Ser un súper papá es posible
La terapeuta familiar Pilar Manríquez calma los ánimos, pues ella explica que el atender a los hijos en sus necesidades básicas es natural.
La práctica hace al maestro, reza un dicho popular que se aplica para señalar a quien no tuvo escuela, pero que aprendió bien una tarea. Así, con esfuerzo, voluntad, dedicación, constancia y amor puedes llegar a ser una buena guía para tus hijos. Pero ¿cómo ser el mejor papá si no existe un manual, ni reglas ni cursos para ello?
Además, ningún hijo es igual a otro, advierte la pedagoga Karina Daza, quien recalca que los niños no pueden ser tratados de la misma manera. “No porque al mayor lo dejamos criándose con la abuela, tenemos que hacer lo mismo con el menor”, ejemplifica.
En la actualidad hay cada vez más hogares en los que las mamás salen a trabajar mientras que los papás se ocupan de las labores de casa, lo que incluye el cuidado de los hijos. En ese escenario, muchos progenitores sienten temor al ser responsables de la crianza, alimentación, higiene y otras actividades para con sus niños, y el triple de miedo sienten si son papás jóvenes y primerizos.
La terapeuta familiar Pilar Manríquez calma los ánimos, pues ella explica que el atender a los hijos en sus necesidades básicas es natural. “Es algo instintivo que en la primera etapa de su vida está relacionado con los juegos. Cabe entender que es diferente llevar al niño a jugar que jugar con el niño”. Lo último es lo importante, ya que el papá puede involucrarse en el juego e ir enseñando y formando a través de lo lúdico. Si la hija quiere peinar y pintar al papá o quiere jugar a la pelota, él puede hacerlo. Igual, si el hijo quiere jugar con autitos o a dibujar, indica.
Momentos como esos, además de ser un espacio para compartir, representan una oportunidad para educar y orientar a los niños, por ejemplo, en cuanto a la higiene o las reglas. “Lo mejor es involucrarse con paciencia y hacerle sentir al pequeño que uno está disfrutando la experiencia”, sugiere.
Desde que nace y hasta los cinco años, aproximadamente, sin ser ésta una regla, el niño es dependiente de los adultos, sea para vestirse, comer, dormir o divertirse. Luego va aprendiendo a ser independiente y en algunos casos prefiere pasarla bien solo o con chicos de su edad.
Para ser un buen papá no necesitas más que tu amor y, con responsabilidad, dejar aflorar tu instinto paterno que te hará actuar y deducir lo que tu retoño necesita o siente. “Es inconsciente porque nadie te prepara para ello y solo nace; el contacto físico y el juego son el mejor camino para estrechar vínculos”, insiste Manríquez.
Lo mismo piensa la psicóloga Mónica Soliz cuando asegura que el juego es la mejor terapia, puesto que crea la confianza que un hijo va a mostrar de adulto. “Se les debe enseñar cómo actuar ante cualquier eventualidad, cómo prepararse para la vida. Así, cuando les toque asistir al colegio o relacionarse con otras personas, no sentirán temor. Estarán seguros de lo que tienen y quieren”, dice.
“De esta manera, preparamos a los hijos para que tengan un mejor roce social con quienes los van a acompañar en cada etapa de su vida”, refuerza Manríquez.
Para que esta divertida experiencia tenga éxito hay que dar el primer paso y despojarse de las ideas erróneas que solo las mamás pueden criar a los niños. “Es importante dar la oportunidad a los hombres para que pasen momentos a solas con sus niños”, afirma la psicóloga, quien también enfatiza en dar buen ejemplo a los pequeños, siempre con cariño y respeto.
Manos a la obra:
Háblale a tu hijo a su mismo nivel en lo físico. Para esto debes agacharte o levantar al niño para tener buen contacto visual. Ese gesto genera confianza.
Habla con él con mucho afecto. No le grites. El respeto es el inicio del vínculo de confianza entre ambos que durará siempre.
El juego padre e hijo es primordial. Sin complejos deja que te peine, pinte y hasta te disfrace. Asume el rol del personaje y diviértanse juntos.
Los papás de las niñas deben tratarlas como a unas damas. Así ellas no dejarán que nadie las maltrate.
Por más empatía con tu hijo, no olvides que tú eres el padre, el adulto, el maduro en esta relación.
Fuentes: Karina Daza, pedagoga, Pilar Manríquez, terapeuta familiar y Mónica Soliz, psicóloga.