El 16 de julio de 2003, los seguidores de Celia Cruz lloraron en todo el mundo, porque ella, la “reina de la salsa”, había muerto. Nadie ha olvidado su extrovertida personalidad, su carisma y su poderosa voz que sobrepasó fronteras más allá del mundo hispanohablante.

Hoy, 15 años más tarde, se desarrollan actos de homenaje en Estados Unidos, actividades que incluyen la exhibición de sus vestidos, sus divertidas pelucas y otros artículos, que podrán verse en el Bronx neoyorquino, Miami y Washington.

Los admiradores de la cantante caribeña ya no disfrutan de su “azúcar”, su dulce grito en los escenarios con el que enloquecía a las masas, y ya no la ven junto a su inseparable “cabecita de algodón”, como llamaba a su marido, el trompetista y director de orquesta Pedro Knight, con quien protagonizó una eterna historia de amor.

Extrañan sus peinados extravagantes y los llamativos vestidos de brillantes colores, sus peculiares zapatos de plataforma, su energía, su alegría con el público, al que amó incondicionalmente. Celia fue una mujer que triunfó en un mundo de hombres, que la querían y respetaban y con quienes compartió escenarios.

A pesar de su éxito, de haber puesto al mundo a bailar, en su país fue vetada por su oposición a Fidel Castro y no fue hasta 2012, cuando su voz se escuchó por primera vez en la radio en Cuba, país donde nació en 1925.

La pena de no poder regresar a la isla, de donde salió de gira a México en 1960 junto a la Sonora Matancera y no regresó —ni siquiera para enterrar a su madre—, siempre la acompañó.

Solo tuvo la oportunidad de ir a cantar en 1990 a la Base Naval de EEUU en la bahía Guantánamo, donde al llegar se arrodilló y besó tres veces el suelo, mientras al salir se llevó consigo un puñado de tierra, que pidió que fuera depositado en su ataúd.

Al cumplirse 15 años de su desaparición, los tributos van más allá del 16 de julio, que marca el fin de su batalla contra el cáncer a los 78 años, aunque su edad siempre fuera un misterio.

Su tumba es de la más visitadas en el cementerio Woodlawn, en el condado de El Bronx en Nueva York, donde cuatro años más tarde fue enterrado el amor de su vida, con quien estuvo casada 41 años. En cada aniversario de su muerte, el mausoleo abre sus puertas para que se le rinda tributo a la reina.

Sus admiradores llegan de todas partes y dejan allí incluso cartas, como la de una madre que le agradece que su hija se haya curado de cáncer, reveló a EFE Omer Pardillo, exrepresentante de la artista y albacea de su legado.

Este año el tributo incluye varias exhibiciones además de las ya citadas, la más grande: “Celia Forever”, que se inaugurará el 18 de octubre en el Museo Americano de la Diáspora Cubana en Miami.

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