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Virgil Abloh, diseñador ‘influencer’

En solo tres años, ha concebido una de las firmas más deseadas del momento. Convoca a los asistentes a sus desfiles por Instagram y encarna como ningún otro el poder de las redes sociales. Virgil Abloh, un estadounidense de 37 años, tiene un método de trabajo, una estrategia de comunicación e, incluso, un discurso creativo que responde a las reglas de ese universo digital. Representa el paradigma del nuevo creador que está por venir. “Tengo un grupo de chat con mi equipo, copio y pego, envío fotos de cosas que me inspiran, dibujo. No tengo asistente. Es una forma de trabajar nueva. Las ideas fluyen, nadie tiene una tarea concreta”, explica.

Hace tres años fundó Off White, acaba de firmar una colaboración con Nike y en junio presentó su primera colección para hombre en la feria de moda masculina más relevante de Europa. Este rápido ascenso dentro del establishment resulta especialmente sorprendente teniendo en cuenta su singular y subversiva percepción del lujo. “Antes debía ser algo caro y tenía que ver con los mejores materiales del mundo, pero creo que las nuevas generaciones entienden que es cualquier cosa que les guste y que codicien”, argumenta.

Antes del desfile, Abloh se mueve frenéticamente de un lado a otro: da indicaciones a sus modelos —mucho más relajados que él—, escribe personalmente notas en post-its que luego coloca en cada una de las zapatillas deportivas que se ven en la pasarela, habla con su esposa por teléfono y consulta su Iphone 70 veces por minuto. Es su universo y su arma. Ahí promociona y es promocionado, elogia y recibe elogios de su mediática y mundialmente famosa troupe.

El diseñador de Chicago es el chico popular de la clase. Además de celebrities varias, cuenta entre su círcu­lo de amigos y followers con dos de los diseñadores más influyentes y vanguardistas del momento: Demna Gvasalia, al frente de Vetements y Balenciaga, y Shayne Oliver, responsable de Hood by Air y recientemente nombrado director creativo de la revivida firma de culto Helmut Lang. Además, no hay fiesta de la moda con pretensiones hiphoperas que no cuente con él como DJ. En septiembre, incluso pinchó en el desfile de Tom Ford.

Abloh ha demostrado ser un maestro en la gestión del fenómeno influencer. A través de sus célebres amigos alcanza a una audiencia global, refuerza la imagen de su marca en el nicho de mercado que le interesa —­el de los que admiran a las mujeres que defienden su estética— y gana a su vez poder de prescripción.
Abloh asegura sin parpadear que el fin de su marca no es vender ropa. “Si solo persigue ese objetivo deja de ser una expresión artística”. Dando forma a todo, una estética urbana y deportiva que trata de elevar los códigos de la cultura skater y grafitera con ínfulas experimentales y una buena dosis de ironía. “Es la raíz del diseño moderno, lo que define a nuestra generación. No queremos entrar en una tienda y salir vestidos de arriba abajo de esa marca, sino mezclar lo exclusivo, lo caro con lo barato”, argumenta.

Su madre, una inmigrante de Ghana, fue modista durante “casi 50 años”, y aunque Abloh estudió ingeniería en la Universidad de Wisconsin, defiende que sabe perfectamente cómo se debe coser una prenda. No todo son likes y retuits. El creador tiene su sede empresarial en Milán y desfila en la semana de la moda de París. Su proyecto es serio, asegura, aunque, a veces su forma de gestionarlo no lo sea tanto. En junio del año pasado, el creador compartía en su cuenta de Instagram la foto de una invitación para su desfile a nombre de Luka Sabbat, un influencer neoyorquino de tan solo 19 años que se precia de ser el mejor amigo de Jaden Smith, hijo del actor Will Smith. En el texto que acompañaba a la imagen podía leerse: “Voy a sacar a Luka en el show, así que no va a necesitar su invitación. La dirección y la hora están aquí para que vengan todos los chicos. Muy inclusivo, no muy exclusivo”.