Icono del sitio La Razón

Dama, testigo, madrina, pero nunca novia…

A muchas mujeres les tocó lucir varias veces los trajes de dama de honor, de testigo de bodas, de madrina o de wedding planner (organizadora de matrimonios), pero no el de novia, al menos no hasta ahora. No es que no lo desearan, no es que no lo intentaran, es solo que por diversos factores no se dio y, ciertamente, no importa, igual están muy a gusto con su vida.

¿Casarse y tener hijos es el principal objetivo en la vida de una mujer? Ya no. Pero en un momento dado lo fue, y no por gusto ni necesidad, sino porque los paradigmas socioculturales y religiosos disponían roles que cumplir para “encajar” en la sociedad.

La buena noticia es que esta idea está cada vez menos arraigada; de hecho, bastante menos. Gaby y Martha lo saben; ellas no se conocen y sin embargo tienen muchas cosas en común: como el hecho de haber sido las organizadoras, damas de honor o madrinas en las bodas de sus mejores amigas, responsabilidad que cumplieron a la altura del evento, pero no exenta de anécdotas y momentos tan incómodos como graciosos.

Lo más común es que los amigos intenten encontrarles un acompañante para la fiesta. “Yo opté por tomarlo con la mejor actitud; por ejemplo, en cada boda, lo primero que me dicen es que corra al centro de la pista para cuando la novia va a lanzar el ramo y les respondo: ‘a eso vine’, explica entre risas Gaby (49) dama de honor y madrina en tantos matrimonios que ya no recuerda cuántos. Hace como 20 años, Gaby estuvo con un pie en el altar, pero la unión no se concretó y lo asume con filosofía. Es bastante común también que escuche comentarios como: “seguro en esta boda hallas al amor de tu vida”. “Así que yo solo sonrío”, dice.

Hubo un momento en que Martha (46) se alejó de los eventos sociales porque allí donde iba la pregunta recurrente era: “¿y tú, para cuándo la boda?”. “Era incómodo, como si el no tener a alguien conmigo me definiera como mujer. Pero luego dejé esa tontería de lado y me di por completo a organizar los matrimonios de mis amigas; me encanta”, cuenta.

Ríe mucho cuando recuerda que de una de las tantas veces que fue testigo de bodas, años después le tocó dar testimonio de que la relación de esa pareja había terminado; era un requisito para el divorcio y con su versión, el juez dio curso a la separación. Pero luego supo que legalmente estaba impedida de ser testigo de ambos procesos. “Al salir del juzgado, mi amiga y yo morimos de risa; a su abogado casi le da un soponcio cuando se enteró; es nuestro secreto”.

Sonia Arce es una wedding planner profesional. Ella estuvo casada muy joven y se divorció con solo 19 años. Desde entonces no ha formalizado nunca más. “En cada boda me emociono y derramo una lágrima cuando oigo el Ave María. Tengo 65 años, organizo bodas y jamás me dieron ganas de volverme a casar”, dice.

Gaby es feliz con su familia, en especial porque es una tía muy dedicada. Martha echó vuelo y migró a Estados Unidos para trabajar, su espíritu es más aventurero. Y a Sonia le llenan su familia y su trabajo. Las tres están dichosas con sus vidas, porque un matrimonio no las define.