El valor de la puntualidad
El tiempo es un tesoro. Se dice que es lo más valioso que se tiene, que vale oro... De ahí radica el valor de la puntualidad y el cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo.

Vives en una lucha constante con el reloj, el que la mayoría de las veces termina venciéndote? Esa guerra con el tiempo no solo es tuya y no eres el único ser que se atrasa y estresa, sino también tus hijos. Entonces, todos llegan tarde y viven a las carreras.
El tiempo es un tesoro. Se dice que es lo más valioso que se tiene, que vale oro… De ahí radica el valor de la puntualidad y el cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo, según se lee en la Real Academia de la Lengua Española. Esta virtud, dentro de un ritmo acelerado, se convierte en una obligación, dice el psicopedagogo Pablo Aranda.
Pero, ¿cómo ser puntual con tus asuntos cuando además los ajenos también requieren de tu atención? Según Aranda, la puntualidad como padre o madre, responsable de los niños, es un buen hábito que se crea a base de disciplina, organización y planificación. “Uno debe organizarse para comenzar y terminar las cosas a tiempo porque si existe un retraso, como las fichas de dominó, cada cosa que se hace a destiempo afecta y demora la otra actividad”.
La puntualidad se enseña con el ejemplo y se aprende con la práctica, y aunque nunca es tarde para ser puntual, nada mejor que crear la costumbre desde los primeros años de vida. “El llegar a tiempo a las citas, reuniones y demás labores y compromisos proporciona seguridad y permite terminar lo que se comienza. Por otra parte, ser amigo del reloj evita el sentimiento de apuro y culpa, que además genera estrés y ansiedad.
Si una persona es puntual, es organizada, porque sistematiza mejor sus tiempos; logra hacer y concluir cada actividad a la hora convenida, afirma Aranda, quien da una especie de reeducación para el éxito con la hora. “Lo importante es marcar horarios. El siguiente paso y a manera de idea, apuntar en una cartulina pegada en una de las paredes visibles de la casa, a qué hora se debe hacer cada cosa”.
Es bueno darse un margen de tiempo entre actividad y actividad. Por ejemplo, si se sale de casa a las 07.50 y la entrada al colegio es 08.00, difícilmente se llegará puntual, pues es importante considerar unos minutos en caso de un imprevisto. Lo recomendable es salir 07.35, claro dependiendo de la distancia, tráfico, etc. Así, en el día a día, se crea la rutina y con ella el hábito.
Nada de carreras
Sé un ejemplo. Si tu intención es que tus niños sean puntuales, procura ser su primer y más grande ejemplo al respecto.
Comparte los beneficios. Háblales sobre experiencias en las que el ser puntual te ha beneficiado.
La trascendencia de la puntualidad. Debes recordarles la importancia de conservar este hábito para su vida en general.
Llévalos a tiempo a la escuela. Así desde pequeños tus hijos se vuelven conscientes de lo relevante que es llegar a tiempo a cada lugar al que vayan.
Fuente: Pablo Aranda (psicopedagogo), Diego Fernández (guiainfantil.com).