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Halloween: conoce sus orígenes

Aunque no se sabe a cabalidad la fecha exacta del origen de Halloween, estudiosos como Margarita Barrera remontan los comienzos de esta celebración a los celtas, un conjunto de pueblos que hablaban el lenguaje celta y que habitaron Europa durante la Edad de Hierro (1200-550 adC).

Barrera, citada por ABC, explica que estos grupos tenían una fiesta de tres días y tres noches llamada Samagín, por el “inicio de la estación muerta del año, en la cual campos y seres vivos dormían a la espera de la próxima primavera”. Samagín, pronunciado “sow-in”, significa “fin del verano”.

Pasa que los celtas dividían el año en dos épocas: la caliente y la fría (o muerta). Para cada una se adoraba a un Dios específico, confirman Ankerberg y John Weldon en su libro Facts on Halloween, citado por ABC. Estos pueblos consideraban el 31 de octubre como el día cuando el velo de la vida y la muerte se levantaba.

Por eso, los druidas, que eran los sacerdotes de los celtas, llevaban a cabo ceremonias durante esta celebración para proteger al pueblo de los malos espíritus a través de rituales y fuego.

Cuando los migrantes irlandeses llegaron a Estados Unidos y América  llevaron consigo esta costumbre.

TODOS SANTOS. A esta celebración celta por la bienvenida a la época “muerta” del año, se suma, al día siguiente, la del Día de Todos Santos, cada 1 de noviembre. La Iglesia Católica determinó en el siglo VIII que esta fecha fuese el día de los mártires sin día específico de celebración.

Se dice que por eso se llama Halloween a la noche anterior, pues proviene de all hallow’s eve —del inglés antiguo y que significa “víspera de todos los santos”—.

Y para completar el combo está el 2 de noviembre, que es el Día de los Fieles Difuntos —o Día de los Muertos—, instaurado por la Iglesia Católica en el año 980 para orar por los fallecidos que están en el purgatorio.

Se dice que era costumbre que los mendigos recorrieran las casas pidiendo alimentos, a cambio de rezos y oraciones por las personas fallecidas. Mientras más se repartiera, más se beneficiaría al muerto con más rezos.

De ahí llega la tradición de hacer masitas y de regalar dulces de estas fechas. Cada país le imprime su sincretismo particular con las culturas locales. En Bolivia, por ejemplo, se hornean las t’antawawas o panes en forma de persona.

También se acostumbra armar mesas con alimentos y bebidas para los fallecidos, pues se cree que en este día los muertos habitan entre los vivos.

Así, sorprendentemente, la fiesta de tres días de los druidas pervive hasta nuestros días y se vincula a otras con tres diferentes nombres y un tema en común: la muerte.