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Vivir juntos antes del matrimonio

Uno de los fines de la pareja es la convivencia. Muchas duplas eligen casarse y vivir la experiencia, mientras que otras prefieren ver si funciona para dar el ‘sí, acepto’.

Parece que no hay diferencia entre casarse y convivir, pero sí la hay. El concubinato es una costumbre en muchas familias bolivianas y se practica también en sociedades más modernas. Según Elizabeth Ordóñez, psicóloga y terapeuta de parejas, vivir juntos antes de casarse “es una prueba para conocer más al otro y, sobre todo, para ver si la relación funcionaría si llegaran al matrimonio”.

Un estudio en 2015 del Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS), en Estados Unidos, reveló que las parejas en concubinato tienen menor posibilidad de permanecer casados en comparación con quienes no lo han hecho. En cifras, quienes se casan sin convivir antes tienen 57% de posibilidades de un matrimonio duradero; mientras que quienes tuvieron su ‘etapa de prueba’ tienen 46% de probabilidades de que funcione.

Las estadísticas no consideran excepciones ni culturas, y menos sentimientos, pero dejan al descubierto algunas desventajas de esa unión libre, que deben ser bien pensadas.

Pero, ¿por qué no funcionaría? Por la duda. Según el estudio y algunos especialistas en familia, las parejas entran a la convivencia con recelo y predisposiciones. ‘Veamos qué pasa’, es la frase que sentencia la relación, pues denota inseguridad por el futuro de la relación que se construye entre dos y día a día.

También apunta que muchos entran con falsas expectativas sobre la convivencia, o con la idea de que habrá cambios importantes, pero al momento no pasa nada, lo cual termina en discordias.

Cecilia Bandín, psicóloga clínica y terapeuta familiar, considera que esa decisión es personal y luego consensuada, y que no se la debe tomar a la ligera: “Es recomendable evaluar los pros y contras. Entre los aspectos positivos, la convivencia antes del ‘sí’ da la ventaja de conocer profundamente a la pareja, lo cual es saludable para una relación que pasó del enamoramiento y la superación de ciertos problemas como celos, desconfianza y miedos, entre otros.

Ordóñez añade que así “no habrá muchas sorpresa después del casamiento”. Incluso permite el desencantamiento sobre la idea de perfección que a veces se construye durante el enamoramiento. “Puede haber una desilusión por los defectos del otro, lo que puede desembocar en una ruptura”, advierte. Pero también puede ser una posibilidad para resolver el problema, cambiar la conducta y unir esfuerzos en pro de la relación.

Las expertas coinciden en que otro factor a favor del concubinato es el de compartir responsabilidades en el nuevo hogar. Desde los gastos hasta la organización es un trabajo mutuo que requiere mayor apoyo. “Si lo haces con la persona que amas, las cargas y los deberes son menos pesados y más fáciles de llevar”, argumenta Ordóñez.

Pero, si no hay madurez y compromiso, además de la idea de compartir, será difícil el éxito del amor. Reflexionar antes de decidir mudarse con alguien es fundamental, más allá de las pasiones. No vale entrar a una relación pensando en irse si no funciona; aunque es una ‘prueba’ no deja de ser un proyecto conjunto que, con papeles o no, involucra un proyecto de vida.

Considerar estos puntos:

Consenso: La decisión de convivir debe ser de ambos miembros de la pareja y no responder a presiones de la familia extendida.

Planificación: La pareja debe crear un plan en conjunto en el que establezca la logística de la transición a la convivencia: cuándo y dónde se establecerán, si el lugar está cerca de sus respectivos trabajos, la renta, si desea un apartamento o casa, si quieren hijos, etc.

Empleo: Si uno de los miembros de la pareja está desempleado, consideren si es el momento apropiado para moverse o es mejor esperar hasta que ambos aporten.

Presupuesto: Establecer un presupuesto base para la mantención del hogar.

Deberes: Deben hacer una división de las tareas domésticas del hogar para que la carga no recaiga sobre una persona.

Responsabilidad: La pareja debe ser consciente de que ahora tienen responsabilidades que antes no tenían y planificar, dentro de su agenda, un tiempo para los dos.

Trazar metas: Tener en perspectiva cuáles son sus metas como pareja y por cuánto tiempo entienden que será la convivencia; si ésta será permanente o si en su momento darán el paso hacia el matrimonio.

Fuentes: Elizabeth Ordóñez (psicóloga y terapeuta de parejas) y Cecilia Bandín (Psicóloga y clínica y terapeuta familiar)