Un partido de barrio
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
Imagen: Archivo La Razón
Introducción: en la previa del partido no se habla de fútbol (para no variar). Se discute sobre si el club Bolívar cederá (y cuando) a sus cinco convocados a la selección.
Sería la segunda vez que bajo el mandato de Claure los bolivaristas digan no al equipo de todos. ¿Por qué se alteró el fixture del torneo de verano que tenía previsto jugar las finales después del parón de las eliminatorias mundialistas?
En la previa, Thiago Leitao, el entrenador brasileño de FC Universitario (la “U” de Vinto), se disfraza con piel de cordero y habla de la superioridad de la “Academia”.
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Robatto coloca de nuevo a Cordano en el arco, hace debutar -por fin- al central venezolano Rubén Ramírez (llamado por la “vinotinto”) y concede la titularidad a un jugador querido por la hinchada, “Papu” Velázquez.
La yungueña (de Chicaloma) Alejandra Quisbert Iriondo (la mejor “referee” de Bolivia) dirige su segundo partido profesional. Va a estar por encima de muchos árbitros, no va a frenar el juego y va a dar continuidad. Algunos colegas de radio la llaman “dama” y otros “señorita”.
El machismo tiene en el fútbol -por ahora- un campo abonado. ¿Tanto cuesta decir árbitra? En el calentamiento se lesiona el nueve “manzanero”, Tobar. Con Tommy, la historia hubiese sido otra.
Nudo: la primera parte es un paseo celeste (sin oposición). El sobrador equipo de Robatto no tiene ritmo, ni intensidad, como dando por hecha la clasificación a la final (después de su victoria en Cochabamba).
Solo Melgar parece jugarse algo: cuando marca el primero, hace el gesto de llamadita de teléfono en un claro mensaje a Óscar Villegas. Los de Leitao miran, no marcan, apenas contemplan el juego lateralizado de los bolivaristas.
Desenlace: la segunda parte es un partido de barrio. Y eso, para dos equipos profesionales, no es un piropo. Nadie marca. El medio desaparece. Justiniano se queda solo en la contención. ¿De verdad alguien eligió a Robatto como el mejor técnico? La maquinaria propagandística bolivarista impone su ley.
La bronca de Leitao en el descanso cunde efecto y sale otro equipo que ataca sin miedo (aunque sigue partido al medio). Raúl Castro y Daniel Camacho (ambos con pasado stronguista) desnudan la gran falencia de Bolívar: su abismal desequilibrio.
Las concesiones celestes no son propias de un equipo profesional. Solo la falta de jerarquía (y de gol) impide la (merecida) proeza de los cochabambinos para ganar y forzar los penales.
Post-scriptum: la última imagen que deja el partido (bonito de ver) es un Henry Vaca provocando y escapando a la carrera: un clásico. Se viene una final apasionante entre las dos “Academias” de nuestro sufrido fútbol boliviano.