera de Peñarol era endemoniada… eran unos bárbaros, unos diablos… Y la presión del público, el estadio Centenario, el dolor en mi dedo que me había fracturado en el partido anterior, los goles, ninguno de mis compañeros se quiso parar en el arco, y seguían los goles… Fue un partido muy difícil… Esta historia me marcó para siempre… Recuerdo que sólo un niño uruguayo, cuando terminó el partido, vino a saludarme y darme ánimo y me acompañó hasta el camerino”. Poco después, Castillo se alejó del fútbol y se dedicó al canto.

 Después de ese partido la selección le llevó a Peñarol 8 jugadores para el Mundial de México y aun así llegó a la final de la Copa, jugando con los suplentes y los extranjeros. Dirigido por el inolvidable Oswaldo Brandao, el cuadro aurinegro se midió en dos contiendas casi bélicas con el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía. Fueron refriegas en que las piernas de todos parecían cuchillas. En La Plata se impuso Estudiantes 1-0 con un sensacional gol de palomita de Daniel Romeo; en Montevideo terminó 0 a 0. Zubeldía, siempre zorro, llevó con la delegación a un boxeador consagrado, el Tano José Menno, platense, fana de Estudiantes y campeón argentino y sudamericano mediopesado, que también incursionó como peso completo. El Tano peleó con Ringo Bonavena y fue sparring de Monzón. Zubeldía sabía cómo lo iban a esperar. Cuando llegaron con el bus al Centenario empezaron las agresiones apenas abrir la puerta. Menno fue el primero en bajar y tuvo que abrirse paso a fuerza de piñazos. No obstante, el propio Tano le bajó unos decibeles al tema, dijo que fue como hincha y para colaborar: «Estudiantes me llevó para defender a sus jugadores, pero la gente de Peñarol había mandado seis o siete boxeadores negros. Vinieron todos juntos. Jamás me pegaron tanto en mi vida».

Otra época.

Comparte y opina: