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El cuento de Lady Di

Series, documentales, películas, libros, revistas. Todo para hablar sobre quien fue la “princesa del pueblo” en el reino de la Gran Bretaña, cuya muerte, próxima a cumplir 20 años (31 de agosto de 1997), vuelve a develar aspectos que son comidilla de los medios rojos en la gran isla aún sacudida por el brexit.

Sucede que la historia de la rubia del pelo corto es tan desmedida como los guiones de muchas de aquellas producciones. Había nacido en Park House, Sandringham (Norfolk), el 1 de julio de 1961 y creció en una familia de la pequeña nobleza junto a sus dos hermanas, Sarah y Jane, y su hermano menor, Carlos. En 1968, tras el divorcio del matrimonio Spencer, la pequeña Diana quedó bajo custodia paterna hasta que en 1970 se trasladó al primero de los internados en los que pasó parte de su vida. Entre 1977 y 1978 estudió en Suiza y se estableció en Londres, donde trabajó para varias empresas hasta que en noviembre de 1977 conoció a Carlos, primogénito de la reina Isabel II de Inglaterra y heredero del trono británico, con quien entabló noviazgo dos años después hasta casarse en 1981, en la catedral londinense de Sant Paul, en un evento que se convirtió en un acontecimiento social de repercusión mundial transmitido por televisión a más de 700 millones de espectadores. Hasta ahí, la historia de la plebeya que alcanza lo que muchos sueñan.

Luego viviría el nacimiento de sus hijos Guillermo en 1982 y Enrique en 1984, con quienes trató de llevar una vida familiar en medio de una agenda que la obligaba a atender 500 compromisos oficiales al año. Hasta 1985, la pareja no mostró grieta alguna, pero en 1986 la prensa sensacionalista rumoreó sobre una crisis matrimonial. Y los murmullos de infidelidad empezaron a salpicar a la aristocracia inglesa. Uno de ellos implicaba al propio príncipe Carlos, de quien se dice mantenía una relación con su vieja amiga Camila Parker Bowles, vilipendiada como causante de la ruptura de la pareja “perfecta”.

Y el otro cuchicheo que empezó a ganar seriedad con los años y que caló hondo en el orgullo de la realeza empezó a comprometer la probidad de Diana con su marido, un viejo rumor volvió a cobrar vida en diciembre de 2014, luego de que uno de sus supuestos antiguos amantes aprobara una obra teatral en la que se cuenta que el príncipe Enrique es, en realidad, fruto de su amor marginal con James Hewitt, un exmilitar y profesor de equitación.

En la medida que el muchacho fue creciendo, el parecido con Hewitt se fue haciendo indisimulable y la situación fue tomando ribetes de escándalo que podría traer grandes complicaciones de sucesión al trono. Entretanto, la prensa sensacionalista continuó explotando todas las facetas imaginables del personaje de Lady Di. La propia Diana llegó a reconocer su adulterio y la lista, real o inventada, de los amantes de la princesa fue creciendo: a James Hewitt se unieron los nombres de Barry Mannakke (su guardaespaldas, muerto en 1987 en un accidente sospechoso), Philip Dunne, Oliver Hoare y hasta el cantante Bryan Adams. Todo un abanico de pretendientes que dicen consolaba a la princesa de su amargura que los lujos ni el poder pudieron apaciguar. El último hombre con quien se relacionó a Diana fue el millonario de origen egipcio Dodi Al Fayed, junto a quien perdió la vida en un accidente de automóvil por evitar a los paparazzi.

Esta trágica muerte siempre generó dudas. Horas después del anuncio, los rumores de un complot para asesinar a la princesa Diana habían comenzado. Los principales culpables: la familia real, asistida por el servicio de inteligencia británico. Todo al parecer porque Diana estaba a punto de avergonzar a la corona casándose con Al Fayed, un musulmán, que se convertiría en el padrastro de los príncipes Guillermo y Enrique. La historia dice que la familia real no podría soportar el escándalo, por lo que se asume que la muerte de Diana fue ordenada por la familia real. Pero la teoría de conspiración más extraña es la afirmación de que la princesa Diana fingió su propia muerte. Con la ayuda de Dodi y la enorme riqueza de su familia, Diana planificaba cuidadosamente un “accidente” para que así la pareja pudiera escapar y llevar una vida alejada de los medios.

Lord Stevens, exjefe de Scotland Yard, hizo una investigación de tres años para determinar si hubo una conspiración para asesinar a la mujer más famosa del mundo en 1997. El informe de casi 900 páginas compilado por alrededor de 14 detectives de Scotland Yard, con un costo de 3,7 millones de dólares, fue publicado el 14 de diciembre de 2006. En tal documento se afirmaba que el chofer Henri Paul conducía al doble del límite de velocidad (60 mph) y que había consumido una cantidad muy considerable de alcohol antes de transportar a Diana y Dodi. Asimismo, tres años más tarde un bombero francés, Christophe Pelat, descubrió el cuerpo de un paparazzi llamado James Andanson (posible conductor del Fiat Uno) en un bosque con un tiro en la cabeza. El nombre del bombero y su testimonio —al igual que los de muchos otros— no aparece en el informe de la Operación Paget, en lo que fue considerado como el relato definitivo sobre la muerte de Diana.

Y hace cuatro años, Scotland Yard se vio obligado a retomar el tema con un expediente nuevo, ya que un soldado de nombre desconocido dejó una carta en donde menciona que el SAS (Operaciones antiterrorismo en Gran Bretaña) estaba detrás de la muerte de la princesa. Lo de Lady Di es una quimera de nunca acabar. Y no resulta precisamente un cuento de hadas.

Diversión

A Diana le gustaba quedarse hasta muy tarde en los grandes eventos a los que la invitaban, bailando, y no precisamente con el príncipe Carlos. En la boda del hijo del duque de Beaufort con Tracy Ward, Lady Di bailó con David Ker, Gerry Farrell y Philip Dunne mientras su esposo ya se había ido a dormir.

Popular

La muerte de Diana Spencer exaltó el fenómeno social de la ‘Dianamanía’ y la casa real británica, que al principio mostró no pocas reticencias, accedió al reclamo popular y celebró en su honor un soberbio funeral en Westminster, que fue retransmitido en directo por televisión y al que asistieron cerca de dos millones de personas.

Suicidio

En sus últimos años de vida se descubrió que Diana de Gales acostumbraba hacerse cortadas en la piel y que intentó quitarse la vida más de una vez. En una ocasión se arrojó contra una vitrina de cristal del Palacio de Kensington y, en otra, se tiró desde unas escaleras.