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Vilma Plata: ‘Soy luchadora y eso no tiene jubilación’

Llega puntual a la entrevista, pero en la esquina Ingavi y Jenaro Sanjinés, cerca de la Casa Social del Maestro, donde nos ha citado, conversa con alguien, mientras nos indica con un gesto que ya nos ha visto. Pasa que a Vilma Plata la reconocen y saludan en la calle, sobre todo maestros y padres de familia.

Después de todo, es un ícono de la lucha sindical del magisterio boliviano. Este 2019 deja las aulas, pero no la lucha, porque como ella misma afirma: “una luchadora no se jubila”.

— ¿Por qué decidió dedicarse a la docencia?

— Porque me gustaba mucho enseñar… No llegué a terminar la universidad (UBA, en Argentina) porque vino el golpe de (Jorge Rafael) Videla (el 24 de marzo de 1976) y se cerró. Entonces, yo regresé a Bolivia, hice mi traspaso a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y con la convalidación correspondiente soy egresada de la carrera de Ciencias de la Educación.

— ¿Cómo se acercó al Partido Obrero Revolucionario (POR)?

— En Argentina conocí a algunos militantes de la izquierda boliviana, a raíz del golpe de (Hugo) Banzer (21 de agosto de 1971), que se exiliaron allí. Entonces, yo estaba en la universidad y conformé comités de organización y de solidaridad. En Bolivia fue a través del trabajo del sindicalismo del magisterio, liderado por Guillermo Lora, dirigente del POR. Y luego me casé con Juan Pablo Bacher, quien también era militante del POR. Entonces, todo se “confabuló” para que terminara militando.

— Matrimonio y vida política entrelazados, ¿cómo resultó eso?

— Trabajaba, militaba y después estaba muy involucrada en el sindicalismo del magisterio. Era difícil, muy difícil. De hecho, terminé divorciándome.

— ¿Cuántos años estuvo casada?

— Seis a siete años. Es muy difícil. Yo noto en las compañeras de aquí —la gran mayoría está casada con hijos— las limitaciones que tiene una mujer: no viene a la asamblea tranquila, siempre pensando en que si ha dejado o no hechas las tareas domésticas, siempre pendiente de los hijos.

Recuerdo una huelga en el Parlamento, de pura mujeres, nos habían cortado servicios; pero las compañeras, en lugar de pedirme que reclame por agua o baño, me decían: “Por favor, Vilma, nos han cortado el teléfono, reclame lo del teléfono”. Yo no entendía muy bien el porqué.

Cuando por fin nos dan el servicio telefónico, (había) toda una cola. Escuchándolas hablar me sorprendió enormemente… unas, reportándose al esposo: “unas horitas nomás voy a estar aquí, pero tienes todas las cosas hechas, está la comidita asegurada para hoy y para mañana”, o comunicándose con los hijos para, desde la huelga, supervisar lo que hacían.

Ahí yo comprendí cuán difícil es, dentro del sindicato, que la mujer pueda actuar con mayor libertad, pues está muy ligada a las tareas domésticas, al esposo y a las responsabilidades del hogar. 

— ¿Fue una elección el no tener hijos o se dio simplemente?

— Fue una elección. El tiempo que estuve casada también determinó que, en plena clandestinidad a veces, sin trabajo, no se podía tener hijos. Pero, posteriormente, yo tuve una vida más definida y opté por ese camino. No me arrepiento, me gustan mucho los niños, los quiero mucho, pero también he aprendido a ser libre, muy libre y a disponer de mi tiempo y a actuar con mucha libertad en la vida política y en la vida sindical.

— ¿Y cómo va el corazón ahora?

— Siempre libre, todavía libre. Yo creo que a esta altura mi vida ya está muy definida.

— ¿Por qué cree que la mayoría (61%, aproximadamente) de los maestros bolivianos son mujeres?

— Por muchas razones. Por ejemplo, la forma en que están estructuradas las horas de trabajo facilita mucho para la mujer tener que trabajar solamente media jornada, porque le da tiempo para esta otra parte del ser mujer, que es atender a su familia y a sus hijos. La otra razón, lógicamente, también tiene que ver con un sentido casi maternal que se tiene hacia los niños y adolescentes…

— En cuanto a sus métodos de lucha, ¿es cierto que usted ha protagonizado más de 40 huelgas de hambre?

— No sé si tantas, pero sí, he hecho muchas huelgas y de todo tipo… Todos los métodos de lucha propios de la clase obrera: desde la huelga general indefinida, pasando por los paros de 24, 48 (horas), las crucifixiones, las huelgas de hambre, etc, todos los hemos utilizado, todos. 

— Su salud se ha visto afectada…

— Quizás, la que más me ha afectado fue esta última, contra el Código Penal (enero de 2018), de 19 días; claro, me ha afectado más, porque ya también los años han pasado, ya no es lo mismo tener 24 años que tener más de 60. A pesar de todo, lo más importante es que mantengo la energía y la convicción de que las cosas tienen que cambiar, para que hombres y mujeres podamos vivir en mejores condiciones humanas.

— ¿Va a seguir haciendo huelgas de hambre?

— Cuando sea necesario, siempre estaré dispuesta a entregar lo que queda de mi vida.            

— ¿La jubilación (desde este año) no va a interrumpir entonces su labor política?

— De ninguna manera, pues soy una luchadora y eso no tiene jubilación; y además, voy a concentrar todas mis energías en poder dejar escrita toda la experiencia vivida en las luchas del magisterio, ése es mi objetivo y por lo que me acogí a la jubilación.

Perfil

Vilma Plata Arnez nació en La Paz un 24 de agosto. Estudió primaria, secundaria en Buenos Aires (Argentina), donde pasó clases en el Instituto Normal Superior. Egresó de Ciencias de la Educación en la UMSA (La Paz). Fue maestra en el sistema educativo fiscal boliviano durante 39 años y dirigente de la Federación de Maestros Urbanos por 30 años. Entre 2016 y 2018 dirigió la Escuela Sindical de la Confederación Sindical de Maestros de Bolivia.